35. Más fuerte que el destino

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Revivir era muy doloroso. Al menos cuando te despertaba un rayo.

—No te quejes —me regañó Nara a mi lado.

—¿Me diste un electrochoque? —pregunté con voz ronca a causa del sueño, el dolor y el cansancio. Últimamente la expresión 'hecho mierda' estaba comenzando a quedarse corta para describir mi estado de ánimo.

—Algo así. Tu corazón casi dejó de latir cuando curaba tus huesos rotos. Los que por cierto, son muchos —respondió con ese tono malhumorado y fastidioso de siempre.

—Mis... Los demás, ¿dónde están? —exigí saber, haciendo un fallido intento por sentarme. Pero Nara puso sus manos en las partes menos dañadas de mi pecho y me impidió moverme.

Hice un esfuerzo por abrir más los ojos y ver dónde me encontraba.

Como me lo esperaba, estaba en Claro de Luna, acostado en uno de los sillones del living de la estancia. En realidad no recordaba mucho lo que había pasado luego de que Alfonsina hiciera ese vínculo con Sofi. Lo último que recordaba era que Brenda había conseguido comunicarse con nuestros padres y con el Dr. Cabral a través del celular de Yemelian. Y ellos nos habían traído acá. Y ahora estábamos en la estancia del Doc. En los otros dos sillones estaban Lucas y Alfonsina, durmiendo profundamente. Ambos parecían estar bien. Sucios, agotados, con sus heridas vendadas, pero bien. Al menos, mejor que yo. Inseguro por lo que vería, me eché un vistazo. Aun llevaba puesto el misterioso pantalón que había aparecido de la nada; y mi pecho y brazos estaban cubiertos de vendajes y más vendajes, al igual que mi cabeza. Había dejado de ser un lobizón para convertirme en la momia.

La luz del sol entraba por el gran ventanal del patio, de donde parecían venir algunas voces.

—Como ves, tu amigo y la vampira todavía están durmiendo —contestó Nara, mientras cambiaba algunas vendas de mi brazo que ya estaban manchadas de sangre—. Les ofrecimos unas camas pero ellos no quisieron apartarse de vos. Después de que le dimos de beber un poco de sangre, ella comenzó a curarse sola. Estará de pie en cuanto despierte de su siesta. Tu hermana ya está despierta. Está en el patio con tu familia, Esther y Pilar.

Mi familia... Si salía vivo de los cuidados de Nara, ellos seguramente me matarían por haberme puesto en peligro.

—Y los... —apenas me animaba a preguntarle—. ¿Los centinelas?

—Rodrigo. Él no... —contestó con tristeza y unas lágrimas amenazaban con aparecer en sus ojos, pero las espantó con un suspiro antes de que yo me diera cuenta—. Mi papá y el tuyo se fueron a decírselo a su familia y a hacer los arreglos funerarios.

—¿Tenía familia? —pregunté, no muy seguro de querer saber cuánto dolor traería la muerte del centinela.

—Una esposa y un hijo de seis años.

—Lo siento —contesté con aquellas palabras que siempre parecían tan frívolas. Pero yo realmente lo sentía, porque realmente había sido mi culpa. ¡Dios! Un nene de seis años, de la edad de Mica, había quedado huérfano de padre por mi culpa. Porque aquel minotauro me salvó la vida. Él había muerto por mi culpa, por intentar protegerme.

—Él sabía de los peligros que acarreaba su trabajo —respondió Nara, adivinando lo que estaba pensando—. Siempre se lo recordará como el héroe que fue.

No sabía qué decir, así que simplemente asentí ligeramente con la cabeza.

—Maitei y Yem están recuperándose en uno de los cuartos; Milagros se está encargando de ellos —continuó explicándome mientras cubría mi brazo derecho con vendas limpias. Mi piel estaba cubierta de costras en formación, cortes y moretones, incluso tenía una uña menos. Sin embargo, no sentía dolor ni nada. Quizás me habían dado algún calmante o una poción, quién sabe. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue la delicadeza con la que Nara trataba mis heridas, tan disonante a su ceño fruncido—. Van a estar bien. Por suerte siempre tenemos algunas bolsas de sangre para Yem. Pero Maitei usó demasiada magia —agregó con un tono de regaño, pero su voz temblaba ligeramente por la preocupación. Ella se veía realmente preocupada por él, después de todo era su alma gemela o algo así—. Pero yo sé que vos querés saber de Sofi.

El chico ojos de fuego | Arcanos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora