EVERYTHING IS ROMANTIC͏ ͏ ͏ ͏ ─͏ ͏ ͏ ͏CHALLENGERS.

iii.

¿Inevitable?, ¿realmente lo era? Como si eso respondiese todo, como si esas palabras vacías explicaran las acciones de ambos pero, sabía que no lo hacían. No existía explicación coherente ni justificación, al menos no para ella. Se sentía mal constantemente. Cuando dormía con Patrick, aún por más que lo quisiese, no podía evitar pensar en Tashi. En la carrera que quedó estancada, en sus sueños que se hicieron añicos, en la relación que solía tener con Patrick y si esa misma se acercaba a lo que ella tenía ahora con él. Intentaba no sobrepensar, evitar darle vueltas al asunto pero cuando su novio la sostenía, las ganas de vomitar por la culpa se avecinaban. A veces, Devine se preguntaba si Patrick se sentía igual, si antes de besarla pensaba en su ex novia.
Sophie no respondió y ella tampoco insistió en continuar con la conversación después de recibir un mensaje de su novio. Ella se levantó, peinando sus rizos castaños hacía atrás. Dirigió una mirada suave a su compañera, casi suplicante. "¿Crees que puedas...?"

La chica rodó los ojos, entendiendo la indirecta sin siquiera esforzarse. "Sí, sí. Me iré a la biblioteca, por si me necesitas." Sophie se inclinó, recogiendo lo suficiente para guardarlo en su mochila mientras Devine se quedaba cruzada de brazos, avergonzada. Siempre las cosas resultaban así con Patrick; se había acostumbrado pero sabía que para la pelirroja, resultaba cada vez más tedioso. "Aunque lo dudo."

La morena sintió un brisa acalorada apoderándose de su rostro, haciendo que desviase su mirada. Dios, de qué le servía actuar como una colegiala enamorada. Sólo aumentaba las ganas de querer que la tierra la tragase en cualquier minuto, que pudiera simplemente enterrar cualquier tipo de tormento en relación a todo.

Bastaron algunos minutos para que la presencia de Sophie fuese reemplazada con Patrick. Su cuerpo se apoyó en el marcó de la puerta y su rostro estaba adornado por una sonrisa socarrona, esa que era característica de él. Un silbido llenó el dormitorio haciendo que el cuerpo de Devine reaccionara de manera inmediata, girándose.
"Mírate, el tiempo actúa a tu favor, no puedo creer que luzcas cada vez más linda." Ella dejó salir una risa corta, inclusive burlona en respuesta. Patrick tomó pasos cortos hacía su dirección, arrastrando sus pies mientras sus ojos verdosos no dejaban su rostro, ni por un minuto. Parecía estar analizándola, más que nada, apreciando cada detalle de sí. "Te extrañé."

Los brazos musculosos del pelinegro se envolvieron en su cuerpo, atrayéndola cerca a su pecho. Devine dejó salir un diminuto "hm." La calidez que emanaba la anatomía ajena le era suficiente para querer derretirse, para apreciar el momento y quedar enfrascada en él. Las cosas siempre eran así con Patrick. Dulces, suaves, románticas pero había un precio a pagar; el desastre, las discusiones, el sexo lleno de odio y los reclamos constantes a cosas del pasado que debían dejar morir, pero ninguno de ellos sabía exactamente cómo. Era alarmante que aún con una dinámica tan complicada, lograran estar a flote. Lograban quererse, seguir tirando de sus muñecas y prometer que nadie los separaría, como si eso no fuese más que una promesa vacía.

FRANCIA, 2019.

No recordaba con exactitud la última vez que se había sentido así; eufórica, emocionada. Quizá esos sentires se habían quedado en las múltiples fiestas de fraternidad en las que alguna vez estuvo, o en las pocas noches en la que se escabullía para acabar en algún club bailando su canción favorita. Era gracioso que toda esa manada de sentimientos regresaran a ella en el día más importante de su vida, en el que el trofeo estaba colocado en una mesa como centro y los tragos de alcohol parecían atravesar su tráquea como si de agua se tratasen.
Las felicitaciones se hicieron de esperar, al igual que los abrazos y las palmaditas en la espalda. Devine acostumbró a detenerse en la mesa de cada invitado, estrechando sus manos y regalando sonrisas torcidas que lucían más incómodas que felices. Podía escuchar a su padre alardear sobre los próximos planes para su carrera mientras ella se desplazaba entre la gente, queriendo poder saborear la noche por sí misma. Parecía que el mundo cabía en la palma de su mano, que después de tanto autosabotaje y restricción emocional, era capaz de poder acariciar algo que veía tan lejano, tan ajeno a lo que ella creyó que llegaría a ser.