Pretending

307 31 7
                                    

Los golpes en la puerta, se irían; las miradas preocupadas de sus padres en las cenas donde no probaba bocado, desaparecerían; las charolas llenas con comida enfrente de su dormitorio dejarían de estar ahí, con el tiempo. Una cosa cruel que se desdibujaba frente a sus ojos tristes color miel. Habían pasado apenas cinco días desde la cena con Kurt, pero para Blaine parecieron vidas. Se sentía tan frágil como el papel viejo y sentía un enorme vacío dentro de él, lo que no sabía era el por qué: ¿era porque el mundo que tan cuidadosamente había hecho de mentiras se había roto de un solo tajo?, ¿era porque estar comprometido de repente se sentía tan equivocado? O simplemente era porque algo le faltaba, alguien le faltaba.

Quinn lo veía cada noche contener el llanto y cada mañana ocultar sus ojos rojos, le partía el alma y se estaba desesperando. Siempre había sido consciente de que Blaine no era completamente honesto con ella, que había pequeños detalles que lo tensaban y ella había aprendido a vivir con eso, porque su cariño venía de una auténtica preocupación. Pero ahora verlo perderse a sí mismo le empezaba a irritar.

Le molestaba que Blaine apenas comiera y que no se dignara a si quiera a darle una mirada de disculpa a Nina por su comportamiento. Le molestaba que se la pasara todo el día en su cuarto viendo la televisión sin ponerle atención a nada. Le molestaba que en los ratos que podía levantarse, iba a encerrarse a su estudio de música a componer canciones prácticamente suicidas. Le molestaba que cuando lograban sacarlo de la casa alegando una "limpieza general de urgencia", se iba a sentar al enorme roble de Anderson Park a sudar por el sol de mediodía o a tiritar por el viento de la noche.

Y ahora existía una pregunta que rondaba en su cabeza muy seguido: ¿estaría muy mal visto si la prometida le da unos golpes al novio para que corra a buscar a la persona que en realidad ama? Probablemente. Pero Quinn Fabray había sido conocida por sus grandiosos trabajos como cupido, y hacer todo con discreción era su especialidad. Vio a lo lejos los rizos oscuros de Blaine que estaba, de nuevo, junto al roble, y fue cuando lo decidió. Era hora de cambiar las cosas.

- Los dos merecemos ser felices, BeeDee, y si está en mis manos lograrlo, sin duda alguna lo haré.- susurró marcando un nuevo contacto en su celular y llevándoselo al oído.

- "Dress and Tie" diseños exclusivos de Kurt Hummel,- le contestó un amable y entusiasta voz- ¿en qué puedo ayudarle?

- Hola...-contestó dudando un poco- me gustaría hablar con Santana López, por favor.

- Por supuesto, ahora la comunico con la señorita López. ¿De parte de quién?

- Ammm,...- Quinn no sabía que decir pero no tuvo que pensarlo mucho ya que al otro lado de la línea se escuchó una pequeñísima discusión, y después se oyó como le arrebataban el teléfono a alguien y el tono orgulloso de quién le contestó:

- Santana López, la persona más fabulosa del mundo.- la chica rubia quería soltar una carcajada más alta, pero esa voz latina le había traído escalofríos.

- Hola, Santana, soy Quinn la...prometida,- "por ahora" pensó al mismo tiempo- de Blaine.- silencio- ¿Santana?

- ¡AH! Hola, hola, ¿co...cómo estás?- la pequeña Q no pudo hacer nada más que sonreír ante el nerviosismo de Santana e inevitablemente contestó con una voz más grave de lo normal:

- Bastante bien, señorita López, ¿y usted?

- En este momento, más que perfecta, pero tengo que preguntar, ya que es parte de mi trabajo por supuesto, ¿a qué se debe el honor de su llamada?- Quinn pensó que al momento de escuchar esa pregunta los nervios se apoderarían de ella, pero no fue así, por eso cuando contestó lo hizo de una forma tan natural y directa, característica de los Fabray.

Dress and tieWo Geschichten leben. Entdecke jetzt