ま ' Mutiny⠀˒⠀ !

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El verdadero divino.

Kashimo.

Con un estruendo que pareció sacudir el mundo entero, el dios del rayo descendió sobre la embarcación. La madera crujió bajo sus pies, temblando ante su sola presencia.

—El orgullo es como una doncella en apuros... —su voz vibró en el aire con una burla afilada mientras avanzaba—. Siempre se oculta donde yo la desnudo. Intenta resistirse, pero al final, de nada sirve si aumento la presión...

Levantó la mano y un trueno rasgó el firmamento.

—Tráela, trueno —ordenó con una sonrisa—. Yo le enseñaré quién es el verdadero juicio final. Yo soy quien hizo caer su reino. Relámpago, tómala y domínala, muéstrale lo que intenta ocultar, pues su verdadera naturaleza no puede permanecer oculta para siempre.

Los ojos de Satoru reflejaban algo que no solía permitirse sentir: miedo. Kashimo sonrió con satisfacción.

—Dime, Satoru... si te diera a elegir entre tu vida y la de tus hombres, ¿por qué tengo la certeza de que ellos serán los que perderán?

Su sonrisa se ensanchó al ver la duda oscurecer los ojos del rey de Aurelithos. Entonces, su mirada se deslizó hasta Kenjaku, que permanecía inmóvil, paralizado.

—Ilumina, rey —continuó Kashimo, con tono casi perezoso—. Ya que el hambre fue tan grande... me pregunto quién será el que cargue con el peso del sufrimiento.

La tormenta rugió con una violencia aún mayor. Un chasquido de sus dedos, y el rayo cayó sobre la nave, sacudiéndola como si quisiera destrozarla.

—Porto el relámpago, listo para ensordecerte mientras agonizas —susurró, regodeándose en la escena—. Portador de la tormenta, aquí para marcar el final de tu tiempo, pues tu mejor momento ya pasó. Te sublimo por tu crimen.

Los mortales nunca aprenden. Para Kashimo, no eran más que insectos jugando a desafiar a un dios. Y eso, más que enfurecerlo, lo divertía.

—Elige —ordenó, observando a Satoru con deleite.

—¿Elige...? —repitió el albino, incrédulo.

—Alguien morirá hoy, y tú tendrás la última palabra —se inclinó con una cortesía que solo acentuaba la crueldad en sus palabras—. ¿Tú... o tu tripulación?

El silencio cayó como una sentencia de muerte.

—No me hagas hacerlo... no puedo hacerlo —la voz de Satoru se quebró.

«¿Cómo un cometa se convierte en un meteorito?»

—Puedo llevarme tu dolor...

El aire cambió.

Satoru sintió cómo su respiración se entrecortaba y giró con desesperación, cegado por una luz familiar que ardía con la intensidad de un sol.

«¿Cuándo una vela se convierte en una llama?»

La tormenta pareció apaciguarse por un instante.

Frente a él, el relámpago tomó forma. Una silueta. Un rostro.

Suguru.

«¿Cuándo un hombre se convierte en un monstruo?»

Con pasos lentos, Suguru se acercó a él. Satoru sintió su calor envolverlo, una calidez que creyó perdida hacía demasiado tiempo.

«¿Cómo una onda se vuelve un tsunami?»

Sus manos tomaron el rostro de Satoru con suavidad, sus ojos se encontraron.

—Déjame llevarme el dolor que—

Y entonces, lo besó.

Cerró los ojos y, al intentar continuar el beso, un estruendo lo interrumpió.

El siguiente relámpago cayó sin advertencia.

Suguru se desvaneció en el aire.

Satoru quedó congelado, con los labios entreabiertos, con las manos aún extendidas hacia la nada.

No quedaba nada.

El cielo rugió sobre él. La tormenta no se había detenido. Kashimo tampoco.

Todo lo que había hecho.

Todo lo que había perdido.

Lo entendió entonces. Y tomó su decisión.

Kenjaku, que había observado todo sin atreverse a intervenir, dio un paso adelante.

—¿Capitán...?

Satoru no lo miró.

—Tengo que verlo.

—Pero... vamos a morir.

El albino dejó escapar un suspiro, aún sin apartar la vista del vacío.

—Lo sé.

Desenvainó su arma.

Y la apuntó contra los suyos.

La sonrisa de Kashimo se ensanchó, deleitándose en la tragedia.

Nadie puede ocultarse para siempre.

La verdadera naturaleza... siempre se revela.

Los marineros comprendieron su traición en un instante.

Con un rugido de ira, se lanzaron sobre él, listos para matarlo.

Todos... menos Kenjaku.

Él se mantuvo quieto. Solo lo miró.

Juró escuchar palabras salir de la boca de Kenjaku y lo confirmó al ver los labios de su contrario moverse, murmurando algo...

«Cuídalo, por favor...»

Y le dedicó una última sonrisa.

Entonces, el rayo final descendió sobre la embarcación.

El fuego y la electricidad devoraron todo.

Los cuerpos fueron arrojados al mar, engullidos por la tormenta.

Satoru no intentó nadar.

Se dejó hundir.

Cerró los ojos mientras el agua lo envolvía, arrastrándolo al abismo.

No quería ver los restos de su tripulación.

No quería ver nada más.

Lo único que realmente importaba...

Lo único que realmente deseaba...

Era volver a casa.

Era volver a casa

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Nota del Autor

Imaginen que acaban de TRAICIONAR a su capitán y un dios le da a elegir entre; su vida o la de ustedes.

Y para hacerlo aún peor, ese mismo dios hace aparecer al esposo/a de su capitán para que tome la decisión.

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