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ROLAND GARROS, 2019

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ROLAND GARROS, 2019.

Los gritos llenaban el recinto, muchos de ellos provenientes de sus admiradores. A veces eran ensordecedores, a veces prefería ignorarlos porque de alguna manera, sabía que no los merecía. Mentiría si negaba que el nerviosismo no estaba colándose en sus músculos, provocando una tensión innegable en ellos. Sería estúpido negar que no estaba mirando a la pared con intenciones de perderse en ella y olvidar que debía jugar, que su obligación era ganar. Parecía estar perdiendo su razón, hundiéndose en las migajas de las huellas que todo su pasado había dejado en ellas, imposibles de borrar aún si se esforzaba en trazar nuevas marcas.

Echó la cabeza hacía atrás tras escuchar la voz de Josh, como un eco lejano.

"¿Lista?"

Dev no respondió, tampoco ignoró el llamado. Se limitó a sonreír, moviendo su cuerpo en cámara lenta mientras el zumbido en su oído empezaba a volverse molesto, transformándose más en estas palabras que le atormentarían al pasear sus pies por el camino al premio pero debía dejar fuera de la cancha.
Nunca había tenido los sentimientos a flor de piel antes de un partido pero esa sensación de un mal presentimiento se albergó en su pecho y parecía ser casi imposible de extirpar. Se sentía asfixiante, capaz de rasgar a través del pellejo grueso que había tardado años en perfeccionar, en volver indestructible. Ahora, más que nunca, se sentía como una niña pequeña; asustada, a punto de encerrarse y no salir nunca más. No sabía que estaba mal con ella, no sabía el porqué todo parecía volver de esta manera. Los recuerdos, las emociones, las palabras que antes de ser vagas, eran importantes tras salir de bocas cuyos sabores había memorizado. Quería gritar, negarse a golpear una pelota de nuevo y simplemente intentar enterrar todo aquello que tuviese sus nombres plasmados en una letra demasiado pequeña para leer.

Su respiración se detuvo cuando su bolso de entrenamiento cayó a un lado de su silla. Por un momento, todo se sintió como un sueño, esos dulces sueños que después se transforman en las pesadillas más horrorosas en las que pudiste haber estado. Sus dedos temblaron y su mirada se movió, desesperada, hacia la mujer que era su contrincante. No parecía aquella que había visto en las revistas, en las entrevistas y en la reunión que tuvieron después de entrenar. Tenía los ojos de Tashi, la misma mirada hambrienta y retadora. Su rostro era similar; los mismos detalles que alguna vez quiso pasar por alto, y que ahora le estaban cobrando una factura. Devine sintió querer vomitar. Su estómago se enredó, su bilis amenazando mientras corría por su tráquea y las miradas no ayudaban, esas malditas miradas que había aprendido a sobrellevar. Sus rodillas amenazaban con fallar.
Nada en su mente era claro, nada era coherente y sabía que la única solución era dejarse llevar por la adrenalina, por el constante golpeteo de su corazón contra la cavidad torácica; sus válvulas fallarían en cualquier momento, ella lo sabía, no era normal sentir que podría colapsar ante algo así. Al menos no de esta manera. Sus piernas se movieron de manera involuntaria, como si se encontrase en alguna especie de trance dónde todo cuerpo trabajaba de forma automática, ignorando sus deseos pero siguiendo los ajenos. Siempre persiguiendo lo que no venía de ella.
La raqueta fue acariciada por sus manos y su rostro fue cubierto por el denso sol de Francia. Las gota de sudor fueron inminentes, al igual que los aplausos cuando sus tenis blancos estaban pisando el suelo de arcilla.

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