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El silencio entre Lilith y Michael era espeso, pero no incómodo. Era de esos silencios que parecen sostener algo más, como si las palabras que no se dicen pesaran más que las que se dicen en voz alta.

Michael se había sentado al lado de Lilith, no demasiado cerca, pero lo suficiente como para que sus hombros casi se rozaran. Ella tenía las manos entrelazadas sobre las piernas, mirando al suelo, mientras él la observaba de reojo.

—Tu cuarto está lleno de libros —dijo él, rompiendo la tensión con una sonrisa leve, señalando una pequeña estantería cerca de la pared.

—Me gusta leer —respondió Lilith, encogiéndose de hombros—. Me ayuda a no pensar.

—¿Y en qué preferís no pensar?

Lilith iba a responder, pero justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe sin previo aviso.

—¡Lili! —dijo Olimpia, entrando con un peluche en la mano—. No puedo dormir, ¿podés venir conmigo?

Michael se irguió de inmediato, apartándose levemente, mientras Lilith giraba la cabeza, sorprendida.

—Oli, ¿qué hacés levantada? —preguntó ella con suavidad, aunque algo nerviosa.

—Escuché una voz. Pensé que estabas hablando con la abuela —dijo Olimpia, frotándose un ojo.

Michael se aclaró la garganta, incómodo.

—Hola, Olimpia... —saludó, con una sonrisa medio forzada.

La niña lo miró con desconfianza. No respondió.

—Es un amigo —aclaró Lilith—. Ya va a irse en un ratito.

—¿Podés venir igual? —insistió Olimpia, sin quitarle la vista a Michael—. Me da miedo la ventana.

Lilith asintió, poniéndose de pie.

—Dame un segundo, ¿sí?

Michael se levantó también, ya en la puerta.

—Mejor me voy. Ya es tarde —dijo, mirando a Lilith con una expresión neutra, aunque sus ojos parecían decir algo más.

Lilith caminó con él hasta la puerta de entrada. Olimpia los siguió de cerca, aferrada a su peluche.

—Gracias por quedarte... y por no hacerlo incómodo —dijo Lilith en voz baja.

Michael asintió. La luz del pasillo le daba un tono dorado a su pelo castaño.

—Gracias a vos por dejarme.

Ella abrió la puerta y él salió. Al cruzar el umbral, se giró apenas.

—Nos vemos el lunes... o antes.

—Sí —dijo Lilith.

Michael sonrió y empezó a alejarse por la calle silenciosa.

Lilith cerró la puerta con cuidado. Olimpia seguía ahí, mirándola fijamente.

—¿Ese es tu novio?

—No, Oli.

—Pero quiere.

Lilith suspiró, revolviéndole el cabello.

—Ya,ya a dormir

Olimpia rió bajito, y juntas desaparecieron en el pasillo hacia las habitaciones.

___________

Lunes por la mañana.

El sonido de la alarma no fue lo primero que despertó a Lilith. Fue la luz que entraba por la ventana, el tono grisáceo de un cielo nublado, y el leve murmullo de pasos fuera de su habitación. Olimpia, probablemente ya vestida, como siempre.

Lilith se levantó con algo de pesadez. La noche anterior no había dormido tan bien. Y aunque la visita de Michael seguía dándole vueltas en la cabeza, no podía terminar de entender qué era exactamente lo que sentía. Nervios. Vergüenza. ¿Curiosidad?

—Buenos días —saludó al entrar a la cocina, con voz baja.

—Buenos días, amor —respondió Giselle, ya lista para irse al trabajo, tomando el último sorbo de café.

Olimpia alzó una mano desde la mesa, comiendo cereales con leche y una tostada.

—Hoy tengo taller de arte —le dijo a Lilith, con orgullo.

Lilith sonrió débilmente, acariciándole la cabeza al pasar.

—Suerte con eso.

Después de una ducha rápida y ponerse el uniforme, Lilith salió de casa sin desayunar. El camino al colegio no le pareció largo, aunque en realidad no recordaba bien cómo había llegado. Tenía la cabeza llena. Emily. Michael. El grupo. ¿Iba a ser raro?

Ya en el colegio, mientras caminaba por el pasillo principal hacia su casillero, la reconocible voz de Emily la sacó de sus pensamientos.

—¡Lilith! —exclamó Emily, corriendo hasta alcanzarla—. ¡Te tengo que contar algo!

—¿Qué? —preguntó Lilith, aún medio dormida.

—¡Michael! —susurró Emily, pegándose más a su amiga—. Me contó Simón que ayer llegó a la casa diciendo que había tenido "una noche rara". ¡Y eso fue contigo!

Lilith sintió cómo la cara se le encendía. Intentó disimularlo, bajando la mirada al abrir su casillero.

—No pasó nada raro —dijo, casi en un murmullo.

Emily se cruzó de brazos, divertida.

—Ahá. Y entonces por qué tenés esa cara de "quiero morirme y desaparecer".

Lilith se rió por lo bajo, empujándola suavemente con el hombro.

—No sé, no fue incómodo, pero... estuvo cerca. No sé qué le pasa.

—¿Te gusta? —preguntó Emily directo, sin filtros.

Lilith se quedó en silencio.

Antes de que pudiera responder, la campana sonó con fuerza.

—Ugh, historia —dijo Emily—. Después me contás más. No vas a escapar de esto.

Ya sentadas en clase, el grupo entró casi al mismo tiempo. Michael iba hablando con Mark, con su mochila colgada de un solo hombro. Cuando pasó al lado de Lilith, no dijo nada... pero bajó la mirada un segundo. Lilith sintió ese mismo nudo en el estómago.

—¿Viste eso? —susurró Emily, divertida.

Lilith no respondió.

Pero sí lo había visto.

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