Violet solo quería estar con Newt, pero el Laberinto guarda un secreto más oscuro que los Grievers. WICKD no la envió para salvar a la humanidad, sino para completar su transformación convertirla en la Reina. Y la traición más dolorosa vendra de su...
Sartén tenía razón. Violet también extrañaba el Área. Con una claridad que casi dolía, recordaba aquellas mañanas en que Newt la despertaba a regañadientes, arrastrándola casi de la cama para ir a trabajar. Las bromas pesadas que ella e Iván le gastaban a Alby o a Gally, riendo hasta que les dolían los costados. Las noches tranquilas mirando las estrellas con Chuck, tumbados en la hierba, hasta que Minho los encontraba dormidos y, refunfuñando, los mandaba cada uno a su cabaña. Incluso extrañaba sus peleas con Alby, su desesperación por entrar al laberinto, y aquellas fogatas donde, por un rato, podían olvidarse de todo y reír como locos. Eran recuerdos de una vida que, aunque enjaulada, tenía un orden, una rutina, una comunidad. Ahora solo tenían el frío, el miedo y la duda de que podría pasar en el mañana.
Thomas, incapaz de soportar el peso de los recuerdos y la culpa, se levantó en silencio y se alejó del círculo de luz, buscando la soledad de la noche.
—Ya vuelvo —le susurró Newt al oído de Violet, depositando un beso suave en sus labios. Se levantó, dejando su mochila junto a ella, y fue a seguir a Thomas.
Violet observó cómo Teresa, a su lado, se había quedado aún más callada, su expresión era un pozo de pensamientos profundos y preocupaciones. La pelinegra extendió la mano y tocó suavemente el brazo de Teresa, haciendo que esta volviera de sus pensamientos y la mirara.
—Estaremos bien —le dijo Violet, y aunque las palabras sonaban frágiles en el aire de la noche, en sus ojos había una chispa de determinación, un intento de fe no solo para Teresa, sino para sí misma.
Era una promesa vacía, quizás, pero en ese momento, rodeadas de frío y de pérdida, era lo único que tenían para aferrarse.
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El sol brillaba con toda su fuerza, aunque faltaban solo unas horas para que se escondiera. Habían logrado salir de la ciudad y las montañas se veían cada vez más cerca, pero el agua se les había terminado y la mayoría sufría por la sed. Violet arrastraba los pies mientras caminaba junto a Minho, quien intentaba sacar hasta la última gota de su botella vacía. Solo consiguió una gota que apenas le mojó los labios secos. Frustrado, lanzó la botella lejos y siguieron caminando con pesadez.
Cuando llegó la noche, no encontraron ningún lugar donde refugiarse, así que no les quedó más opción que acostarse en círculo directamente en la arena, usando sus mochilas como almohadas. Violet se acurrucó entre los brazos de Newt, buscando el calor del otro bajo el cielo frío. Aunque el día había sido caluroso, la noche les traía un frío que se les metía hasta los huesos.
Algo despertó a Thomas, quizás la incomodidad de dormir en la arena. A lo lejos, entre la oscuridad, alcanzó a ver unas pequeñas luces titilando. Se frotó los ojos con fuerza, pensando que era un efecto de la sed y el cansancio, pero las luces seguían ahí. Sin perder tiempo, comenzó a despertar a los demás con movimientos urgentes.