VIII

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Fall For You - Secondhand Serenade

Una luna amarillenta algo desgastada nos sonreía a través del gran ventanal. Con delicadeza la luz besaba sus párpados como si de una caricia se tratase. Su pulso calmado y débil respiración cosquilleaban en mi pecho mientras yo jugaba con los rizos que se formaban en las puntas de su pelo. Podía sentir cuanto había necesitado aquel descanso en la que parecía haber sido una vigilia de días y días. Literalmente estaba durmiendo como un bebé. Tan solo fui capaz de suspirar ante ello.

Siempre había hecho tanto por mí. Siempre tenía mi espalda cogida, era la mano tendida que nunca se cansaba de ofrecer.

Y yo nunca lo consideré. La dejé ahí tirada, sabiendo que si necesitara a alguien en una urgencia, ella estaría allí. Y me pareció tan egoísta. Tan ciego.

Ella me había cuidado esta noche, como lo había hecho las anteriores. Tan solo que esta vez me era imposible concebir el sueño.

La noche había sido tan larga que me parecían días. Las cosas que se dan en semanas habían transcurrido en míseros segundos, pues ya había perdido siete años, y aquello era demasiado tiempo desperdiciado. Deja vus de haber vivido esta escena me recorren el pensamiento y el recuerdo se hace presente en mi mente, tan inminente e inevitable.

''-¡No es justo! ¡Jamás eres justo Thomas! Te odio.-gritó con la rabia desbordando su cuerpo en forma de un torrente de lágrimas desesperadas.

-Helena por favor...-susurré pacientemente tratando de contenerme, y de forma lenta me acerqué a ella

-Ni se te ocurra tocarme, un maldito dedo encima y lo lamentarás.-amenazó señalando con el dedo índice intensamente. Sus ojos eran un bullicio de furia, una bomba que explotaría en corto plazo.

Y yo, como terco que era, envolví mis brazos en ella.

-¡Suéltame! Thomas maldito seas te digo que me sueltes ¡Deja mi mente en paz!-terminó llorando.

Su cuerpo me atizaba y sus golpes pasaban a duras penas percibidos en mí. Puños volaban con enfado sobre mi pecho y patadas de ira magullaban a mis espinillas. Mañana tendría marcas, estoy seguro. Pero debía aguantar el asalto.

Al ver que no cedía, la fuerza fue abandonando su cuerpo, dando paso a un leve y casi imperceptible llanto. Entonces, cuando decidí que la soltaría, sentí sus brazos recorrer con vergüenza mi cintura y su cara enterrarse en mi pecho.

-Solo, una noche, por favor.-gimoteó contra mi torso.

Dicho y hecho, la tomé al estilo nupcial para dirigirnos a mi habitación, papá estaría al llegar y no me gustaría que presenciara esto. Abandonamos el comedor y un par de minutos después ingresamos en mi dormitorio. Cerré la puerta con una leve patada intentando no hacer mucho ruido por si mi hermana sentía algo desde el patio. Me extraña que no haya oído los gritos, sinceramente.

Me senté en el colchón con Helena en mi regazo, escondiendo sus sollozos en mi cuello. Levemente la acuné entre mis brazos mientras le susurraba que no pasaba nada, que todo estaba bien. Puras mentiras. Jamás lo estaría.

Poco a poco su llanto fue desapareciendo, induciéndola en un estado de sueño. La luna se colaba por las rendijas de la persiana y decidí que era hora de que ambos nos acostáramos para así yo poder acompañar su sueño. La tumbé en la cama y la descalcé con cuidado, intentando no despertarla. Retiré su chaqueta vaquera quedándose en aquella camisa blanca. Siempre vestía igual. El negro y el blanco eran los colores que siempre le acompañaban, y los que la definían, como al Ying y el Yang. Ella era la representación de aquella figura.

Night Changes | normal fiction | EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora