Lucía diferente y era de esperarse, pues tenía los años encima. Era ridículo sentirse así, inclusive un poco gracioso si quería involucrar el humor, como si todo su mundo estuviese por colapsar y destrozarse otro poco más ante un reencuentro que nunca pasó por su cabeza. Su garganta ardía, temía que pudiese vomitar la cantidad tan mínima de alcohol que yacía en su sangre. Realmente carecía de sentido, de lógica.
Mirando detenidamente pero un poco agobiada por el sonido de sus propios pensamientos arremetiendo contra su cabeza, haciéndole doler sus cienes, pudo notar que su cabello rubio ya no tenía aquellos rizos característicos en los que solía perderse cuándo lo miraba sin que él lo notara, ahora parecían haber desaparecido por completo y consigo, el brillo que le iluminaba un poco el rostro. Era corto. Cuidadosamente peinado. Pero sus ojos azules permanecían igual, y aunque hubiese un par de arrugas adornando sus mejillas cuando sonreía, parecía estar esa vívida memoria de lo que era cuándo estaban en la universidad. O al menos, pequeños estragos de ello.
Esa cara tan conocida la transportaba con velocidad a todo; al olor del tabaco de los cigarros que fumaba a escondidas de su entrenador, a las escapadas después del toque de queda, a los besos desenfrenados, a los tiempos de ebriedad, a las conversaciones que carecían de sentido y a los pocos momentos felices que tuvo la dicha de alguna vez compartir, y cultivar cerca de su pecho. Todo eso se había esfumado en cuanto empezó a crecer y a endurecer un poco más su caparazón, como una manera de protegerse pero eso ya no le servía de mucho ahora. No cuándo tenía a ese hombre mirándola con un poco de esperanza.
Su respiración quería fallar y es que no tenía nada de sentido tener ese mar de emociones a flor de piel, el experimentar tantas cosas como si un tren a tremenda velocidad hubiese sido capaz de estrellarse contra su débil cuerpo, rompiendo cada ligamento y hueso, cada partícula y dejándola como un cascarón vacío sin oportunidad de ser siquiera reparado por alguien o algo. Era una imagen aterradora la que tenía en mente, un poco más que sólo grotesca; el cráneo destrozado con los sesos de fuera mientras se ahogaba en su propia sangre, un charco lo suficientemente largo como para cubrir ese pavimento imaginario. Sólo así podría describir lo que estaba sintiendo.
Se tambaleó, rodillas casi fallándole al dar pequeños pasos inadvertidos.
"Devine." Escuchó la voz ronca hablándole a lo lejos. Apenas pudo distinguir que un par de manos pálidas estaban buscando por sostenerla, rozando su piel bronceada por lo poco pero aún así, no reaccionaba porque toda memoria llegó de la nada. Fue golpeada de una manera sobrestimulante por todo aquello. Todo recuerdo que había escondido con desesperación estaba surgiendo de la peor manera que alguien podría llegar imaginar. Quería llorar, quería gritar pero no podía hacer nada. Se sentía indefensa y estúpida, quizá más que un poco desamparada. "Devine, ¿estás bien?"
Sus ojos parpadearon pero parecía pérdida en sus pensamientos, en los dichosos recuerdos que tenían nombres, apellidos y más que sólo voces que podía reconocer con dicha.
Era como una pesadilla, una muy mala. Pero parte de ella lo veía como un sueño también, porque había añorado escuchar esa voz, aún sí cuando lo veía en el canal de deportes, acababa por apagar el televisor, muchas veces fingiendo que no podía escucharlo, o que simplemente le distraía la proyección a color de esa persona. Podría mencionar la cantidad de veces que le pidió a Josh que no tuviese las agallas de colocar los partidos masculinos para analizarlos, para saber más de su juego. Pero eso ya no parecía importar del todo, ya que, ahora lo tenía en carne viva, vistiendo una camiseta de rayas azules, un reloj que parecía bastante caro alrededor de su muñeca y una copa con sus dedos callosos enredados, llena de algún tipo de alcohol que no descifraba aún.
"Mierda, lo siento. No sabía que reaccionarías así."
Y fue eso lo que la sacó del trance.
No quería armar una escena y lo único coherente que pasó por su cabeza fue tomarlo de la muñeca, a poca vista de algunos, para sacarlo de la pista de baile mientras otra canción pop reventaba a través de las bocinas del lugar. Quería evitar una que otra mirada curiosa, o quizá alguna fotografía de algunos reporteros de deportes que merodeaban por el lugar con hambre de alguna noticia que pudiese ser una primera plana en una revista de chismes, porque era seguro que terminaban vendiendo los rumores que involucraran a cualquier tenista que reinaba del top del ATP y eso no le convenía en lo absoluto. Al menos podía juntar los números dentro de sí y leer un poco la habitación para no arruinar más lo que apenas estaba por comenzar.
Sus tacones se apresuraron, arrastrando los pies con un tinte de algo similar a lo solía hacer cuando pasaban la noche en alguna fiesta de fraternidades, dónde siempre acababa pasándola un poco mal. Hicieron un sonido al ser estampados contra el pavimento azulado, uno que apenas ellos mismos podrían percibir pero que era lo suficientemente fuerte para que no quedara al vacío.
Art no rechistó. No tenía el porqué hacerlo. Le siguió como un pequeño cachorro pérdido, aunque todavía confundido por la mirada en aquella mujer que conocía desde hace mucho. Quería de alguna manera desesperada saber que atravesaba por su cabeza en ese momento, el porqué lucía como si su corazón ahora estuviese en su garganta — con las mejillas ligeramente sonrosadas y un temblor casi inexplicable en sus finas manos. Para él, no era la Devine que había visto en sus últimos partidos antes de ganar el Grand Slam. Esta mujer estaba más que confundida y conflictuada, casi poco perceptora de lo que estaba ocurriendo a su alrededor con sólo la mera intención de enfocarse en él. Y no podía culparla, no había sido nada grato aparecer de la nada. No había sido en lo absoluto una buena idea, su esposa se lo advirtió y ella casi siempre tenía la razón cuando de cosas tan impulsivas se trataba, pero cuando el email del padre de Lear se coló entre aquellos de relaciones públicas, se vio increíblemente tentado.
No la había visto en años. Las pocas noticias que tenía de ella eran aquellas que a veces Tashi acababa por leerle antes de ir a dormir — unos lindos anteojos cubriendo su rostro fruncido, las palabras saliendo de su linda boca antes de tomar un pequeño sorbo de agua. Aunque quisiera negarlo y pretender que había olvidado todo por su plena sanidad, el matrimonio siempre buscaba la forma de saber un poco más de la vida de la tenista. Quizá Tashi preguntando del desempeño que tenía en la cancha con algunos colegas, quizá Art revisando con el acceso que tenía a sus redes sociales y descifrando poco a poco que realmente había ocurrido en su mundo personal, ese que era ajeno de lo que el mundo del tenis sabía. Porque aunque todo se tratase del tenis, la vista que Art tenía con Divine iba más lejos que sólo ello.
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EVERYTHING IS ROMANTIC͏ ͏ ͏ ͏ ─͏ ͏ ͏ ͏CHALLENGERS.
Fanfiction❛͏ ͏ ͏ ͏Everything is about sex, except sex, which is about tennis.͏ ͏ ͏ ͏❜ Dev nunca creyó tener que encontrarse cara a cara con las personas que cambiaron toda su trayectoria, que la hicieron ascender pero también estampar contra el pavimento. Po...
