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Beom Seok pov

Me senté detrás del chico serio, con un poco de miedo en el pecho. Apenas apoyé la mochila, sentí que algo me golpeó el brazo: era un lápiz. Levanté la vista y vi al cejón mirándome fijo. Después, con un gesto rápido, señaló al pibe serio de adelante.

Yo tragué saliva, inseguro, y asentí despacio. Pasé unos segundos mirando la nuca del de adelante, hasta que, con la mano temblorosa, apoyé el narcótico contra su cuello.

El chico serio se dio vuelta enseguida, con una mirada asesina que me heló la sangre.

—¿Qué mierda hacés? —soltó con bronca contenida.

—H-había un mosquito en tu cuello... p-perdón —balbuceé, apenas capaz de sostenerle la mirada.

Él siguió observándome, los ojos oscuros llenos de desconfianza, hasta que resopló y volvió a darse vuelta.

Yo, con el corazón latiéndome a mil, giré la cabeza hacia el cejón. Él me miraba desde el banco de al lado, y levantó el pulgar con una sonrisa socarrona, como si lo que acababa de hacer fuera un logro.

El chico serio salió del salón tambaleando, como si estuviera mareado. Yo me quedé helado, la panza hecha un nudo. No sabía qué carajo le iba a pasar, ni si lo que había hecho podía matarlo.

Al rato volvió, se sentó y se quedó mirando su hoja como si nada... pero algo en su mirada estaba raro, demasiado fijo, demasiado vacío.

De repente, sin previo aviso, empezó a darse cachetadas,Una,dos,tres tantas veces y tan fuertes que el sonido retumbaba en todo el aula. Su cara se enrojecía con cada golpe, hasta que quedó marcada.

El pibe de adelante, el mismo que días antes había frenado la pelea, se dio vuelta preocupado. Lo miraba como si no entendiera qué estaba viendo. En cambio, el cejón, desde atrás, soltó una risita nerviosa, pero se notaba en sus ojos que estaba asustado.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasa, nene? —preguntó la profesora, con esa voz cargada de falsa preocupación que usaba siempre, como si le importara de verdad.

El chico serio levantó apenas la mirada, sudando, con la cara toda roja.

—No es nada —contestó con voz ronca, intentando sonar firme, aunque apenas podía controlar el temblor en sus manos.

Yo me quedé quieto, sin respirar. Sentía que en cualquier momento se iba a desmayar ahí mismo... o algo peor

Pasó un rato y parecía que el chico serio empezaba a sentirse mejor. Un compañero empezó a dictar las respuestas de la prueba y todo estaba tranquilo... hasta que de golpe, ¡paf! golpeó la mesa con una furia tremenda.

El ruido retumbó en el aula. Todos lo miramos sin excepción. Yo me congelé cuando levantó la cabeza: sus ojos estaban rojos, llenos de bronca, como si quisiera prender fuego a todo.

—E-ehm... no es lo que pensás —alcancé a balbucear, temblando.

Pero ni me registró. Agarró una lapicera, se paró y fue directo hacia el cejón y sus dos amigos. Sin pensarlo, levantó un libro y se lo estampó en la cara al cejón. Otro de los pibes recibió una lapicera clavada en la mano

Después empezó a reventar al cejón con el libro, una y otra vez, sin parar. Yo lo miraba horrorizado. ¿Me iba a hacer lo mismo a mí? El corazón me latía tan fuerte que me dolía.

Lo envolvió con la cortina como si fuera una bolsa y siguió golpeándolo hasta hacerlo sangrar. El cejón cayó al piso, la nariz rota, la cara llena de sangre.

—Fui re amable.. Te lo repetí mil veces —rugió, descontrolado, levantando el pie para pisarle la cara.

En ese momento, el otro pibe —el que había frenado la pelea días atrás— lo empujó.

—No cruces la línea, ¿mmh? Ya fue suficiente.

El chico serio lo miró con una furia tan aterradora que un escalofrío me recorrió toda la espalda. Pero lo raro fue que el otro... sonrió.

—¿Y vos qué? —dijo el serio, fastidiado.

—¿Yo? Soy como tu ángel guardián... que justo estaba echándose una siesta —contestó, tirándole un avioncito de papel y riendo bajito.

—¿Te da risa? —preguntó con una mueca aterradora.

—Fue gracioso —respondió en voz baja, pero lo suficientemente fuerte para que todos lo escucháramos.

El chico serio agarró su cartuchera y se la tiró a la cabeza. Después levantó una silla y trató de pegarle, pero fallaba una y otra vez.

—Ya está, calmaté, ¿sí? Si no me vas a obligar a lastimarte, y no quiero hacerlo —le dijo tranquilo, casi como si estuviera viéndolo con cariño en vez de asustado.

¿En serio? ¿Por qué mierda lo provocaba así? ¿No veía lo aterrador que era?

El chico serio volvió a intentar, pero esta vez el otro se defendió: lo golpeó, lo justo para frenarlo sin hacerle daño.

—Te dije que pararas cuando todavía podías —le dijo, recomponiéndose.

—¿Quién Mierda sos vos para decirme qué hacer? —le contestó, cansado, jadeando.

Se miraron fijo a los ojos. Uno con pura furia... el otro con algo raro, distinto. ¿Era cariño? No sé. Pero lo parecía.

El chico serio levantaba de nuevo la silla cuando entró la profesora.

—¡¿Qué hacen?! —preguntó ahora sí con verdadera preocupación.

—¡Ey, bájala! ¿Qué te pensás que hacés? —dijo el otro, como queriendo salvarlo.

—No es cierto, preceptora, estaba deteniendo una pelea... pero casi me reviento con la silla —respondió, señalándolo.

—Me disculpo, preceptora. No va a volver a pasar. ¡Dale, disculpate! —le exigió al chico serio, mirándolo directo a los ojos

El otro chico lo miró confundido, como si no entendiera por qué tenía que disculparse.

—¡Rápido! —le repitió con firmeza.

El chico serio apretó los dientes. La profesora esperaba con cara de enojo, pero él no dijo nada. Me miró a mí por un segundo... y sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Su mirada era tan intensa que bajé la vista enseguida, temblando.

Sin contestar, agarró sus cosas de golpe y salió del aula. Se escuchó cómo empujaba la puerta con fuerza, haciendo un ruido que dejó todo el salón en silencio.

Yo lo seguí con la mirada hasta que desapareció por el pasillo. Después escuché el agua del baño a lo lejos... seguramente lavándose la cara.

El chico que antes lo había frenado se recostó en su silla, suspirando.

Yo no dije nada. Me quedé quieto, con la cabeza gacha. Todavía me temblaban las manos.

Qué semanita la mía: un "amigo" medio raro, un pibe que me odia y otro que piensa que soy gay... ¡Por un roce de labios que encima fue sin querer!

Pasaron algunos días. Lo vi sentado estudiando y pensé en pedirle perdón, pero... ¿y si reaccionaba mal? Con él nunca se sabía.

De golpe, los dos amigos del cejón se acercaron a su mesa.

—Eu, pelotudo, te veo a la salida —dijo uno con fastidio.

—Ayer me agarraste con la guardia baja, hoy te voy a cagar a palos —agregó el que todavía tenía la mano vendada por la lapicera.

El chico aterrador los miró fijo, como si no le importara nada.

—Vamos ahora —respondió seco, levantándose. Se fue sin mirar atrás, y los dos lo siguieron.

Yo me quedé quieto, con el corazón acelerado, y después me fui al comedor. Quería un poco de paz, un almuerzo tranquilo sin quilombos... pero apenas entré lo vi.

El chico del baño. Ese que todavía me daba pesadillas.

—Ey, Beom Seok ¿no? —me dijo sonriendo de forma extraña, como si nada—. Hace tiempo que no te veía...

Sentí que la bandeja me pesaba el doble.

༺☆But I'm a mess☆༻Where stories live. Discover now