Violet solo quería estar con Newt, pero el Laberinto guarda un secreto más oscuro que los Grievers. WICKD no la envió para salvar a la humanidad, sino para completar su transformación convertirla en la Reina. Y la traición más dolorosa vendra de su...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Chapter five: El laberinto
LLEVABA LA CUENTA precisa, 247 días desde mi llegada forzosa al Área. Me habían asignado a trabajar en los huertos, un edén en miniatura bajo la supervisión constante de Newt. Alby, el jodido líder, se aseguraba con una vigilancia casi paranoica de que mis ansias de explorar el laberinto permanecieran frustradas. Lo intenté, claro que lo intenté, un par de veces, sintiendo la llamada oscura de esos muros imponentes, pero el Pozo, esa celda improvisada, se convirtió en un recordatorio demasiado efectivo de los límites impuestos. Al final, tuve que ceder, al menos por ahora.
Hice un nuevo amigo, Iván. Era corredor, uno de los pocos que se atrevían a desafiar la sinuosa geometría del laberinto cada día. Era agradable, con una sonrisa fácil y una determinación silenciosa que admiraba. Sin embargo, notaba la sombra de desaprobación en los ojos de Newt cada vez que me veía charlar con él. Sospechaba que Newt temía que Iván me ayudara a escapar, que alimentara mis peligrosas ideas de adentrarme en ese laberinto mortal. Sinceramente, nunca le pregunté directamente a Newt; prefería no remover esa inquietud latente entre nosotros.
Hablando de Newt, nuestra relación había florecido de una manera inesperada. Desde que empezamos a trabajar juntos en los huertos, tras las dichosas pruebas de "aptitud laboral" donde inexplicablemente destaqué en el cuidado de lechugas, nos habíamos vuelto inseparables. Él me explicaba pacientemente las cosas que aún no entendía de este extraño lugar, y compartíamos la misma cabaña. No, no dormíamos en la misma cama, por si acaso alguien se lo preguntaba. Newt había encontrado una vieja hamaca y la había colgado en un rincón, convirtiéndola en su santuario nocturno. La mayoría de las noches las pasábamos hablando hasta que las palabras se desvanecían en el sopor, compartiendo trivialidades y risas en la oscuridad hasta que el sueño nos vencía a uno de los dos.
Hoy, el día tenía una extraña cualidad opaca, el cielo cubierto de nubes grises. Según Newt, solo había llovido una vez desde su llegada al Área, un evento lo suficientemente inusual como para grabarse en su memoria.
-Tenemos que empezar a recoger las cosas- dijo Newt, tomando una canasta de mimbre a mi lado. Su tono era tranquilo, pero había una urgencia tácita en sus movimientos-. Lloverá pronto.
-¿Cómo lo sabes?- pregunté, levantando la vista hacia el cielo amenazante. Y justo en ese instante, las primeras gotas gordas comenzaron a caer, salpicando la tierra seca. Junto a Newt, nos pusimos manos a la obra, recogiendo las herramientas y las cestas a toda prisa, buscando refugio en el comedor antes de que el cielo se desplomara sobre nosotros.