Destapé la cama y la metí entre las sábanas. Me deshice de mi ropa y me coloqué un pantalón corto de pijama, para después meterme en la cama. Estaba tan fría. Su cuerpo estaba tan frío que temía por si su pulso aun existía. La atraje hacía mí e intuitivamente en sueños, apoyo su cabeza en mi pecho.

Y en aquel momento, me pareció que todo estaba bien, aun sin ser así. Soñaríamos por una noche, la noche.

Inevitablemente suspiré ante aquel melancólico recuerdo y observé como la escena se estaba repitiendo, esta vez sin recibir golpes a cambio, gracias a Dios.

Y también, como años atrás, también decidí que ya era hora de que intentase dormir.

***

El frío terminó por despertarme. La cama me parecía demasiado grande y efectivamente lo era, porque ella ya no estaba.

El cielo estaba completamente encapotado y sin lugar a dudas anunciaba una gran y fuerte tormenta. A veces odiaba tener que lidiar con este tiempo, pero amaba los días lluviosos, toda una contradicción.

Resoplé pesadamente sentándome en la cama. Había dormido mejor que nunca a pesar de haber trasnochado un poco por aquel brote de insomnio. Pero no entendía por qué. No entendía por qué me encontraba solo aquí, no entendía si todo fue demasiado, no concebía mis errores, en mi mente todo había sido correcto, adecuado. No comprendía por qué me había abandonado.

Y para evitar martirizarme, me levanté al instante dirigiéndome al baño, definitivamente necesitaba aquella distracción.

Me meto en la ducha para poner orden a mi cabeza, con el potente chorro a presión de la ducha. Intento dejar correr mis pensamientos, y que se deslicen por mi cuerpo junto con el agua caliente para acabar muriendo en el desagüe y así poder olvidarla, aunque sea por unos instantes. Me apoyo agotado contra la pared mojada, pues el resultado es más que nefasto. Casi puedo percibir su respiración en mí, el roce de su piel con la mía, tan delicado, el matiz de sus ojos, que algún día me embrujó y me mantuvo enamorado. Mire por donde mire, ella vive en mis recuerdos, persiguiéndome, persuadiendo a mi mente y seduciéndome ante la idea de aceptar lo que me viene, tomar el camino fácil, pero las cosas no se pueden hacer así. No. La ducha más que despejarme aumenta mis remordimientos y dudas por lo que cierro violentamente el agua y considero el resultado de la ducha fallido.

Rápidamente me vestí de con ropa de deporte y decidí que era un buenísimo día para hacer ejercicio. Eso, o escapar de la voz que comenzaba a susurrarme en mis pensamientos.

***

Peiné mi pelo con los dedos, desesperado, exasperado. El corazón me rebotada en el pecho, fuerte, pero cansado. Hoy no me encontraba, no, hoy no. Buscaba en todas partes, pero lograba atraparme, no dejarme escapar. Estaba cambiando y como Peter Pan no quería aceptarlo.

Seguía corriendo por la carretera, ajeno a los coches que pasaban a medio metro de mi, olvidando la lluvia calándome los huesos, ignorando la llamada de socorro de mis piernas fatigadas, únicamente buscando correr, lejanía, no pensar; a pesar de que ya llevaba tres horas de entrenamiento, había dejado la bolsa en casa, sin cambiarme, con la intención de escapar.

La verdad que no quería aceptar me acechaba sigilosamente, podía sentirla soplándome su brisa en la nuca, estremeciéndome, alertándome. Estaba cerca.

Corrí más rápido.

Los músculos me quemaban, la piel se irritaba y la garganta me ardía hasta el extremo de frenesí al que estaba llevando a mi cuerpo. Sentí como me posaba la mano en el hombro. No. Aun no. No estaba listo, o eso yo quería pensar.

Quería y no quería. ¿Por qué? No lo sabía. Tal vez debido al compromiso que me exigiría, quizás responsabilidad.

Pero muy en el fondo la anhelaba, odiaba su carencia, la falta de su presencia, dulce existencia.

Tal vez ya era hora.

Me detuve notando por primera vez lo intensa, fuerte e irregular que se había vuelto mi respiración.

Estaba huyendo y debía afrontarlo.

Di media vuelta e inspiré hondo, el primer paso.

Como el Big Bang, una lluvia de fuegos artificiales sentí mi mente colapsar, y al mismo tiempo festejar que por fin había apartado mi orgullo y lo había admitido, al menos a mi persona.

Miré al cielo y grité a pleno pulmón:

-¡Le quiero!

Sonreí sincero a la nada. Por fin estaba comenzando a vivir.

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Amé este capítulo cuando lo escribí, de verdad. Ais.

No se si habréis visto la nota, sino, esto ha llegado a 1K y les estoy más que agradecida, de verdad, incluso a los lectorxs fantasmas.

En la media tienen la canción de la cuál toma título esta primera parte de la trilogía, y que me inspiró a escribirla, espero que les guste. En serio, mirad la letra por que coincide muchísimo con este capítulo y les encantará.

All the love, María del Mar x


Night Changes | normal fiction | EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now