Y lo que es más curioso aún: ¿por qué insiste en tenerme a su lado por mucho que yo no pertenezca a una de ellas?, ¿es por la necesidad de evitar la endogamia?, ¿hasta ese punto llega su secta?

—¿Todos sois parte de una de las 7 familias?

—No, Coleman, no, la historia de Coleman es complicada.

—Y no me la vas a contar, ¿verdad? —Ni siquiera sé por qué lo entono en forma de pregunta, no cuando ya le cuesta hablar de él como para hablar del resto.

—¿Algo más, Sissi?

—Sí —Soy incapaz de callarme antes de lo debido—. ¿Quién fue Harper Sellers y por qué Sadie parece la culpable de ello?

Sus ojos se oscurecen y los abre de par en par, como si le hubiera pillado desprevenido del todo, como si hubiera sacado un secreto que ya estaba más que enterrado a coalición y no hubiera tenido tiempo para prepararse e inventar una máscara de esas suyas.

Uno de sus ojos tiembla, como si tuviera un tic nervioso y de forma instintiva parece tentado a repasarse la cicatriz del cuello.

Fuera lo que fuese, él había tenido algo que ver, Sadie estuvo presente y esa herida cierra el círculo de un misterio que acabo de descubrir y del que seguramente me cueste horrores conocer su significado.

—Te llevo a casa. —Parece tenso y no sé ahora mismo hasta qué punto forzar la maquinaria.

—¿Fue tu culpa?

—No, pero quizás no hice lo suficiente y por eso Sellers me odia; entre otras cosas.

Entre otras cosas.

Me quedo con ese pensamiento intrusivo, pero no indago en ello, no puedo cuando me queda en claro que Harper Sellers, la hermana pequeña de Harrison, había sido asesinada.

¿Hasta qué punto Nash tenía la culpa, era la razón de aquel suceso o había hecho poco respecto a lo que podía?

—¿Y la cicatriz?

—Yo me salvé, ella no corrió esa suerte.

—Entonces fue Sadie.

—¿Qué te hace pensar eso?, ¿sabes que es una acusación jodidamente fuerte? —Se mueve con rapidez, atrapándome bajo su fornido cuerpo y la pared, enjaulándome con un brazo, mientras que el otro lo mantiene en su cadera. Por mucho que quiera escapar, sé que él lo impediría de forma primitiva, de forma cruel y despiadada y no para conseguir algo carnal—. ¿Qué te hace creer que mi gente es una asesina, Silvana?

Aprieto la quijada y le planto las manos en los pectorales, alejándolo lo suficiente de mí para poder respirar algo más que su aroma, o al menos en un intento fallido de ello.

—Los moratones que esa hija de puta dejó en mis muñecas me obligan a sospechar, cuando Harrison me habló de Harper no tuve apenas dudas, pero es que tu actitud de mierda ya me está dando una respuesta no hablada.

—Estás equivocada y no deberías meterte en asuntos de la man- de los míos.

—Pues déjame en paz y no vuelvas a acercarte a mí si no estás dispuesto a esclarecer todo lo que tenga que ver contigo, incluso si se trata de un puto asesinato. No me busques y me reclames de forma arcaica si tu respuesta fácil será un «ni ti mitis in isintis di lis míis». ¡Estamos hablando de una puta muerte!

—Maldita descarada...

—¿Y?

—¡Fue un accidente! —gruñe con frustración. Creo que lo dice sinceramente, pero no estoy segura de que eso sea todo.

Wild life.Where stories live. Discover now