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Ciertamente, la mansión Min era una edificación de lo más deprimente

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Ciertamente, la mansión Min era una edificación de lo más deprimente. Taehyung venía del infierno, y los shinigami eran en definitiva las criaturas más aburridas que podría haber. Pero, aún así, le sorprendió que el dueño de una empresa londinense tan importante no se molestara en mantener las apariencias. La mansión era triste sin más. Le pareció que la descripción de castillo embrujado que su señora había usado le quedaba como anillo al dedo.

Taehyung le ofreció su mano a Yoona para que bajara del carruaje. Se mantuvo a unos dos metros detrás de ella mientras caminaban por un sendero de piedra hacia la entrada de la mansión. Podía ver a dos figuras de pie frente a la puerta, y su pulso se aceleró al distinguir dos cabelleras negras.

Al llegar frente a los anfitriones, sobrino y tía compartieron un saludo respetuoso mientras que ambos mayordomos hicieron pronunciadas reverencias. Taehyung había practicado todos los días frente al espejo su expresión indiferente y se sentía muy complacido con los resultados. Estaba seguro de que su comportamiento era el de un mayordomo de lo más corriente, y que sus gestos no delataban que se sabía incluso el número de calzado de Min Yoongi.

Jeon Jungkook también actuaba de maravilla. Solo la casi imperceptible sonrisa en sus labios haría notar al más observador que algo estaba mal con él. Su cabello de un particular negro estaba perfectamente peinado y usaba un traje y unos guantes muy similares a los de Taehyung. Era, según lo que Taehyung podía ver, unos tres centímetros más bajo que él.

Era un demonio atractivo, eso no lo podía negar.

Los ojos grandes de un gris similar al cielo a mediados de julio, la piel tan blanca que parecía porcelana y contrastaba fuertemente con los mechones de cabello que le cubrían las orejas. Tenía los hombros anchos y la nariz recta. Sus labios eran de un rosado que imitaba el color de las flores favoritas de Min Yoona, las rosas eglanterias, y se veían tan suaves como el algodón.

Los dos familiares ingresaron a la mansión con los mayordomos siguiéndolos por detrás. Ninguno dijo ni una sola palabra. Taehyung apenas podía escuchar la respiración de Jeon Jungkook.

El interior de la mansión era más impresionante que el exterior. Por fin se abandonaban las tonalidades tan frías de la fachada y dentro había muchísimo azul. Las alfombras, el tapizado, los muebles y las cortinas eran de colores que iban desde el bígaro hasta el azul marino. El armario de la señora Min se regía por una paleta extrañamente similar, por lo que Taehyung se preguntó si era una costumbre familiar.

Caminaron por el enorme salón principal hacia una habitación que, Taehyung asumió, era la sala de reuniones. Jungkook se adelantó unos pasos para abrirles la puerta a los Min. Taehyung quedó impresionado con la agilidad del movimiento. Los Min ni se voltearon a mirarlo, porque Jungkook se había movido de un punto al otro en menos de un segundo. Taehyung no demostró estar sorprendido, pero sí que lo estaba, muchísimo. Al mismo tiempo, lo frustraba. ¿Podía Jungkook ser más discreto?

Taehyung no puso mucho atención a la conversación de los Min. Después de todo, aunque su principal objetivo era Min Yoongi, lo primero que tenía que hacer era deshacerse del gran obstáculo que era Jeon Jungkook. Su señora y Min Yoongi tomaron asiento en los grandes sofás de terciopelo azul marino. Entre ellos había una mesita con un tablero de ajedrez y comenzaron una partida.

Taehyung se puso de pie junto a Min Yoona y observó sin mucha intención cómo su señora movía las piezas. Tía y sobrino se sumieron en una conversación profunda sobre negocios, dinero y hoteles. Taehyung tenía que aceptar que Min Yoongi no parecía un muchacho de diecisiete años cuando hablaba. Su tono de voz, su vocabulario y su postura mostraban que era un hombre preparado para manejar una empresa como lo era el Grupo Min.

—Con su permiso, iré a preparar el té —Jungkook, que se había mantenido en su lugar como mayordomo tras Min Yoongi, hizo una reverencia y se retiró de la sala. Taehyung lo observó marcharse.

Oh, debería decirle que no bebo té de menta. Sigue siendo tu favorito, ¿verdad, Yoongi? —Min Yoongi asintió en silencio a la vez que movía a su rey. La señora Min se rio—. Hoy tendrás que renunciar a tu té por tu querida tía. Taehyung —Yoona se giró y miró a su mayordomo—, ve a la cocina e infórmale al mayordomo que no nos traiga té de menta.

—Con permiso —dijo Taehyung, y de igual forma se encaminó a la puerta.

Titubeó al tomar el pomo, pues era evidente que la mansión era enorme y él no sabía dónde estaba la cocina. Para su suerte, Min Yoongi lo notó y, sin siquiera voltearse, habló con suma indiferencia:

—La cocina se encuentra en la primera puerta de la derecha.

Qué amable. Matarlo sería una pena.

Aunque Yoongi no lo mirara, Taehyung hizo otra reverencia como agradecimiento y finalmente se marchó de la sala. Sus pasos hicieron eco por todo el salón principal, pero se callaron cuando pisó la alfombra. Se detuvo a los pies de la escalera y se fijó en una gran pintura que estaba colgada sobre el descansillo. Quizás era una de las pocas piezas que había sobrevivido al incendio, porque mostraba a toda la familia Min. Los padres, ahora fallecidos, sostenían entre sus brazos a un pequeño Min Yoongi que sonreía como solo un niño de su edad podía hacerlo. Taehyung tomó aire por la boca y continuó hacia la cocina.

No había puerta, sino un gran umbral de piedra. Taehyung ya podía oler las infusiones herbales y trató de adivinar si se trataba de menta y había llegado tarde. Se encontraba respirando profundamente, pero el aire quedó atrapado y su respiración se detuvo cuando sintió un tacto frío como el metal contra su yugular. Taehyung casi sonrió.

No creía que su plan fallaría tan temprano. 

¡Nos leemos luego!

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¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2025 ]

MATCH MADE IN HELL • KookTaeNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ