—¿Pasa algo? —susurró ella.

Michael respiró hondo, pasándose una mano por el cabello.

—Es que... —la miró, no mucho tiempo, pero suficiente—. No pensé que... que iba a ponerme tan nervioso aquí.

—¿Por qué nervioso? —preguntó ella, sintiendo el corazón apretarse.

Michael abrió un poco la boca, como buscando palabras que no tenía.

—Porque estás aquí —dijo al final, bajito, casi sin aire.

Lilith sintió que todo su cuerpo se tensaba, en un buen sentido y en uno aterrador a la vez.
No estaba acostumbrada a que alguien dijera cosas así.
Menos alguien como él.

—Michael... —susurró ella, sin saber qué agregar.

Él dio un paso —uno pequeño, inseguro— inclinándose hacia ella.

Lilith también se acercó.
No mucho.
Apenas unos centímetros.

Los dos se quedaron así, tan cerca que podían sentir la respiración del otro.

—Si no quieres, me detengo —dijo Michael, con la voz más suave que nunca.

Lilith negó lentamente con la cabeza.

Y entonces, él rozó sus labios con los de ella.
Un beso chiquito, tímido, casi torpe...
Pero suficiente para que el corazón de ambos se acelerara como si hubieran corrido un kilómetro entero.

Se separaron apenas un segundo después.
Michael sonrió, un poco avergonzado.

—Perdón... —murmuró—. Tenía ganas hace rato.

Lilith miró sus manos, tratando de ocultar lo roja que estaba.

—No te disculpes —susurró ella.

Él se rió bajito, mirándola como si no pudiera creer lo que acababa de pasar.

—Entonces... seguimos estudiando? —bromeó.

—Sí —respondió Lilith, aunque ninguno de los dos abrió el libro todavía.

Era imposible concentrarse después de eso.



_____________________________


La tarde avanzó entre páginas abiertas que nadie estaba leyendo.
Al final, Giselle tocó la puerta para avisar que ya era hora de que Michael se fuera.

—Cinco minutos —respondió él desde dentro.

Lilith lo acompañó hasta la puerta de su habitación.
Michael tenía una mano en la mochila y la otra en el marco, como si no quisiera realmente irse.

—Gracias por... ayudarme con historia —dijo él, aunque no habían estudiado casi nada.

—De nada —respondió Lilith, intentando no sonreír demasiado.

Él la miró... y era esa mirada.
Esa que ella ya estaba empezando a reconocer: suave, intensa, algo peligrosa para su corazón.

—Oye... —susurró Michael, inclinándose un poco hacia ella—. Antes de irme...

Lilith sintió un nudo en la garganta.
No sabía si avanzar o retroceder.

Michael tomó la iniciativa.

Se acercó despacio, como si le estuviera pidiendo permiso solo con la mirada...
y cuando ella no se movió, él apoyó una mano en su cintura y la acercó apenas.

El beso no fue como el primero.
Este fue un poco más firme, más seguro, más de "no quiero irme todavía".

Lilith levantó una mano y la apoyó torpemente en su pecho, sintiendo cómo el corazón de él también estaba acelerado.
Michael sonrió contra sus labios antes de volver a besarla, esta vez un segundo más largo, más profundo... sin apresurarse, sin empujar, solo sintiéndola.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando un poquito más rápido.

Michael bajó la mirada un instante, como si también estuviera sorprendido consigo mismo.

—Perdón... otra vez —murmuró, pero esta vez sonreía de verdad, con esa expresión que la hacía derretirse.

—No te disculpes —dijo Lilith, intentando sonar tranquila aunque tenía las piernas temblando.

Él soltó una risa suave y rozó su mejilla con el pulgar.

—Mañana te veo.

—Mañana —repitió Lilith.

Michael salió de la habitación, caminó unos pasos por el pasillo...
y antes de bajar las escaleras, se giró apenas para verla una última vez.

Lilith se quedó allí, con el corazón latiendo en todas partes.

𝓐t͟a͟d͟o͟ a t͟i͟ ┆ M͇i͇c͇h͇a͇e͇l͇ ͇a͇f͇t͇o͇n͇ ͇Where stories live. Discover now