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STANFORD, 2008

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STANFORD, 2008.

Los viejos hábitos tardan en morir.
Era una frase que Patrick recordaba a menudo. No sabía el porqué pero lo hacía. Y aquella frase resonaba con fuerza cuándo sus ojos azules se hallaban atrapados con los de alguien que solía conocer en el pasado.
Para él, la idea de soltar los viejos hábitos era sinónimo de matar una parte de él y no había nada que Patrick detestara más que la idea de tener que exterminar algo que le pertenecía. Odiaba los cambios, odiaba que la monotonía tuviese que evolucionar y transformarse en una nueva rutina. Era agotador tener que pensar en ello; en el tener que crecer para cambiar lo que en años, jamás pensó en hacer. Fue lo que le hizo derrumbarse con facilidad cuándo Art Donaldson salió de su vida, porque no estaba acostumbrado a un día sin su compañía; porque aunque Patrick tuviese citas, estuviese en fiestas con un personas que no conocía del todo y se orillase a salir con nuevas chicas, siempre terminaba regresando a ese viejo dormitorio que compartían en la academia de tenis. En el dormitorio en el que, Patrick llegó a dormir en algún momento en Stanford.

Art era su mejor amigo. Al menos así le llamaba cuándo lo presentaba con otras personas.
Aún por más ajena fuese la idea a lo que una amistad sonaba, Patrick se sentía atado a Art de una manera que no era capaz de explicar sólo con palabras. Creía que era porque habían crecido juntos, porqué lo conocía desde que eran pequeños y habían compartido cosas que Patrick ni siquiera había experimentado con otras chicas. De alguna u otra manera, había memorizado esos pequeños detalles que sólo alguien cercano a ti podía descifrar y relacionar contigo. Y es que, cuando se trataba de aquel rubio, él encontraba una manera de desviar la mirada hacía su figura, ahogándose en la forma en la que una sonrisa tímida tiraba de sus labios, en la manera en la que su nariz se arrugaba con delicadeza o esa manía suya de rozar sus dedos contra su barbilla cuándo se sentía avergonzado. Ese era el Art que conocía, el que lo miraba como si Patrick fuese el único al que podía entregarle todo sin siquiera rechistar al respecto.
Sentía un pequeño revoloteo en el pecho cuando se recostaba en su cama, mirando al techo y preguntándose si su amigo también tenía en mente esos diminutos detalles, si en algún momento de su relación, Art tuvo la necesidad de mirar a su lado y apreciar lo que estaba dispuesto a hacer por él. A veces, quería preguntarle. Acercarse a él un poco, quizá rozar el dorso de su mano y decir secamente: '¿me quieres también?', pero sabía que sería cruzar un poco la línea. Quizá resultaría un poco desubicado. Pero, todavía con eso en mente, con el temor de que no fuese un vínculo mutuo, Patrick no creía que pudiese llegar a querer tanto a alguien cómo lo quería a él. Era diferente. Todo con él le resultaba ajeno a lo que estaba habituado; a las sensaciones que ya conocía y parecía haber aprendido a manejar. Patrick deseaba que las cosas se hubiesen quedado así, que jamás hubiese tenido que verlo rehacer una personalidad que no conocía y que, dudaba en si alguna vez lo haría.

Es difícil ver a una persona que quieres crecer, alejarse de lo que solía ser. Patrick odiaba el cambio, realmente lo hacía. Era asfixiante estar estancado, ser aquél el único que recordaba todo muy bien, ser el que se había quedado en las memorias que todos se esforzaban en querer olvidar.

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