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El cielo comenzaba a teñirse de tonos naranjas y violetas mientras el grupo de amigos se acomodaba en un claro del parque. El césped aún guardaba el calor del sol, y el ambiente era bullicioso, lleno de adolescentes riendo, patinando o simplemente pasando el rato. El aire olía a pasto, a papas fritas de algún carrito cercano... y a esa energía propia de los sábados por la tarde.

Lilith llegó un poco más tarde que los demás. Emily la esperaba en una banca, con una sonrisa ansiosa.

—¡Al fin! —dijo Emily—. Ya están todos, vamos.

Al llegar al círculo, el grupo ya estaba formado. Simón, Frederick, Mark, Michael... todos sentados en el pasto, con botellas de soda y risas flotando en el aire. Lilith saludó tímidamente, sentándose entre Emily y una mochila.

La botella giraba. Risas, retos tontos, algún que otro susurro incómodo. Alguien le pidió a Frederick que llamara a su ex, an Emily le tocó ir a bailar al frente del todo el parque. Todos jugaban con entusiasmo... hasta que la botella se detuvo frente a Michael.

El grupo hizo un pequeño alboroto, ya anticipando algo bueno.

—¡Al fin! —dijo Mark—. A ver, Michael... ¿verdad o reto?

Michael desvió la mirada por un momento. Había estado tranquilo toda la tarde, evitando hablar demasiado, solo observando. Tenía los brazos cruzados, el ceño algo fruncido. Al escuchar la pregunta, solo murmuró:

—Reto

Mark sonrió de oreja a oreja. Sin pensarlo demasiado, como si ya lo tuviera preparado, soltó:

—Tenés que pedirle una cita a una chica del parque. Que no conozcas.

Lilith sintió un puñal directo al estómago.

La frase quedó flotando en el aire. Algunos se rieron. Otros se quedaron en silencio, esperando.

Michael no se movió.

—Dale, Michael —insistió Frederick, golpeándole el brazo—. Sos vos, vos podés.

Pero Michael no sonrió. Solo tragó saliva y se levantó con una expresión que no era la de alguien emocionado por un reto. No dijo nada. Su mirada pasó sin querer por Lilith, quien intentó sostenerle la mirada... pero falló. Bajó los ojos enseguida, sintiendo cómo un nudo se le apretaba en la garganta.

Ella lo sabía. Era un juego. Una tontería. Pero no pudo evitar imaginarse a él riéndose con otra chica. Sonriéndole. Diciendo las cosas que... a ella no le había dicho nunca.

Michael caminó con pasos lentos hacia una banca donde un par de chicas charlaban. Desde la distancia, el grupo lo observaba como si fuera un espectáculo. Lilith apretó los dientes.

Él se detuvo frente a una chica de pelo rizado, claramente incómodo. Se tocó la nuca, dijo algo bajito. Ella se rió. Le respondió algo. Michael apenas sonrió. Parecía incluso... molesto de estar ahí. Después de unos segundos, se despidió con un gesto seco y volvió al grupo.

—¿Y? —preguntó Simón, divertido.

—Listo —dijo Michael, sin mucho ánimo. Se sentó, cruzando los brazos. No añadió nada más.

Lilith apenas pudo ocultar la punzada en el pecho. Su garganta estaba cerrada. No quería mirar a nadie. Ni a Emily, que la observaba de reojo. Ni a Michael, que parecía más serio que antes. Se sentía invisible. Y tonta. Tonta por sentirse así por algo tan estúpido como un juego.

El grupo siguió jugando. Pero para Lilith, ya nada sonaba igual. Las risas eran lejanas, como si estuviera bajo el agua.

"¿Por qué te afecta?", se preguntó. "No te gusta. ¿O sí?"

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