Lilith abrió ligeramente los ojos por la sorpresa, pero enseguida sonrió.
Aunque en el fondo no estaba segura de si eso era realmente algo bueno, ver a Emily tan feliz era todo lo que le importaba.

—¿En serio? Qué bueno —respondió, sincera.

Emily se rió bajito, con esa risa suya tan pura.

—Oye, cambiando de tema —dijo de repente, bajando un poco la voz, como si lo que fuera a decir ahora fuera aún más emocionante—, Simón me dijo que Michael preguntó por ti.

Lilith parpadeó, completamente desconcertada.

—¿Qué? —preguntó, un poco más exaltada de lo que pretendía.

Pero antes de que Emily pudiera responderle, el profesor de historia entró en el salón, golpeando suavemente la pizarra para llamar la atención.

—Buenos días, clase. Saquen sus cuadernos, que seguiremos repasando lo de la semana pasada.

Lilith apretó su lápiz entre los dedos, luchando por enfocarse.

Emily, como si no pudiera contenerse, se acercó un poco más y susurró:

—Después, Simón saldrá con su grupo al parque. Me dijo que podía ir y que te podía invitar. ¿Vamos?

Lilith dudó.

Por un lado, sabía que si decía que sí, tendría que lidiar con todo el grupo de Simón... y con Michael.

Por otro lado, Emily se veía tan emocionada de incluirla.

Lilith respiró hondo.

—Déjame pensarlo —respondió finalmente, esbozando una sonrisa suave.

Ahora que sabía que Emily estaba bien, que estaba feliz, podía permitirse el lujo de pensar un poco más en sí misma.
Y en Michael.

El resto de la clase pasó lento, como si el tiempo hubiera decidido detenerse solo para fastidiarla.
Lilith intentaba concentrarse en las palabras del profesor, pero su mente saltaba una y otra vez entre dos pensamientos:
Emily estaba feliz.
Michael había preguntado por ella.

Cuando finalmente sonó el timbre anunciando el recreo, Lilith soltó el lápiz como si quemara.

—¡Vamos! —dijo Emily, jalándola del brazo con una energía imposible de ignorar.

Lilith apenas tuvo tiempo de agarrar su mochila antes de ser arrastrada fuera del salón.

Se sentaron en su lugar habitual del patio, una banca de madera bajo un árbol grande que les daba sombra.
Emily sacó de su mochila una barra de cereal y empezó a comer con tranquilidad, mientras miraba de reojo a Lilith.

Lilith sabía que venía algo.
Podía sentirlo.

Y no se equivocó.

—¿Ya pensaste en lo del parque? —preguntó Emily, con una sonrisa dulce, casi rogándole.

Lilith mordió su labio inferior, nerviosa.

—No sé... —empezó a decir.

—¡Vamos, Lili! —interrumpió Emily, usando ese apodo que solo ella podía decir sin que Lilith se molestara—. Hace mucho que no hacemos algo divertido. Y no estaríamos solas, estaría Simón... y... —hizo una pausa dramática— Michael.

Lilith rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír ante la insistencia.

—No sé si eso sea una motivación o una amenaza —bromeó.

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