1. La bruja del vecindario.

7.9K 420 78
                                    


El tejado de mi casa siempre me sienta bien para pensar, es tranquilo, silencioso, relajante y a la vez lleno de vida. Es el lugar perfecto para llevar una vida normal como la que debí llevar siempre.

Pero, nada es color de rosa, nada ni nadie es perfecto. Un ruido de vidrios quebrándose me hizo salir de transe y sentarme en el tejado de mi casa de un salto. Miré hacia ambos lados el amplio paisaje que se mostraba ante mis ojos, incluyendo la cuadra de la otra calle y nada pude visualizar que me hiciera molestarme por ese ruido que me sobresaltó.

- ¡Macky! - oí la voz de una pequeña niña que mis oídos reconocieron en el primer instante.

Tomé mi reproductor y bajé del tejado pasando por mi habitación, la sala de estar y llegar al fin a las escaleras. Las bajé casi tropezando con mis propios pies y abrí la puerta con una amplia sonrisa.

- Hola pequeña- saludé a Skylynn.

Skylynn era una tierna niña rubia de ojos marrón claro, hermana de unos tipos que viven justo frente a mi casa.

- Macky ¿Podrías devolverme mi pelota? Es que por accidente yo...- susurró sus últimas palabras.

- Claro Sky ¿Sabes en donde calló? - sonreí con amabilidad.

- En tu habitación, siento haber roto tu ventana- bajó su mirada y me incliné para verla a sus lindos ojos.

- No te preocupes, pero ¿Cómo es que una niña tan pequeña pudo lanzar una pelota a la segunda planta de una casa?

- Tengo músculos- dijo enseñándome sus delgados y algo pálidos brazos.

Reí.

- ¿Me acompañas a buscar la pelota?

- Si- respondió dando saltitos.

- ¡Skylynn! - Escuchamos un grito- ¡ven aquí ahora!

- ¡Voy a buscar la pelota, hermano! - gritó la niña de vuelta.

- ¡Yo puedo comprarte una nueva, no te preocupes!

Me puse de pie viendo como el idiota caminaba hacia aquí para buscar a Skylynn.

- Macky me iba a pasar la pelota, Nash- dice la niña con la voz entristecida. ­

- No era necesario, ahora ve con mamá que te está llamando- le apuntó a la entrada de su casa.

Ella con lágrimas en los ojos empujó a su hermano y salió corriendo.

- ¡Oye que te pasa, es sólo una niña! - lo encaré de inmediato saliendo hasta el ante jardín para mirarlo a la cara.

- ¡Tú no te metas en lo que no te importa, Mackenzie! - me gritó.

- ¡Si me importa y más de lo que crees!

- ¡Pues no deberías después de lo que pasó, ya no tienes ningún tipo de relación, ni conmigo, ni con mi hermana! - dijo acercándose a mí y haciéndome retroceder hasta quedar contra la pared.

- ¡Tu hermana no tiene nada que ver con lo que pasó, imbécil!

- ¿Qué pasa? - dice mamá asomándose por la puerta.

Nash la miró y luego a mí.

- Quedas advertida Mackenzie, la próxima vez no respondo- dijo para luego marcharse rápidamente.

La euforia recorrió mis venas hasta mi cabeza y corazón. No soportaba más estar en este vecindario, cada día hay un conflicto conmigo y alguna gentuza que vive cerca de mí. Me sobran las ganas de contestarle a Nash con respecto a lo último que me dijo, pero prefiero aguantármelas para no hacer este problema peor de lo que ya es.

- Tranquila hija, ya falta poco - me tranquilizó mamá.

Suspiré.

- Siento haberte despertado.

- No importa, entra ya y dime como empezó todo- me abrazó por los hombros y entramos a la casa.

- Skylynn, rompió el vidrio de la ventana de mi habitación, le dije que no importaba y que fuéramos por la pelota, pero entonces llegó Nash, le gritó, la niña casi llora y terminamos discutiendo- la abracé.

- ¿Cómo pudo Skylynn romper el vidrio de tu habitación siendo que está en la segunda planta?

- Pues lo mismo me pregunto mamá- musité.

- Tal vez alguien lo hizo a propósito susurró mamá.

- Mejor no me digas nada, no quiero más razones para odiarlo- dije a punto de quebrar en llanto.

- Lo siento hija, solo dos meses más.

Y sin poder controlarlo, lloré en su hombro.

Me pregunto por qué mi mamá no me defiende en los conflictos que tengo con los chicos, pensé. Pero... sé que obtendría la misma respuesta de siempre; «no me gusta entrometerme en temas de adolescentes». Fin del cuento.

Imagina tú vida tornarse color de hormiga a los 13 años, y luego vivir con ese color unos tres años más. Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina... es mortal, y yo sé bastante de eso. Mis días son aburridos, aunque bastante relajantes... demasiado. No tengo amigos, no tengo padres comprensivos, no tengo novio. Tal vez debería contar algo de mi pasado.

...no podía ni quería dejar de mirar esa sonrisa, blanca como las nubes, con unas pequeñitas arrugas adornando sus brillantes y tiernos ojos alrededor, y ese cabello... suave y rubio, todo me gustaba en él. Si, así es...

Sam Wilkinson es mi ex novio.

Luego de pensar ciertas cosas, bajé a comer algo, mi estómago gruñía, pero mamá me pidió ir a comprar algo para el almuerzo. Por lo que aproveché para pedirle dinero y comprar esas gomitas en forma de osito que tanto me gustan, y que también le gustan a Jack Gilinsky y a Matthew; Sour Cand. Recordando eso, tuve una gran idea, la verdad no era tan grandiosa, pero me parecía divertida.

Caminé por la cuadra hasta llegar a un local cercano, compré lo encargado por mamá y mis adorados Sour Cand. Al salir del local, solo esperaba encontrarme con alguno de los dos chicos mencionados anteriormente y para mi suerte vi a Matthew del otro lado de la calle.

Le dirigí la mirada más penetrante que pude, pero no dio resultado, él se mantenía ocupado con otra cosa. Ya rendida miré mis golosinas de manera hambrienta y comencé a caminar metiendo una mano dentro del envase. Pero de pronto un grito me hizo salir de mi sueño de frutas gomitescas y peludas, un grito de advertencia.

La desterrada  ›  Old MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora