ま ' The Underworld⠀˒⠀ !

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Sugerencia: escucha el álbum conceptual The Underworld para entender mejor este capítulo.


Antes de partir, uno de sus compañeros encontró la muerte al quedarse dormido en el techo.

Ya en su barco, Satoru observaba a su tripulación con determinación, mientras Shoko permanecía en la playa, preparada para ejecutar el hechizo.

—Amigos, las instrucciones de Shoko fueron claras. No importa lo que escuchemos, iremos a toda velocidad —ordenó con firmeza— hasta que encontremos al profeta.

—¡Iremos a toda velocidad hasta que encontremos al profeta! —repitió su tripulación al unísono.

—Bien.

El mar pareció abrirse ante ellos cuando el hechizo de Shoko se concretó, guiándolos hacia el inframundo.

Navegaron a través de un océano sin fin, rodeados por almas que gritaban y alababan el barco.

—Todo lo que escucho son gritos cada vez que intento cerrar los ojos —murmuró Satoru, sumido en sus pensamientos—. Ya no duermo, solo tengo pesadillas con aquellos que murieron... Nada es lo que parece. Aquí, en el inframundo, el pasado siempre acecha... esta tierra confunde la mente.

—¿Cuándo un hombre se convierte en monstruo? —una voz surgió de la nada—. Quinientos cincuenta y ocho hombres murieron bajo tu mando.

Satoru se giró bruscamente. Frente a él, las almas de sus antiguos compañeros lo observaban fijamente.

—¡Capitán! ¡Capitán! ¡Capitán! —lo llamaban en un coro inquietante—. ¿Por qué dejaste vivir al cíclope, si la crueldad es misericordia?

Y al instante, desaparecieron.

Satoru permaneció inmóvil, perturbado por la visión. Finalmente, se dejó caer en un rincón del barco, tratando de calmarse.

—No hay más que gritos cada vez que cierro los ojos... —susurró—. Los sueños dejaron de existir desde que ellos murieron.

Pero lo que más atormentaba su mente era otra imagen, una que nunca había podido borrar: la de un infante. La crueldad de aquella noche, la decisión que tomó, aún lo perseguía.

—La vida es grandiosa si la recibes con los brazos abiertos.

Una nueva voz lo sacó de sus pensamientos.

Satoru contuvo la respiración.

—Yuji...

Frente a él, la figura de Yuji brillaba con una luz pura, la más luminosa que Satoru había conocido.

—Pase lo que pase, podemos superar cualquier cosa si lo enfrentamos con el corazón. —Yuji sonrió con dulzura—. Reemplaza el dolor con luz... esa luz que puede hacer el mundo mejor. Recibe al mundo con los brazos abiertos...

Y con esas palabras, desapareció.

Satoru siguió navegando, todavía sacudido por lo que acababa de presenciar. Ver a su amigo después de tanto tiempo...



—Esperando...

El susurro hizo que se detuviera en seco.

—Esa voz... no puede ser.

—Esperando...


El tono femenino era inconfundible.

—¿Mamá?

Su voz se quebró al pronunciar la palabra.

Frente a él, su madre estaba sentada en la orilla del barco, de espaldas, con una leve sonrisa.

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