Veía al techo, angustiado. No dejaba de pensar y pensar, llenarse de recuerdos y de escenarios que deseó que se volvieran realidad. Ver a Devine otra vez, sentir su piel. Poder compartir sus días con Art, ver esos ojos azules brillar y esos labios sonreír. Escuchar a Tashi, aún si toda palabra se reducía a regaños y alguno que otro cumplido hecho desde la devoción que le tenía a lo que crearon.
Odiaba recurrir a recuerdos que su cabeza almacenó para no poder alejarse del lugar que alguna vez quiso con todo su ser, de lo que para él significó tanto. No borraría nada de ello aún si la opción estuviese por el aire, pero le enfurecía porque sabía que había sido su culpa. Patrick tenía un afán de arruinar las cosas por más cuidadoso que fuese. Se veía así mismo como alguien cuya existencia era ser un huracán, uno que ni podía ser siquiera previsto. Era vergonzoso admitirlo.

Sus manos se frotaron contra su rostro mientras un largo suspiro exasperado se dejó salir de sus labios.

Esta nunca fue la imagen que se pintaba así mismo cuándo hablaba del futuro. Solía fantasear acerca de una vida lejana a la que tenía ahora; soñaba con la idea de tener el mundo en la palma de su mano, conquistando todo lo que se le cruzara y así, dominarlo todo pero la vida siempre tiene giros y desenlaces extraños. Nunca llegó a comprenderlos, mucho menos ahora que se hallaba en la miseria intentando olvidar sus acciones pasadas para por fin centrarse en lo que valía la pena: su carrera. Era fracasada, lo sabía y era algo que se repetía a diario, pero en el fondo, Patrick anhelaba que alguien le dijera que aún tenía una oportunidad aún por más sosa y vaga que esa misma fuese. Añoraba con la idea de salir de esas cuatros paredes de moteles baratos para vivir en realidad.

Su cuerpo se vió obligado a arrastrarse fuera de la cama. Tenía que dejar el lugar antes de que el mediodía llegase.
Así mismo, terminó duchándose. Los ojos cerrados mientras la lluvia artificial caía sobre él, el agua suficientemente caliente para que su piel se tornase roja. Su mente divagaba y se iba a lugares que todavía no conocía, emociones que eran restos de situaciones que alguna vez le provocaron un fruncir de ceño.
Era inútil seguir aferrado.

No tuvo mucha fuerza de voluntad pero tuvo que ceder a salir del lugar, con una maleta vieja colgando de su hombro y unos lentes de sol caros que cubrían su rostro pecoso. Los mismos lentes que una vez compró en un viaje con Art.
Sus manos rozaron el volante del auto tan pronto como se encontró dentro del mismo. No tenía a dónde ir ahora. No había partidos disponibles, no había más que hacer que empezar a conducir sin rumbo hasta que decidiera tener que cargar gasolina en alguna gasera cercana, si es que aún tenía dinero para ello. Los doscientos dólares que yacían en su cuarto de motel serían usados para un desayuno, algo barato, algo que no le quitara más de lo que no poseía. A este punto, no dejaba de preguntarse acerca de cómo las cosas iban para Devine. El nombre se le arremolinaba en la lengua cada vez que sus ojos se desviaban a las tiendas de revistas.
En la sección de deportes, su imagen parecía allí. Patrick la sentía como un personaje que le atormentaba la narrativa, que no lo dejaría dormir tranquilo porque siempre, a mitad de la noche, acababa creando imagen de lo que pudo haber sido y no fue.

Alguna canción que desconocía se reproducía en la radio mientras sus dedos tamborileaban el volante y sus labios soltaba pequeños tarareos. McDonalds podría ser una buena opción. Hace un tiempo que no comía una hamburguesa aunque, a veces, era lo único que podía pagar y sabía que debía replantearse eso.

No sería nada malo llamar a su madre, fingir algo de llanto y llenar sus bolsillos pero Patrick tampoco era un sinverguenza. No llamaba a casa desde hace un año, desde la boda de su hermana. Debió haberlo hecho y disculparse por el escándalo que causó. Cada vez que se posaba en ese escenario, una botella de champaña en mano y un discurso mal escrito, le daban ganas de vomitar y se avergonzaba. A menudo se preguntaba si sus padres lo odiaban, si su hermana deseaba no haber tenido que estar detrás de él todo el tiempo, si alguien de su familia se arrepentía de que él formara parte de esa reputación que tanto se esforzaban en mantener. Mazzy no era tan mala después de todo, a pesar de que arruinó su discurso de bodas y terminó vomitando a su ya esposo, nunca le guardó rencor y eso le sorprendió. De vez en cuándo, Patrick recibía mensajes de ella. Estos siempre eran preguntando sobre su bienestar, o en otras ocasiones, sobre sus partidos que rara vez eran televisados en noticieros locales.

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⏰ Last updated: May 03 ⏰

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