El barco estaba empapado en sangre de aquellos que no lograron salir con vida de la cueva esparcida por la cubierta. El aire olía a muerte, a fracaso. Kenjaku contemplaba el desastre y los rostros de sus compañeros, mientras que Satoru seguía mirando al horizonte, donde el sol se hundía lentamente en el mar.
—Dime que no sabías... —su voz, llena de furia, rompió el silencio—. Dime que no premeditaste esto, que no sabías que terminaría así.
Satoru no respondió.
Kenjaku avanzó un paso, los ojos inyectados en rabia.
—Mírame a los ojos y dime, capitán... —su tono se alzó— ¡Di que no sacrificaste a seis de nuestros hermanos! Usa tu ingenio, di que estoy enloquecido, que todo esto es un truco de los dioses. Di que no extrañaste tanto tu hogar que entregaste sus vidas a cambio.
Su voz temblaba de ira y desesperación. Se negaba a creer que Gojo fuera capaz de algo así.
No cuando fue él quien ideó un plan en segundos para vencer al cíclope.
No cuando se negó a abandonar a su tripulación ante Shoko.
Pero esta vez... esta vez simplemente huyeron. No lucharon. Solo escaparon.
Y Satoru... permanecía en silencio.
Eso lo enfureció aún más.
—¡Di algo! —rugió Kenjaku.
—¡No puedo! —bramó Satoru con la misma intensidad.
El silencio que siguió fue insoportable. Kenjaku lo miró, buscando en su expresión una mentira, una señal de arrepentimiento... pero no encontró nada.
Solo resignación.
Los dedos de Kenjaku se crisparon alrededor de la empuñadura de su espada.
—Entonces me fuerzas a usar mis manos —declaró, desenvainándola.
—Baja tu arma —ordenó Satoru, pero supo de inmediato que era inútil.
—No lo haré. —Kenjaku avanzó con determinación—. Extrañabas tanto a tu esposo que sacrificaste a tu tripulación.
—No me hagas pelear contigo... —advirtió, pero sus palabras fueron ignoradas.
—Si quieres el poder, entonces carga con la culpa.
El filo de la espada cortó el aire.
Gojo desenvainó justo a tiempo para bloquear el ataque. Las hojas chocaron con un destello metálico, pero Kenjaku no se detuvo. Golpe tras golpe, embestida tras embestida, forzando a Satoru a retroceder.
Hasta que el albino encontró una abertura.
El acero de su espada se hundió en la piel de Kenjaku, dejando una herida que sangraría y marcaría su frente para siempre.
Satoru tomó la ventaja. Lo derribó al suelo y alzó su espada para terminarlo.
—¡No dejaré que te interpongas en mi camino!
Pero antes de que pudiera asestar el golpe final, sintió un ardor punzante en el abdomen.
Se tambaleó, su vista nublándose.
Volteó y vio a sus propios camaradas, la espada ensangrentada en sus manos.
—Mis hermanos... ¿por qué? —susurró, con la voz quebrada.
Ellos retiraron la espada de su cuerpo. Satoru presionó su herida, tratando de contener la hemorragia.
—¿Cómo se supone que confiemos en usted? —dijeron, la furia en sus rostros reflejando el dolor de la traición—. Su tiempo ha terminado. Su suerte se agotó. Confiamos en su ingenio... y morimos por ello.
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Empty Crown
FanfictionSuguru Geto, aclamado por los dioses como el más hermoso y deseado, y Satoru Gojo, el más fuerte y hábil de todos, bendecido por la diosa de la sabiduría. Se enamoraron profundamente y formaron una familia. Sin embargo, un acontecimiento trágico los...
