Tuve miedo, sí. Varios escalofríos me recorrieron desde la punta del hocico hasta la punta de mi cola, haciendo que el pelaje se erizase de una forma tenebrosa. Noté como el otro lobo también se estremecía y pronto se volvía a recuperar con un fuerte rugido. Al sonido áspero de este, acudieron otros dos lobos más grandes que rodearon a Mak. La tensión en mis patas se acumulaba en forma de temblor.

-Tranquilo, me lo esperaba. Yo también tengo un plan b. Y... ese no te lo voy a contar.

Con un salto enorme, pasó por encima de los lobos y se convirtió rápidamente. Cuando aquellos tres lobos se dispusieron a seguirla, esta dio un frenazo, derrapó y volvió su carrera hacia mí. Aulló. Uno de los lobos quedó atrapado en una trampa que colgaba de un árbol. Negué con la cabeza y salté para prepararme antes de salir corriendo con Mak. Aquella chica era un campo de minas, si no ibas con cuidado, volabas por los aires sin darte cuenta. Me gustaba aquel riesgo. En cuanto Makayla pasó como una estrella fugaz por mi  lado, yo salí tras ella, haciendo caer al siguiente lobo. Uno menos. Me mantuve cerca de mi loba, sabía que ella estaba yendo más despacio solo para que yo pudiera seguirla. Yo iba lo más rápido que podía. Al poco tiempo una manada iba corriendo a nuestras espaldas, aunque Makayla parecía tenerlo todo controlado. Comencé a reconocer las zonas cercanas a mi territorio y por un momento pensé que Makayla iba a llevar la guerra hasta allí, pero en seguida descubrí que solo era la primera parada de su trayecto, la parada en la que yo tenía que bajarme. Ella misma me empujó, haciéndome caer dentro de las afueras del territorio. Ningún lobo paró por mí, de hecho, varios me gruñeron al pasar. Solo les había estado ayudando, retrasando a Mak. Me regañé a mí mismo por no hacer nada para salvar a mi chica. Me estaba volviendo loco.

Regresé a casa después de ponerme unos pantalones de los que guardábamos por si había alguna emergencia. Ian se encontraba en el salón, llorando y gritando. Roy estaba a su lado. El pequeño diablo vino a mi lado en cuanto me vio y me acompañó a mi despacho. Necesitaba pensar. Un aullido me pidió permiso para irse y se lo concedí en silencio, agarrando la mano de Ian quien me miró confundido y asustado.

-Va a volver. Ian, escúchame -exclamé cuando él salió corriendo a mirar por la ventana-. Ella no va a dejarte solo.

-Voy a ser como ella, pero yo no soy tan valiente. Van a matarme. Papá, ella no va a poder salvarme y tú tampoco.

-¿Qué? Ian, eres el niño más valiente que he conocido nunca.

-Ni si quiera has tenido hijos, probablemente solo me conozcas a mí en toda la manada. No tiene sentido discutir esto, papá.

Algo comenzó a romperse dentro de mí. Hablaba como si fuese mucho más mayor de lo que era. Hablaba con sus propias agonías. Tampoco me gritaba, cosa que hacía que un vacío se colocase en mi pecho, quitándome el aire. No sabía qué decir. Hablar con Ian era como hablar con Makayla, te ganaban siempre, dijeran lo que dijeran.

-Eh, diablo -susurré, intentando que mi voz no se rompiera al igual que yo-. Puede que yo no pueda protegeros a ti y a Mak de muchas cosas, pero pasaremos por ellas juntos.

No pareció muy de acuerdo conmigo, pero suspiró y vino a abrazarme. Lloró cuando le cogí en brazos y susurré que no iba a pasarle nada a Makayla, más para convencerme a mí que para ayudarle a él.

Entre llantos y aullidos lejanos, todo comenzó a oscurecerse. Me dejé llevar y comencé a pensar en lo que podíamos hacer.

Makayla 

Agua. Llevaba más de 12 horas sin dejar de correr, si pararme si quiera a comer o beber. Todavía quedaban los lobos más rápidos y más listos detrás de mí. Pisé de nuevo una de las trampas que tenía preparadas para escapadas como esta. El lobo que más cerca venía cayó de lleno y pronto me di cuenta que los otros iban demasiado lejos como para cogerme. Sabía lo que pretendían desde la primera vez que les vi. Venganza. Había escuchado mucho sobre los lobos del norte y sus peleas con lobos negros.

Hace muchos años, un gran lobo negro cruzó desde el sur hasta al norte y allí arrasó con todo. Todas y cada una de las manadas del norte quedaron exterminadas. Los pocos supervivientes que consiguieron huir se unieron. Me llegaron noticias de que tras aquella batalla, ellos se habían ido preparando para una terrible venganza que caería sobre el primer lobo negro del que tuviesen noticia. La única forma de librarse de aquello era matar a uno de los dos bandos. En este caso era morir yo o matar a toda la comunidad del norte, lo cual, dentro de unos años, llevaría a otra venganza contra los lobos negros. Y lo que yo quería principalmente era eliminar el odio hacia los lobos negros, cosa que sería imposible si me cargo a media población de lobos.

Paré cerca de un riachuelo y cuando bebí agua, me arrinconé en una especie de cueva que me protegía de la ventisca que estaba por llegar. Aullé para que Ian lo escuchase. Solo esperaba que él ya hubiese entendido el mensaje que le había estado enviando durante mucho tiempo. Él será un lobo negro, sus ojos me lo dijeron cuando todavía estábamos en aquel calabozo y el pequeño diablo tan solo era un bebé. 

Volví a escuchar a varios lobos, más o menos cuatro, corriendo por el espeso bosque bajo un aire infernal. Cuando llegaron a las puertas de mi cueva no me moví. Lo había pensado todo. No iba a dejarle esta maldición de la venganza al siguiente. La pagaría. Un primer ataque me llegó de lleno. Había perdido toda la esperanza que me había hecho llegar hasta aquí. No sabía cuando había pasado aquello, pero me encontraba sola en un lugar en el que no quería estar. Y en ese momento, supe cuál era la función que habían representado los lobos negros hasta ahora. Mantenían la esperanza, si nosotros podíamos, ellos también. Uníamos a las manadas, tanto para exterminarnos a nosotros mismos como para entender el valor de la compañía. Zarpazo a zarpazo, la vida se me escapaba. Recuerdo a recuerdo, reunía las fuerzas suficientes como para tener el valor de morir por los demás sin la necesidad de ser recordada como una muerte heroica de una vida miserable.

Casi pude escuchar una risa escalofriante de un lobo descontrolado que se tiraba sobre mi, creyéndose más fuerte y más listo que yo. De eso se trataba, de poder. De poder y avaricia. Me di cuenta de que no quería vivir más aquí. Y dejé que mi mente se separase de mi cuerpo, dejé que mi corazón volase hasta su hogar, al único sitio donde realmente se había sentido bien todo este tiempo. Con Noah, con Ian. Con la familia que nunca había tenido, la familia que acababa de perder definitivamente. Un desgarrador sonido estalló en el cielo, provocando un gran desconcierto en mis atacantes. En ese momento, cuando un fuerte viento llegó a mí, pude notar el frío de mi sangre al hacer contacto con el entorno. Agucé el oído. El sonido era un rugido que se aproximaba más y más. Los lobos, asustados, salieron corriendo, dejándome en una estación abandonada entre la vida y la muerte.

Yo solo quería volver a donde había empezado todo, donde el sol brillaba, la mañana antes de que todo se pusiera patas arriba.

Un peso se acopló en mis heridas y un ruidoso "no, no, no" me despidió definitivamente, dejándolo todo a oscuras.





She wolf [SHE 1]Where stories live. Discover now