X. Capítulo Treinta

163 10 2
                                    

X. Hacerlo bien.

Los días en el  hospital se hacían largos. Pasaba la mayoría de éstos a solas, y no porque me hubiesen dejado solo, sino que así lo pedía yo. No estaba feliz. Después de días de haber estado bien, habían vuelto los días donde no comía y vomitaba lo que consumía, lo que me había llevado a una precaria recuperación. Mike había decidido no darme el alta hasta recuperarme, pero yo estaba decidido a quedarme en el hospital para siempre si era así. La herida de bala de mi costado izquierdo ya estaba mejor, y yo estaba a algunas horas de cumplir un año más. Veintidós años cumpliría. Anne..., mamá había sido dada de alta por la mañana y Mark se la llevó a su casa con él junto a una enfermera que le cuidaría todo el día en caso de cualquier cosa. De todos modos su herida había sido menos peligrosa que la mía y estaba considerablemente en mejor estado que yo...porque ella no se estaba matando de hambre, supongo.

Hacía dos días había ido la policía a interrogarme por todo lo que había pasado con Tomlinson y yo les conté todo con lujo de detalles, no me guardé absolutamente nada, y ellos me aseguraron que el caso ya estaba cerrado y esa solo era una investigación para completar informes restantes. Todo eso fue obra de Mark y su firma de abogados, yo estaba seguro. Pero me daba igual, quizá estaba mal que pensara así, que estuviese feliz por la muerte de Tomlinson, pero me daba igual.

Me acosté sobre mi costado mirando hacia la ventana, serían cerca de las doce del mediodía y yo seguía solo, o no tan solo.

―Louis.

―Hum―le respondí a Mike. Gruñí cuando mis fosas nasales se vieron envueltas en el olor de una sopa recién cocinada. Maldición...

―Louis, debes comer. Es solo sopa.

―No quiero.

―Me estás obligando a transferirte a un hospital de rehabilitación...

―Haz lo que quieras, Mike. No me importa.

―Pero a mí sí me importa.

No.

Me giré con rapidez en la cama sentándome a la vez y ahí le vi, tras Mike. Vestido de pie a cabeza de negro, una bandana en sus rizos largos. Miré a Mike y él solo se encogió de hombros dejando la bandeja de la comida sobre la mesa. Miró a Harry por un segundo y éste asintió caminando a mí mientras Mike salía y cerraba la puerta. Muchas cosas atravesaron mi cabeza en ese momento. Sentía que mi mundo daba vueltas, sentía mi estómago hecho un nudo y ese mismo nudo se trasladó hasta mi garganta cuando unas enfermizas ganas de llorar me hicieron quedar sin aire por un segundo. Sólo habían sido unos días, pero fue como si hubiesen sido semanas. Harry lucía tan fuerte, lucía tan alto, tan hombre. Lucía muchísimo mayor de lo que parecía hacía unos días atrás. Quizá era su cabello, quizá eran sus facciones más definidas a través del tiempo. Quizá simplemente era yo encontrando al chico que amaba aún más guapo que el día de ayer.

―Hola―dijo él con su voz ronca.

―Hola―susurré apenas con un hilo de voz.

―Escuché que no te darán el alta hasta que comiences a comer―se sentó a mi lado en la cama sin quitar sus ojos verdes de mi rostro. Asentí a sus palabras―. Comamos― tomó el plato de sopa y la cuchara y se sentó más cerca de mí al costado de la cama.

―No...no quiero.

―Una cucharada tú y una cucharada yo. No puede ser tan terrible, ¿no? Si pasas por esto, te llevo a un restaurante de comida italiana que encontré―tomó un poco de sopa con la cuchara y la llevó a su boca, comió de ella y se encogió de hombros, repitiendo el proceso pero acercando la cuchara a mi boca esta vez―. Anda, no está tan mal.

Diecinueve Veranos |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora