| D ᴜ ᴇ ʟ ᴏ s |

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Abrí los ojos despacio, sintiendo el vaivén suave del barco. Lo primero que noté fue un peso tibio, suave y ligero sobre mi cuello. La nutria estaba ahí, acurrucada, con su respiración lenta y acompasada. Tenía las patitas delanteras juntas, como si abrazara un sueño, su pelaje tibio y sedoso bajo mi mano.

Le pasé la mano con cuidado por la cabeza, acariciando entre sus orejas, sintiendo cómo se relajaba aún más.
—Me pregunto si está bien... —susurré— tener algo propio... Cuidarlo.

¿Podría?
¿Qué comía una nutria? ¿Pececitos? ¿Mariscos? ¿O cualquier cosa que pudiera encontrar?
No sabía nada sobre nutria... pero sabía que quería intentarlo.

Ante mis caricias, su cuerpo se estiró perezosamente, las patitas traseras temblaron un poco, y soltó un suspiro tan humano que casi me hizo reír. Disfrutó de las caricias hasta que sus ojitos se abrieron lentamente, mirándome con una expresión que parecía decir “no pares”.

—Vamos...—dije con una sonrisa— es hora de comer.

La tomé en brazos y salimos a cubierta. El aire salado y fresco de la noche nos envolvió.

La cubierta estaba tranquila bajo el cielo estrellado, el mar apenas murmuraba en olas suaves contra el casco. Las lámparas de aceite del barco dibujaban un brillo cálido en la madera húmeda por la brisa salada.

—¿Listo para la cena? —preguntó Caelum, con una media sonrisa mientras ajustaba su abrigo oscuro.

—Claro... aunque hace tiempo que no me toca una mesa tan llena —respondí, siguiendo su paso.

Por un momento caminamos en silencio, escuchando el crujido de la madera. Caelum, con esa calma suya, se apoyó en la barandilla y me miró de reojo.
—No sé si alguna vez te lo dije... pero la primera vez que te vi, pensé que no durarías ni una semana en el barco.

Sonreí, ladeando la cabeza.
—Supongo que Garp se encargó de demostrar lo contrario... aunque no de la forma más agradable.

El recuerdo se formó tan nítido que casi pude oler la sal y sentir el agarre férreo en mi nuca...

☽︎☾︎

Garp me soltó recién cuando el barco dejó la isla. Ni siquiera me dio tiempo de procesar lo que estaba pasando. Me preocupaba... nunca había pensado que podría sacarme así de la Villa Foosha. El sistema seguía en silencio, como si no tuviera nada que decir al respecto.

Me colocó frente a un grupo de niños, todos mayores que yo. La mayoría tenía esa postura firme y la mirada de alguien acostumbrado a la disciplina de la marina.

—Él es mi nieto. Está aquí porque necesita disciplina y entrenará con ustedes —anunció Garp, dándome una palmada en la espalda que casi me hizo tropezar. Y sin más, se marchó, dejándome rodeado de miradas curiosas y un par de sonrisas burlonas.

No sabía cómo reaccionar. Algunos me observaban con los brazos cruzados, otros cuchicheaban entre sí. Claramente, ninguno esperaba que el “nieto del vicealmirante Garp” apareciera así de repente.

Un chico alto, con el cabello perfectamente peinado hacia atrás y expresión seria, se me acercó primero.
—Soy Víctor —dijo, midiendo sus palabras— El vicealmirante Garp dice que eres su nieto, así que... supongo que deberíamos llevarnos bien. No te preocupes, puedo ayudarte a ponerte al día con el entrenamiento.

Su tono sonaba amistoso, pero había algo en él... un toque de condescendencia, como si ya me hubiera catalogado como el novato al que tenía que cuidar. Aun así, me llevó junto al grupo, señalándome el área de entrenamiento, las reglas y los horarios.

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