Llevé mis manos las manos a mis pechos que se perdían entre el suéter.

―¿Siempre fui tan malditamente plana? ―refunfuñé mientras levantaba mis pechos con las manos.

―A mi me gustan así, caben bien en mis manos.

Me pegué un susto de muerte con la voz ronca de Ryan. Estaba tendido en el sillón, solo podía figurar su silueta.

―Eres un maldito acosador―dije.

Se levantó del sillón y se sentó a orilla de la cama. Estiró su mano hasta atrapar mi muñeca rodeándola con dos dedos. No hay luz suficiente que me permita leer sus rasgos, así que no tenía idea de lo que estaba haciendo.

―Todos hemos visto como te has estado consumiendo estos dos días―dijo con seriedad―, parece como si a cada momento te quedaras sin menos vida.

Por alguna razón no se me ocurría nada qué decir, nada sarcástico, ni siquiera grosero, mi cerebro estaba más seco que una nuez.

―Respiras, hablas, pero no eres tú―continuó―. Te has convertido en un zombie. Tu cuerpo sigue entero pero estás ausente, no está Braden. Y tienes que hacer algo por regresar.

Suspiré.

―Quieres dejárme ser patética tranquilamente―zafé mi mano de su agarre y me hundí en la almohada.

―Yo he estado personalmente en este infierno, y te puedo asegurar que sobrevive el que se convierte en hierro.

―No tan fácil como el frágil papel que eres ahora.

Sus palabras fueron punzantes, cargadas de tanta verdad aunque odiara admitirlo.

―Gracias por evitar que pescara un resfriado bajo la lluvia, ya puedes largarte.

―No pienses que quiero fastidiarte. Si te vieras desde los ojos de otra persona, entenderías lo triste que es verte caminando hacia el precipicio.

―Ese no es tu asunto―contesté con amargura.

―Tal vez tú no te acuerdes, pero te hice una promesa. Dije que protegía con mi vida lo que quería, y tú eres lo que he querido todo este tiempo.

―Tus sentimientos no son correspondidos, eso ya lo sabes.

―No estoy mendigando tu amor, no me verás llorando tras de ti, ni compraré tu cariño con favores―dijo con brusquedad―, yo voy a ganarme cada rincón en tu corazón y ni cuenta te darás.

―Suerte con eso―dije con ironía.

Lo último que escuché fue un portazo. Deseaba que le prohibieran la entrada por perturbador de la paz, pero la verdad era que si Ryan estaba más confiada. El imbécil había hecho suya la lucha.

Unos nudillos sonaron en la puerta. Después de su salida dramática dudaba que Ryan regresara a desearme las buenas noches.

―¿Puedo pasar?

La voz dulce y melodiosa de Amy me sorprendió y al mismo tiempo me invadió la pena. Sin esperar respuesta abrió la puerta y la cerró tras ella.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté de inmediato.

―Sé que no debe agradarte mi presencia, y quizá no es el mejor momento pero me urgía verte.

―Amy, no creo que tengamos mucho de qué hablar...

―Solo escúchame un momento―suplicó.

―Está bien.

Encendió la luz haciendo que mis ojos picaran por todo el rato que había permanecido en la penumbra. Amy se quedó a cierta distancia de la cama, me contemplaba como si estuviera viendo a una persona diferente.

La locura de JulietaWhere stories live. Discover now