+2: Amenta

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Por un momento, tome en consideración que tal vez fue imaginación mía aquel golpe en la nuca. No lo sé. No me sentía bajo la fría superficie del suelo o de al menos, la alfombra empolvada de Lu Han.

Creo que me estoy complicando demasiado. Sí, lo más probable es que sea eso. Tal vez estuve soñando; y ahora, finalmente, me estaba levantando. Sin embargo, esa diminuta esperanza se vio aplastada en el momento en que abrí mis ojos al encontrarme mirando fijamente un techo... Que no era mío.

Fruncí ceño por la tremenda disconformidad e intenté observar mis alrededores sin alterarme o empezar a gritar pidiendo clemencia por mi libertad ¿Dónde estaba? Mis ojos escanearon todo el lugar: esquina a esquina, vertical, horizontal, como quieran ponerlo. Definitivamente, no era mi hogar. Me cansé de tanto jaleo y me senté en la cama. Una especie de espinazo fue directo a mi nuca, descargando sus miles agujas de dolor. Eran los efectos posteriores al golpe.

—Veo que estas despierta.

Una voz me sorprendió.

Pensaba que estaba completamente sola. Curiosamente, la voz no se me hacía familiar, en lo absoluto. Giré para el lado izquierdo lentamente. Ahí, en una de las oscuras esquinas, un muchacho de cabellera negra con rayitos rojos estaba sentado. Una expresión calmada y risueña invadía su rostro que era lo único descubierto. Estaba andando con un hábito negro que le cubría hasta los pies.

—¿Quién eres? —fue lo único que pude balbucear con una irritación contenida por el súbito rapto.- ¿Dónde estoy? Y meramente, mucho más importante, ¿por qué estoy aquí? —siseé arrugando la nariz. Él ni se inmuto.

—Mi nombre no te incumbe, mucho menos el lugar donde estas. No obstante, con respecto al por qué estas aquí... Viste algo que no debiste.

—¿Te refieres al hombre-gallina que tiró todas las ollas en la casa de Lu Han?

Sí, eso ha debido de ser. Después de todo, eso no se ve todos los días en una nación como esta. A menos que haya estado drogada o mis neuronas se hayan visto afectadas por el frío. El chico que tenía cara de gato, amplio su sonrisa a una de oreja a oreja.

—Exacto.

—Así que... Porque el hombre-gallina quería poner sus huevos en ese preciso momento, ¿tengo que quedarme aquí como un rehén? —pregunté ofuscada. Él solo asintió sin borrar la sonrisa de su cara—. Bueno, ¡pero qué mamada! —me quejé cruzando mis brazos sobre mi pecho. Aún tenía mi simple bividí negro y el resto del uniforme de la milicia puesto. A veces me sorprendo a mí misma ¿Cómo logre dormir con esto puesto?—. Supongo que me tendré que quedar aquí como un ratoncito en su hueco porque no hay la posibilidad de que escape, ¿verdad?

—Afirmativo —Una retorcida, enferma sonrisa marcó su rostro, cambiando su expresión a una más sombría.

—¡Ustedes son un par de sádicos! —Suspiré y estiré mis brazos.

Él no respondió. A poco no tenía que hacerlo. De repente, la puerta se abrió de porrazo; entrando el chico que respondía por el nombre de Tallarín ¿O era Tamal? Me vale.

—¿Despertó? Bien, Drago quiere verla —masculló al retener la puerta con su pie semi-descalzo. Aún no entendía su extraño atuendo del tipo este. Tenía una especie de pectoral negro, unos shorts del mismo color que le llegaban hasta arriba de las rodillas que mostraban esos... Esos muslos tan deliciosos.

¡No, _______! ¡Concéntrate! No es momento para invadir tu mente de impurezas.

—¿Quién demonios eres tú? —solté de mala gana. Él pestañeó un par de veces con asombró, luego torció los labios en una sonrisa malévola.

—Xi Liu a su servicio, señorita —se inclinó para hacer un ademán de bienvenida. Me tomó bastante tiempo darme cuenta que solo estaba usando el nombre del padre de mi amigo. ¡Qué idiota! ¡Su padre había fallecido hace años!

—¡Espera, pero él...! —me quedé perpleja—. ¡No puede ser! —El chico de ojos verdes se rascó la nariz sin interés y asintió—. ¡Maldita sea! ¿Cómo no se me ocurrió?

—Cálmate —ordenó el otro chico de cabello negro—. No es nada importante.

—P-pero yo...

—Key, Drago quiere verla. Ahora —el supuesto Xi Liu, ladrón de identidades, intervinó.

En ese mismísimo segundo, el muchacho con el hábito puesto nos estaba empujando afuera, y con su brazo libre nos despedía.

—Bien, bien. No les quito más tiempo. G-Dragon debe querer hablar con ella urgentísimo.

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora