ま ' Puppeteer⠀˒⠀ !

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Satoru desembarcó en la isla desconocida, dejando que la arena se filtrara entre sus dedos mientras su mirada permanecía fija en el mar y en el atardecer. Su mente estaba atrapada en el caos de todo lo ocurrido.

—Capitán. —Kenjaku se acercó con cautela, su voz tensa—. Hay algo que debo confesarte, algo que me consume el pecho. Si no lo digo, no podré descansar.

Al no recibir respuesta, suspiró.

—¿Capitán...?

—Kenjaku, asegúrate de que esta isla sea segura. —respondió Satoru sin apartar la vista del horizonte.

—Pero, Capitán—

—Solo soportaremos lo que podamos soportar. Lo que sea que quieras decir... puede esperar. —Finalmente, lo miró de reojo—. Estoy seguro de ello.

Kenjaku dudó por un instante, pero al final asintió.

—Está bien.

Sin más, se adentró en el bosque junto con algunos de los hombres.

El tiempo pasó. Cuando Kenjaku regresó, venía solo... y aterrorizado.

Satoru se levantó de inmediato.

—¿Kenjaku? ¿Tan pronto has vuelto? ¿Dónde está el resto de la tripulación? —Su mirada recorrió al hombre con preocupación—. Por los dioses, ¿qué pasó contigo?

Kenjaku trató de calmar su respiración antes de hablar.

—Hallamos un palacio. Oímos una voz... sonaba amigable, así que decidimos entrar. —Su expresión se ensombreció—. Pero nada, absolutamente nada, nos preparó para lo que nos esperaba dentro.

—¿Qué había en ese palacio? —Satoru sintió un escalofrío en la nuca.

Kenjaku tragó saliva.

—Señor, desde que dejamos nuestro hogar, hemos enfrentado de todo: dioses, monstruos, sabes de qué hablo. —Su voz era grave—. Criaturas a las que hemos vencido. Pero esto... esto es algo contra lo que no pudimos luchar.

La forma en que lo decía... Satoru solo podía imaginar una bestia terrible, un ser de poder inconmensurable.

—¿Qué era? —preguntó, preparándose para lo peor.

Kenjaku levantó la mirada y respondió sin vacilar:

—Una mujer.

—¿Qué? —Satoru parpadeó.

La confusión en su rostro era evidente, incluso su expresión se torció en disgusto.

—Dos palabras le bastaron...

«Entren ya»

—Maldita sea. —dijo Satoru

Kenjaku observó desde la entrada del palacio mientras la hechicera los recibía con los brazos abiertos

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Kenjaku observó desde la entrada del palacio mientras la hechicera los recibía con los brazos abiertos.

—Sean bienvenidos a la mejor parte de sus vidas. —la hechicera y diosa, Shoko sonreía con una dulzura inquietante—. Aquí podrán descansar, ser libres de sus preocupaciones. No teman... Shoko los cuidará.

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