+17: Deseo

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Fue uno de esos momentos en que me quedé con la cara de una reverenda estúpida.

¡Exacto! La cara de siempre o de nacimiento.

La verdad, y hablando con la pura verdad de una virgen inmaculada, no le quería decir por vergüenza. ¿Cómo le podría explicar que un mero ser humano como yo pudo ser tan torpe? ¿Tendré alguna condición como la de Onew? ¿O fui contagiada? He ahí la gran intriga de la vida.

Dejando de lado ese tema, ¿por qué el Jefe estaba actuando tan amable conmigo? Ósea, me trataba como si fuera uno de sus soldados más fuertes cuando solo nos hemos dado un par de vistazos (Si es que me recuerda, también). Es prácticamente como cuando vas caminando por los pasillos de la universidad y, ¡boom! te chocas con tu profesor anterior de hace 3 ciclos atrás. ¿Extraños conocidos? ¿Ven la contradicción?

- ¿_____________? –la voz del Jefe me volvió a la Tierra. Sacudí mi cabeza como la de un perro mojado, y parpadeé un par de veces antes de cerrar mi boca,- ¿Cómo te caíste? –repitió la pregunta.

- Me caí por las.... ¿escaleras? –contesté insegura como si no hubiera presenciado o sentido la caída. El Jefe se acomodó los lentes negros y se rascó la barbilla, tomando asiento sobre una silla colonial.

- ¿Tropezaste? –inquirió. Arrugué la nariz ante el recuerdo y mi tarada condición. ¿Por qué todo el mundo tenía que preguntar eso? ¿Qué no era obvio que no quería hablar de ello?

- ¡No! Bueno... pues, puede decirse que... me perdí del primer escalón –admití al darme cuenta que mentir me hacía ver más imbécil de lo normal. Sorprendentemente, el Jefe no se carcajeo ni nada por el estilo.

- Ya veo... -murmuró al cruzarse de piernas como un gran señor omnipotente.- No se preocupe, señorita ____________. Se va a recuperar. Por ahora, siéntase como en casa –comentó amablemente al darme una sonrisa no muy prolongada que digamos. Soltó un suspiro corto y se alzó para retirarse con ayuda de su bastón.

- ¿Señor? –levanté la voz antes de que se fuera. El Jefe se paró y giró sobre su sitio para observarme desde el umbral. Su mano seguía posada sobre la chapa plateada de la puerta.

- ¿Dígame?

- ¿Dónde estoy exactamente? Claro, si no es mucha molestia... -pregunté con temor a ser resondrada.

De estar al lado de Taemin me he limitado a preguntar un trillón de cosas. Al comienzo, cuando nos estábamos empezando a conocer, hablaba como cotorra. Siento que me he moderado un poco.

El supuesto experimento numero ni-tengo-la-menor-idea se llevó ambas manos para atrás, tambaleándose de un lado a otro como si escondiera algo.

- Eso no es necesario. La teniente Heka la vendrá a recoger en algunos minutos. En cuanto termine con algunas cosillas que tiene pendiente en Central.

Le quería hacer otra pregunta, pero para ello, ya había cerrado la puerta.

¿Heka vendría a recogerme? Hace tiempo que no veo a la mujerzuela esa. Que diga, a mi gran amiga. Aunque no éramos tan cercanas... pero era algo. Y prefiero no perderlo. La soledad es bastante depresiva. En especial en un pueblo cerrado como este.

. . .

No tengo la menor idea de que hora era. Solo me acuerdo que al llegar al pueblo, llegamos a mediodía... asumo que deben de ser las seis de la tarde.

Me estaba aburriendo. Aburriendo de más.

Durante todo este largo periodo de tortura, me encontré rodando de lado a lado sobre el sofá. Le di unas diez vueltas al enorme salón con la paciencia de un caracol. De ida y de vuelta. Camine en círculos, cuadrados, rectángulos, triángulos y todas las formas geométricas que se les puedan ocurrir. Hasta me sé de memoria cuantos cuadros y floreros hay. Me tomé la molestia de contar las rosas blancas que adornaban la ventana y los muñequitos de cerámica que estaban colocados en fila india en la parte superior de la chimenea. Y por supuesto, Taemin no era lo último en mi mente. Rondaba cada 30 minutos. Era un intervalo casi razonable a comparación de mi situación de vuelta en el tren. Pensaba en él todo el tiempo.

Lo único positivo de todo el asunto era que ya no tenía fiebre. La calentura había disminuido y me sentía mucho mejor. Al menos, una mucama venía a alimentarme con panecillos. Mejor que me traiga una caja completa de sándwiches de pollo con mayonesa... no estamos jugando a la casita de muñecas ni tampoco a quien es la más anoréxica de todas las Barbies.

En fin... el martirio continúa.

. . .

No sé en qué momento me quedé dormida junto a la chimenea, la cual había sido encendida cuando la mucama volvió con más comida. Fue muy amable de su parte traerme un par de almohadas y una frazada en su tercera venida pues el tamaño del sillón no era lo suficiente grande para que me pueda estirar por completo.

De ser así, con tanta comodidad, me hubiera dormido de corrido, pero hace unos minutos escuche un golpe que hizo mover la araña de cristal que colgaba del techo. Provenía de pisos superiores. ¿Habrá alguien más aquí? ¿Será Taemin? No. ¿O sí? Si analizo bien la situación, una personal de peso y fuerza normal no podría mover la araña como si hubiera un temblor de grado 5. Pero, Taemin estaba en plena misión... Me partiría de miedo si fuera Minho. Ese tiene cara de violador y no estoy de humor ni con las posibilidades de escapar.

No me puedo quedar aquí. Sería muy peligroso... ¿y si todo esto es una trampa y han enviado a G-Dragon a matarme? ¿A Minho a matarme?

Me alcé del par de almohadas rojas y me arrastré hasta la parte de piedra de la chimenea. Me serviría como apoyo para incorporarme por completo. A un costado, había un porta-paraguas negro. Tomé uno de los cuatro que estaban apachurrados y lo utilicé como bastón. Se me era tan difícil caminar, que apenas podía mantener el equilibrio.

De repente, me quedé petrificada, escuchando como unas pisadas fuertes venían de la planta superior, bajando a toda velocidad al piso en el que estaba. Se oyó el click de la abertura de una puerta, el fuerte golpe que emitió al cerrarse... hubo un silencio sepulcral. Reaccioné poco a poco y me fui cojeando hasta el lado contrario de la puerta. Abrí la ventana e intenté subir mi pierna buena. Sea lo que sea, era mejor huir.

Otra vez los pasos.

¡Tengo que salir!

¡No puedo! El yeso era demasiado grande como para poder apoyarlo en la ventana y sacarlo. Mi otra pierna colgaba, haciendo contacto con la pared de ladrillos y el frío aire de la noche.
Estaba entrando en pánico. Me mordí el labio para no chillar y forcejeé con el bastón para hacer pasar mi pierna enyesada al otro lado.

Era muy tarde. La puerta se abrió por completo y...

- ¿Qué...? –me quedé con la boca abierta. Y sin darme cuenta, había soltado el bastón, dejándome sin soporte. En cuestión de segundos, estaba en el suelo con una pierna afuera y la enyesada a un costado. Mi cabeza recostaba sobre el parquet negro. Soy un animal.

- ¡____________!

¿Qué se le va a hacer? Hace unos meses renegaba de ella y sus ideas estúpidas por aceptar a Klaus, pero... demonios, era como una de las pocas amigas que tenía. O mejor dicho, la única porque siempre era un roedor solitario. Muchas veces sabía cómo alegrarme el día y como arruinármelo con sus chismes de vieja solterona.
Seguí observando a la muchacha que estaba con una caja de cartón en mano, también sorprendida de verme mientras me sobaba la cabeza, gruñendo un par de lisuras. No me había dado cuenta de cuanto la había extrañado.

Me arrastre a un lado, rodando a una distancia razonable de la ventana para que mi otra pierna este al mismo nivel que mi cuerpo.

- ¡Por todos los santos! ¿Qué haces en el suelo? –chilló Heka al verme. Siempre tenía esa voz aguda que estremecía. Sonaba como un personaje femenino de caricaturas infantiles.

- ¿Jugando ajedrez con las hormigas? –murmuré sarcásticamente al levantar una ceja,- o tal vez, ¿intentando quitarme del suelo?

- Oh... -respondió al depositar la caja en el suelo, acercándose a mí lentamente, no muy segura de saber qué hacer. Por más que sea mi amiga, hay veces en que me saca de mis casillas.

- Heka, -rodé para el otro lado, apoyándome sobre mi espalda, respirando hondo después de haberme golpeado ligeramente un dedo,- ...eso quiere decir que me ayudes.

- ¡Claro! –reaccionó al instante, dando un ligero trote hasta dónde está mi cuerpo moribundo.

Heka se arrodilló junto a mí, tomándome por debajo de las axilas para ayudarme a levantarme. No era nada difícil para ella, considerando que es más alta que yo y más fuerte. Últimamente estaba tonificando sus músculos con un set de gimnasio que compró a principios de año. Veo que ha sido muy efectivo. Me cargaba como si fuera un pañuelo.

Nos acomodamos en el sillón.

A decir verdad, Heka era todo lo contrario a mí físicamente. Tenía el pelo más (insertar largo), de color (insertar) y (insertar tipo), los ojos (insertar tono) y de tez más (insertar color) que la mía.

- Oye, ___________. ¿Acaso te volviste más enana? –preguntó burlonamente al toparme la cabeza con la palma de su mano como si fuera su fiel cachorro. Se la quité de inmediato, haciéndole una mueca.

- ¡Pft! ¿Y qué hay de ti? ¿Estas usando un corpiño o las tetas se te achicaron al convertir tu leche en polvo? –Heka me empujó levemente, riéndose junto a mí por las bobadas que decíamos.

- ¡Estúpida! ¡Al menos no ando diciendo mis frases célebres a todo el mundo! ¿Recuerdas lo que habías dicho durante la repartición de regalos en vísperas de Navidad en el comedor de Central? –le tapé la boca rápidamente. Ella arrugó la nariz y me la retiró de una palmada.

- ¡Solo fue una vez! ¡No estaba pensando! ¡Tú sabes que los discursos me ponen nerviosa! ¡Ya cállate, Heka! –me empecé a reír mucho más fuerte con recordarlo.

- ¡A diente regalado no se le mira caballo! –contestó imitándome con voz de bobalicona. Odiaba cuando hacia eso. No quiero que nadie escuche mis errores,- ¡O sino la vez que estábamos viendo una película y soltaste: Sin cara en la sangre! –juntas explotamos de risa.

Como extrañaba a esta bastarda.

. . .

El camino a casa fue como de costumbre. Antes de conocer a Taemin y meterme en más líos. Nos parábamos insultando o haciendo comentarios estúpidos como dos buenas amigas. Me comentó que Klaus había subido de rango y traía más dinero al pequeño apartamento en que ahora ambos vivían. ¿Cuántos meses había pasado desde que la vi? ¿3? ¿5? Ya perdí la cuenta. También me dijo que Kyuhyun me andaba buscando como loco. Que había ido a mi casa varias veces, que me dejo un mensaje en el contestador y en varios post-it alrededor de mi puerta.

- Lo llamaré en cuanto vaya a Central –me reafirmó al dar una vuelta a la derecha. Estábamos saliendo de la granja a una autopista pavimentada para ir en dirección a su departamento que quedaba a las afueras de la ciudad. No estaba tan adentrada como la casa del Jefe.

- ¿Tienes que volver? –le pregunté sorprendida. ¿A esta hora tenía que volver a Central? La luz se puso en rojo. Heka paró el carro detrás de un Honda negro y suspiró.

- El vehículo de Klaus se averió hace dos días, también le dieron un raspón a los costados. Va a tomar tiempo hasta que esté en marcha. Tengo que ir a recogerlo –me sonrió al cambiar de emisora.

- ¿Oh? ¿Qué otro amigo no lo puede dejar? ¿Lu Han? –Heka comenzó a reírse. Sacó un CD del cajón que nos dividida y la primera canción AFTER THE RAIN de CINEMA BIZARRE comenzó a tocar.

- No, _________. No se puede. Tú sabes que vivo en una zona apartada. Si uno de sus amigos le ofreciera llevarlo, se estaría desviando unos 10 km de su hogar –me aseguró al poner el carro en primera y avanzar.

- Ah, cierto... lo había olvidado.

En el trayecto, me enteré que era la casa de campo del Jefe. Estaba localizada fuera de Central como la mayoría de las casas de los militares. Heka había decidido vivir en un apartamento cuando ingresamos juntas. Yo, por mi parte, prefería una pequeña casa de un piso. Algunos pensarían que es una choza, pero está más cerca de Central que la de Heka y su mantención es mucho más económica que un cuarto en el piso 709 sin ascensor.

Ya faltaba poco para llegar. Los condominios se estaban haciendo más grandes.

- Y dime, ¿qué te sucedió? El Jefe me pidió llevarte al doctor cada semana –me preguntó al divisar por ambas calles por si venía un carro acelerado. Pero otra luz roja se nos adelantó. Aproveché para mostrarle mi pierna enyesada como si se tratase de un producto en oferta.- Es obvio que sé de eso, ¿pero cómo sucedió?

- Uh... pues me caí de.... Fácil, unos cincuenta escalones –susurré la cifra.

- ¡Wow! ¡Cincuenta! –exclamó al llevarse las manos al rostro.

- ¡No sueltes el timón! –me asusté.

- Cálmate. Estamos estacionadas... -suspiró al verme reaccionar de más,- Pobre nena, ¿y cómo te caíste?

- Um... me perd-... tropecé y reboté hasta el último escalón –arrugué la nariz al balbucear una mentira. Heka me hizo una mueca y rodó los ojos para arriba.

- La verdad, ¿por favor? –arqueó una de sus cejas al entrar a su condominio, mostrando su photocheck al guardia.

- Me... perdí del primer escalón porque estaba bostezando –solté con las mejillas ruborizadas. Heka paró el carro de golpe y se empezó a carcajear, golpeándose el muslo como si le hubiera contado el mejor chiste del año.- ¡No es gracioso! ¡Le pasa a todo el mundo!

Ya habíamos llegado.

. . .

No quiero ser mala, pero... ¡Carajo! Desde que he vuelto, han sido los días más aburridos de mi vida. Heka y Klaus estaban todo el bendito día fuera. Yo me quedaba en su apartamento, comiendo, descansando y prácticamente, haciendo nada.

Me vi una temporada completa de Spartacus en un día en Netflix y tuve un maratón de películas de terror por calificación de los usuarios. ¡No había nadie con quién hablar! Me sentía como el ser humano más flojo en todo el planeta y tan solo habían pasado 3 días.

Y en uno de esos, Kyuhyun me vino a visitar y nos quedábamos charlando. Lo veía tan afanado conmigo que me sentía mal. Me había traído un peluche y unas dos docenas de rosas rojas y blancas. Yo solo podía responder de manera cortante, pero verlo triste... lo quería bastante, pero esa época en que yo sentía flores y muchos bichos en mi estómago, había pasado.

Era incomodo... pero aparte de eso, todo me resultaba... ¡horrible!

Es como que tuve los peores días de mi vida llenos de aventura y cosas terriblemente feas, que ahora, vivir en un mundo tranquilo, de vuelta a mi asquerosa realidad, me deprimen.

¡Es catastrófico!

Y para colmo, Klaus estaba actuando como una puta otra vez. Las veces que no estaba Heka, ponía su mano descaradamente alrededor de mi cintura o muslo. Siempre terminaba dándole un puñete en las costillas o una patada en los huevos. Algo que no le deje marca.

Por ahora, me encontraba recostada sobre la cama auxiliar que habían armado para mí en la sala. Era como mi pequeño campamento. La mesita de café y el sillón de una persona, habían sido movidos a otro cuarto para desplegar el sofá-cama.

Ya iba a ser medianoche, pero no podía conciliar sueño. Para nada. Y eso que tenía que levantarme temprano para ir al doctor. Creo que era porque me había acostumbrado a tener a alguien velando por mí mientras dormía. Como... Taemin. Y Key de vez en cuando. Bueno, pero eso no cuenta porque rara vez pasaba... pero Taemin...

Caramba, eso suena raro.

¿Lo extraño?

Fuese lo que fuese... solo sé que me gustaría tenerlo aquí conmigo.

Repentinamente, escuché un golpe.

- ¿Heka? –la llamé alzando mi voz ligeramente. No hubo respuesta.- ¡Heka, eres tú! –llamé aún más fuerte. Nadie me respondía.

Con temor a imaginarme que fuese los sonidos de la otra vez, me alcé con ambos hombros y torcí mi cuello en dirección al pasadizo en donde estaban las otras recamaras. El pasillo era oscuro y no pasaba ni un mísero rayo de luz por ahí.

- ¿Heka? –volví a insistir.

Rodé para un lado, tirando las sabanas al filo de la cama. Me senté al borde izquierdo, empujando mi pierna enyesada a un lado para ponerla sobre la alfombra. Con sumo cuidado, me sujeté del respaldar de la cama e intenté pararme.

Mi corazón se detuvo en esa fracción de segundos.

Unos brazos fuertes, muy fuertes (como los de Jonghyun) me jalaron de vuelta a la cama. Mi cabeza impactó contra algo un poco duro. Era el pecho de alguien. ¿Minho vino a violarme? ¿Era mi fin?

- Te extrañe –una voz gruesa me hizo sobresaltar. Sonaba como la de un adulto de 26 años y los brazos eran musculosos. No podía hablar. Peor. El individuo desconocido deslizó sus brazos por mi cintura, subiéndolos poco a poco hasta que estuvieran debajo de mis senos. Su abrazo se intensifico. ¿Quién mierda era?- ¿Cómo está tu pierna?

- ¿Q-q-quién...?

De repente, la figura aligeró el agarre y me permitió voltear sobre mi sitio para verlo cara a cara.

- ¡Hermana! –Zelo impactó sus labios contra los míos. Por mera reacción lo aparte de mí. Mis ojos se pusieron como dos enormes calabazas blancas. No podía creer lo que estaba viendo. Y lo del beso... ni me lo esperaba.

- ¿Z-z-z-zelo? –tartamudeé sin dar credibilidad a lo que tenía en frente mío.

- ¿Oh? ¿No me extrañaste? Key umma me dijo que estarías aquí –me preguntó risueño como si no hubiera hecho nada malo.

- T-tú... -seguía tartamudeando como imbécil,- ¿Te dieron esteroides o qué?

Zelo soltó una risita bastante masculina y diabólica. Su voz era tan gruesa que me asusté al no poder reconocerlo. Estaba vestido con un bivirí plomo y un buzo negro. Su cabellera seguía intacta, pero sus facciones eran completamente diferentes. La mandíbula la tenía más ancha, el cuello mucho más grueso con una manzana prominente que resaltaba a simple vista, y que decir de la altura. Una sonrisa maliciosa se amplió en su rostro y sus ojos morados brillaban como los de un gato. Se me hacía familiar...

- ¿Qué no te gusta? Umma me empezó a dar una especie de líquido rojo y me dijo que aumentarían mi fuerza y demás –me volvió a sonreír, sentándose como indio sobre mi cama.- Como ya había terminado una misión, me dio permiso para visitarte.

- N-no es eso... solo que... -ni sabía cómo comenzar. En primer lugar, lo del beso me agarro por sorpresa y era algo que no se me cruzó por la cabeza. Lo segundo era la inesperada visita.- ¡No te puedes quedar, Zelo!

- ¿Por qué? ¿No estás feliz de verme, hermana? –se entristeció al escucharme decir eso. Creo que lo hice sonar como si fuera algo negativo. ¡Es negativo! Pero si Heka y Klaus entran y me ven con un hombre... empezarían a hacer muchas preguntas que ni podría contestar. O peor aún, Zelo los podría atacar y matar.

- Sí, Zelo. Estoy feliz de verte, pero... este no es mi hogar. Sería muy... descortés que estés en un lugar donde no has sido invitado –divagué con algo sobre los buenos modales para zafarme de esta. Zelo asintió y me abrazó de nuevo, hundiendo su rostro en mi estómago.

- Te extrañé mucho, hermana –me lo volvió a repetir. Yo solo pude acariciar su cabeza como si fuera mi propio hijo. Esperen un segundo... Zelo no podría pasar por ningún hijo. Es un hombre... pero tiene la mente de un muchachín.

- Zelo... -comencé a maquinar mi pregunta. Zelo soltó un 'hm'.- ¿Quién te enseñó a besar?
Debido a mi pregunta, Zelo se retiró y me miró fijamente a los ojos. Parpadeo un par de veces y se sonrojo.

- ¿Hice mal? –preguntó un tanto decepcionado. Se me partía el corazón de su inocencia.

- Pues... es que... ¿quién te enseño? –volví a insistir con ello. Zelo se vio un poco inquieto y se rasco la barbilla.

- Nadie –finalmente contestó. Era extraño, entonces, ¿cómo...?- Un día vi que Minho se lo hacía a otra chica en la mansión... vi como la chica se veía tan feliz. Claro, antes de que la mate, pero... supuse que a ti también te gustaría, hermana. Como has estado con fiebre y más lo de tu pierna... asumí que... tal vez te gustaría eso.

- Ah, ya veo –no me pude aguantar. Intenté contener la risa, pero Zelo ya me había escuchado. Creo que se molestó porque se mordió el labio inferior antes de volverme a hablar.

- ¿Qué pasa? ¿Qué es tan gracioso? –refunfuñó al torcer sus labios. Yo seguía riéndome,- ¡Hermana! –sus mejillas se ruborizaron aún más.

- No, nada, Zelo... solo que –antes de continuar, Zelo ya había vuelto a sellar sus labios con los míos. Forcejeé para que me soltase, pero sus manos me habían tenido agarrada de las muñecas. No era uno de esos besos con lengua y lamida, tan solo rozaron con los míos, pero fue lo suficiente como para asustarme.- ¡Zelo! ¡No hagas eso! ¡Los hermanos no se besan! –le resondré al darme cuenta que esto se podía salir de control.

- Oh... hermana, no sabía. Lo s-... -ambos escuchamos que la cerradura hizo un click. Para cuando volteé para pedirle que se marche antes de que lo viesen, Zelo ya se había escurrido por la ventana.

La cabeza de Klaus fue la primera que reconocí, seguida de una cansada Heka.

- ¿Qué haces despierta a estas horas? –me preguntó al colgar su saco en el perchero. Yo solo me quedé con una sonrisa fingida.

- ¡Internet! –fue todo lo que pude decir.

. . .

De vuelta en mi cama, con ambos tortolos dormidos, no podía irme a los brazos de Morfeo. Seguía un tanto asustada. No por Zelo y su fuerza... o su repentino cambio en un stripper con ojos rasgados.

Cuando me di cuenta de que era ese sentimiento, me dio un poco de bochorno.

En ese momento en que Zelo me beso... no sé por qué mierda la imagen de Taemin se me vino a la mente. ¿Taemin se pondría celoso?

Creo que... lo extraño demasiado.

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora