❝Haré que la eternidad conmigo valga la pena, no te preocupes por eso❞
Kim Taehyung, un shinigami, tiene una sola misión: matar a Min Yoongi, un empresario insoportable que nadie va a extrañar. Solo hay un obstáculo: Jeon Jungkook, su misterioso may...
—Entendido —Taehyung se quedó muy quieto mientras Jeon Jungkook aplicaba el ungüento.
Se preguntó qué estaría más frío, si la pomada o la piel del demonio, pero no pudo llegar a una conclusión acertada. Especialmente porque los dedos de Jungkook se contagiaron del calor de sus propios brazos y ahora el contacto no era tan desagradable como lo había sido en un inicio. En realidad, aunque jamás lo admitiría en voz alta, estaba empezando a disfrutarlo.
—Te dejaré con vida —el corazón de Taehyung volvió a latir de forma frenética. Antes de que pudiera emocionarse demasiado, Jungkook puso una mano contra su pecho—, pero no matarás a Min Yoongi.
—No puedo regresar si no cumplo con los requisitos del caso—respondió, aunque no estaba en posición para reclamar—. Me matarán.
Jungkook cerró los ojos con fuerza, exasperado, y miró a Taehyung con un odio absoluto que tenía la fuerza de cada círculo del infierno. Sus ojos echaban llamas vivas y estaba claro que su paciencia y piedad no durarían mucho más. Taehyung decidió que no volvería a cuestionarlo si quería conservar su vida.
—Tienes tres opciones —le dijo, retirando la mano de su pecho y levantando tres dedos—. Puedes dejar que te asesine yo en esta misma cocina, en este preciso momento. Puedes bajar al infierno y decirles a las ratas de tus superiores que no cumpliste con los requisitos del caso, y morir en manos de los tuyos. O puedes quedarte aquí y hacer lo que yo te diga. Si tenemos en cuenta que mencionaste no querer morir hace un segundo, creo que tu decisión debería ser obvia.
Taehyung preferiría no tener opciones. Se sentía como eligiendo su propio ataúd previo al funeral. Toda la situación le parecía ridícula y la repentina solidaridad de Jeon Jungkook era algo que no se terminaba de creer. Los demonios no eran piadosos. Así como iba en contra del reglamento de los shinigami perdonar una muerte, era inconcebible para un demonio dejar escapar a una presa. No está dejándote escapar, se recordó a sí mismo con pesar, te está atando con cadenas nuevas.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó a regañadientes y Jungkook le devolvió una gran sonrisa.
—No confío en ti, pero tengo un plan que puede beneficiarnos a todos —escondió las manos tras su espalda y empezó a caminar por la cocina, alrededor de la encimera, sin despegar la mirada de Taehyung—. Seguirás siendo el mayordomo de la señora Min Yoona. Se ve que es un trabajo que te sienta bien.
Taehyung no rechistó. Ser mayordomo no era una tarea que lo emocionara precisamente, pero era mejor que cualquier otro castigo que se le hubiera podido ocurrir a Jeon Jungkook.
—Está bien.
—Aguarda —levantó un dedo para callarlo—, no he terminado aún. Durante el día, estarás bajo el cuidado de la señora Min, pero necesito una alternativa para tenerte vigilado por la noche —dejó de caminar y se detuvo a unos dos metros de Taehyung. Lo analizó desde los pies hasta el pecho desnudo y levantó una ceja—. Dormirás conmigo. Terminarás con tus tareas como mayordomo y luego vendrás aquí. Pasarás la noche en la mansión y te marcharás otra vez antes de que salga el sol.
Tuvo que morderse la lengua para no quejarse a viva voz. La mansión de Min Yoongi estaba en una zona recóndita de Londres, mientras que la casa de su señora se ubicaba en la parte comercial de la ciudad. No es que le costara llegar de un punto a otro si usaba atajos, como saltar de techo en techo, pero es cierto que los shinigami eran criaturas de lo más perezosas y el trabajo físico sí que era tortura en cierto grado para Taehyung. Además de que ya había confirmado que la presencia de Jeon Jungkook lo ponía nervioso, por lo que intentar dormir sería un suplicio. Tomó aire antes de responder.
—Está bien.
—No es suficiente —dijo Jungkook después de que Taehyung pronunció la última palabra. Le hizo un gesto con la mano para indicar que se acercara—. Ven aquí.
Taehyung tampoco confiaba en Jeon Jungkook. Solo los imbéciles que hacían un trato con ellos eran lo suficientemente maleables como para depositar su confianza en un ser tan depravado y astuto como lo eran los demonios. Min Yoongi debió estar desesperado, así como Taehyung en este preciso momento. No tenía más opción, así que dio un paso hacia Jeon Jungkook. Antes de que pudiera dar el segundo, escuchó un estruendo a sus espaldas y la habitación se hundió en una penumbra absoluta. Al girarse, se encontró con el portavelas en el suelo siendo iluminado por la escasa luz de la luna que se colaba por el ventanal. Sintió un pavor indescriptible al volverse y no ver al demonio por ningún lado.
La pregunta sin pronunciar fue respondida de inmediato. Taehyung ya tenía el nombre de Jungkook en sus labios cuando sintió una presión en sus hombros. Uñas largas clavándose en su carne y un aliento cálido como el fuego infernal chocando contra su oreja. A sus pies, un humo negro empezaba a arremolinarse y una fragancia dulzona bailó contra sus fosas nasales. Taehyung tosió, pero la respiración quedó atrapada en su garganta al escuchar esas palabras arrastradas con una voz que bien pudo haber sido del mismísimo Belcebú, si no supiera ya la identidad del monstruo...
—Haremos un contrato.
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