—Vas a matarme, nena —susurre en sus labios.

—Ya falta poco, Rees, un poco más —sabía que hablaba de tiempo. Aun no estaba dispuesta a darme su virginidad y eso estaba bien. La esperaría todo lo que quisiera.

—Sabes que te espero, todo lo que quieras pero entre más tiempo pase más voy a tener que complacerme solo en la ducha y sé que te molesta que me toque todas las mañanas.

Era una broma interna que venía desde la primera vez que ella entro al baño para encontrarme masturbándome en la regadera por ella. Estaba gritando palabras sucias mientras la imaginaba a ella contra la pared. Ese día acabamos desnudos, tocándonos pero no haciendo nada. Ese fue el primer día que Renny experimento que era hacer una mamada real, como le pusimos a la experiencia de chuparle el pene a alguien de la élite.

Cada día nos sentíamos más conectados, cada día éramos más puros que nunca. Esta relación estaba creciendo y no la quería perder por nada del mundo.

—Vamos, nena, tenemos solo una hora y creo que acabo de acabar en mis pantalones, ahora tendré que bañarme otra vez por tu culpa.

Esta soltó una carcajada al tiempo que se encerraba en el baño para ducharse antes. Me quede acostado viendo el techo de la habitación pensando en estos días que pasaríamos juntos. Realmente estaba buscando unos excelentes días para hacer crecer esto que estábamos sintiendo. Quería que ella fuera mía, de nadie más.





Renny:

Tomé la mano de Race antes de bajar la última grada a la gran sala. Era como un baile de otoño en Londres, las decoraciones anaranjadas y cafés me recordaban a la época en que iba con mis padres a los bailes de la élite. Quitándome a Renny de encima, saque a Rene a pasear un poco como fue para el cumpleaños de Race.

Sonreí y salude a todos, pase con elegancia a la pista de baile cuando Rece me pidió bailar una pieza y me tape la boca para reír a la mitad de la cena. Me educaron de la mejor manera del mundo, mis padres hicieron un trabajo estupendo conmigo y en estas ocasiones no quería decepcionarlos. Sabía que mañana todo sería distinto, allí volvería a ser Renny Ren, la chica mala de las motocicletas, la que sabía cambiar una llanta en un minuto.

Así era mi vida, llena de apariencias, enseñando a la chica que no soy por intentar ocultar algo que siempre fui. El resentimiento de la perdida de mis padres era lo que rondaba mi cabeza, era lo que me hacía perder la cordura de vez en cuando, todo en cuestiones de la élite inglesa. 

— ¿Quieres pastel? —Race señalo el pastel de chocolate de su plato, se veía demasiado rico que no podría decir que no.

—Pero tomó del área donde no has metido tu saliva —hice una cara de asco antes de adentrarme al pastel. Race se acercó para besarme los labios y llenarme de chocolate al mismo tiempo.

En un pasado, nunca pensé estar de este modo con Race Hamilton, cuando lo conocí de pequeños, él estaba dispuesto a enseñarme un mundo el cual mis padres intentaban mostrarme pero no lograban, uno al que no pertenecíamos por sangre pero si por un linaje de políticos no reales.

Mi padre fue embajador en Estados Unidos mucho tiempo, durante los primeros ocho años de mi vida. Cuando regresamos, él se convirtió en asesor político del primer ministro Hardem, también asesoraba a  William Hamilton, padre de Rees y Holly, los gemelos más conocidos de la élite.

Juzgaba mucho con Louis, el me presento a Holly que se convirtió en muy buena amiga, en ese entonces me veía como su igual, nada nos separaba y la mayor parte del tiempo estábamos molestando a los dos hombrecitos de la casa.

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