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Lilith dejó su mochila en el sillón y se acomodó el pelo detrás de la oreja, intentando no parecer tan nerviosa como se sentía.
Michael se quedó de pie unos segundos, mirando alrededor con una mezcla de curiosidad y respeto, como si temiera tocar algo.

—Puedes sentarte —dijo Lilith, señalando la mesa del comedor.
—Ah... sí, claro.

Se sentaron frente a frente. Lilith abrió su cuaderno de historia, pero Michael solo la miró un segundo antes de sacar el suyo.

—Entonces... ¿por dónde empezamos? —preguntó él.
—Por la página veinticuatro. Tienes que entender la parte de las civilizaciones —respondió ella, pasando las hojas.

Michael asintió, pero su expresión decía claramente no entiendo nada.
Lilith suspiró suavemente y apoyó su cuaderno más cerca de él.

—Mira —dijo, inclinándose un poco hacia su lado—. Esto es lo básico: fechas, ubicación y qué hicieron. Si entiendes eso, puedes responder la mitad de las preguntas.

Michael la miró un momento, no al cuaderno... a ella.
Lilith lo notó y retrocedió apenas, sintiendo un calor extraño en las mejillas.

—¿Qué? —preguntó ella, incómoda.
—Nada... es que explicas bien —respondió él, bajando la mirada rápido como si no quisiera que ella lo notara.

El silencio se acomodó entre los dos, suave, casi torpe.
Lilith continuó explicando, señalando partes del texto, y Michael anotaba más de lo que ella esperaba.
Parecía realmente concentrado... aunque cada tanto levantaba la vista hacia ella sin decir nada.

Cuando finalmente terminaron un par de ejercicios, Michael dejó su lápiz y estiró los brazos.

—Ok... creo que mi cerebro murió —dijo él.
Lilith rió bajito.
—Ay, tampoco era tanto.
—Para ti no.

Lilith negó con la cabeza, divertida.
Michael la miró un momento más, esta vez con esa expresión suave que pocas veces mostraba.

—Gracias por ayudarme... de verdad.

Lilith bajó la mirada, sintiendo cómo su estómago se apretaba un poco.
—No es nada... solo estamos estudiando.

Antes de que Michael pudiera responder, se escuchó la puerta principal abrirse.

—¿Lilith? —llamó Giselle desde la entrada.

Lilith enderezó la espalda de inmediato.
Michael también levantó la cabeza, como si acabaran de atraparlo copiando en una prueba.

Giselle entró al comedor... y apenas vio a Michael, se quedó congelada un segundo.

—...¿Tú? —preguntó ella, frunciendo los ojos como si reconociera algo familiar.

Michael también la miró con sorpresa, y luego sonrió, un poco incómodo pero sincero.

—Oh... hola. Sí... yo. Señora Giselle, ¿cierto?

Ella ladeó la cabeza, como confirmándolo en su memoria.

—Tú eres Michael... Michael Afton —dijo finalmente—. El que dejó a Lilith en su casa el otro día.

Lilith se tensó.
Michael también, aunque intentó disimularlo poniéndose de pie con rapidez.

—Sí, ese mismo —respondió él con una risa suave y absolutamente nerviosa—. Solo estábamos estudiando historia.

Giselle lo miró con una mezcla entre curiosidad, sorpresa y esa expresión instintiva de madre que ya vio más de lo que quería admitir.

—Claro... claro —respondió ella, recuperando la compostura—. No esperaba verte tan pronto, pero... es un gusto saludarte de nuevo.

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