"Te extraño." Fue lo poco que pudo salir desde su garganta sin atreverse a titubear o lucir ligeramente nervioso.

Este no era él. No era el Art Donaldson que ahora era un profesional. Para él, estaba casi prohibido llegar a ponerse en una situación en la que sus nervios le dominaran pero parecía que el Art de hace unos años atrás amenazaba con volver. Y era tedioso, tener que voltear a su pasado y saber que nada de eso debía llegar con él al presente.
Extrañamente, Art empezó a tener una necesidad casi insana de querer exterminar cada cosa que le recordara al rubio de rizos bonitos que solía pasar sus días con un igual. Un igual que odiaba recordar.

Quiso atribuir a toda esa bola de emociones a que estaba cansado, no sólo por la noche, por lo larga que estaba siendo y por la manera en la que se empeñó por buscar a Devine por todos lados. Sino por todo. Por Tashi y sus múltiples conversaciones acerca de su rendimiento en el tenis, por las pocas horas que pasaba con su hija, por sus ojos topándose con las repeticiones de su partido en el televisor, por los días en los que deseaba quedarse en cama y olvidarse un poco de todo lo que le estaba atormentando. Era bueno fingiendo, intentaba ocultar la bomba debajo de la cama y pretender que no explotaría en cualquier momento; era bueno decir que su fracaso en el tenis se debía a una falta de confianza, que aún no estaba listo para enfrentar a las nuevas generaciones de tenistas que le respiraban en la nuca. Pero siendo realista, eso era pura mierda.
No se trataba de confianza, porque aunque el ego de Art dependiera de un fino hilo cada que veía a alguien tras la red ligeramente parecido a ese chico castaño con sonrisa arrogante, sabía que había algo debajo de una excusa tan patética. Y su esposa lo sabía, porque no es normal que tu esposo de pronto empiece a perder cada partido esencial para una clasificación, que se canse más de lo usual, que su mirada sólo exprese más que un vacío existencial, que su líbido en la cama sea tan bajo. Aquella era una problemática más. Tantas cosas que lograban colarse debajo de su piel y aún así no tenía las agallas para dejar ir todo, para realmente deshacerse de las cadenas que venía arrastrando desde que rozó la adultez y el tenis dejó de ser algo divertido, y se convirtió en un trabajo. Uno que necesitaba quitarse de encima antes de perder la cabeza.

"Te extrañamos."

Para qué esforzarse en mentir, para qué limpiar el desastre qué hizo hace un tiempo atrás. Devine era esencial en sus vidas, siempre lo fue.

Recuerda lo mucho que se negó cuando ese día se incrustó en su memoria. Lo alterado que estaba, lo mucho que le costó siquiera mirar a Tashi sin sonrojarse y preguntar porque, por qué de pronto su mayor contrincante era parte de las trayectorias que estaban formando.

Mientras los días pasaban y las semanas se acumulaban, Art decidió entender. Decidió entender la primera vez que realmente la vio jugar sobre la cancha, con su cabello trenzado y un conjunto de Nike que le hizo temblar, desviando su mirada sin pensar en más. Lo entendió cuando supo que esa energía era la que encajaba con Tashi; que era eso lo que ella había estado buscando y no encontraba con nadie, que Devine era un complemento que sólo estaba creado del polvillo de sus sueños. Los cuerpos de las dos chicas, delgados y jugosos, se contradecían en movimientos, sus labios se sincronizaban de la misma manera al gruñir, la pelota volaba de la manera más exquisita y los puntos aumentaban en el marcador cómo si ella realmente estuviese hecha para este mundo, para el caos que puede traer un erotismo indescriptible como el que existe en el tenis. De alguna manera era ver dos fragmentos tan diferentes pero que resultaban increíblemente similares.

Se sentía perdido. Boca semi-abierta, respiración inestable. Ver a Devine jugar era verla ser una figura apasionada sobre un escenario.

Entonces, para Art resultaba inevitable no deshacerse cuando sus dedos peinaban sus rizos rubios, cuándo su aliento a menta fresca rozaba sus labios, cuándo las almohadillas de sus manos callosas viajaban desde sus caderas hasta sus muslos, cuándo las noches de retroalimentación sobre sus juegos eran más que eso.

La mujer frente a él no sólo era una tenista con la que compartía sus horas de entrenamiento en Stanford, con la que se reía entre clases e intentaba conversar cuando los días se volvían agobiantes. Devine Lear no era un recuerdo que quería abandonar, que quería extirpar cómo buscaba hacerlos con otros. Devine era su realidad, era esa bocanada de aire que lo conectaba con otra cosa que no fuera un ranking en el ATP, un partido fallido, una dieta poco balanceada. Aún después de esos años que habían pasado, ella era su único conecte con la tierra. La única humanidad que conoció, la que no se ahogaba en la vanidad o buscaba empujarlo para ser el mejor, para demostrar más. Con ella, nunca se trató de demostrar, nunca fue acerca de llegar a un cuarto de hotel con un rostro irritado y una visión de su hija completamente dormida sobre el sofá por sus deseos de ver a su padre por lo menos una hora por día. Con esa castaña de ojos brillantes, era sobre ser humano, darse el permiso de ser sensible y de poner su corazón detenidamente sobre sus manos, dejarse tratar y querer.
Hace años que Art no se sentía amado propiamente, tomado en cuenta. Porque aún si Tashi lo amara a su manera, en su cabeza, él seguía compitiendo. Se sentía como ese chico confundido de dieciocho años detrás de una pelota con la única intención de obtener su número.

Con Lily, con Devine, con Patrick.
Él jamás tendría que competir.












Él jamás tendría que competir

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NOTA DE AUTOR.

Y se viene el verdadero angst. Así que, tomen sus pañuelos y sus precauciones porqué clavaré una daga que no pienso en sacar, sino mover aún más.

De nuevo, ¡gracias por leer y por votar! Intentaré ser más constante. Ahora tengo unos capítulos iniciados pero me tomo un poco mi tiempo para entregarles lo mejor.

Les estaré viendo pronto.
Aimée.

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