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MinHo es el tipo de chico que hace grafitis en la pared de un edificio abandonado en los peores barrios de la ciudad. La pintura  huele a acre y arde en las fosas nasales del artista. La pintura negra chorreaba por el hormigón, deslizándose por donde no debía ir e hizo que la misma palabra pareciera andrajosa, enfadada y cansada.

TaeMin es el tipo de chico que garabatearía en un cuaderno; un cuaderno de  Lisa Frank cubierto de unicornios y flores de colores brillantes. La palabra garabateada sería en bucle, con una escritura hermosa, hecho a mano con un bolígrafo de rosa brillante en medio de dibujos de caballos y aviones de combate y conseguirá que cualquiera que lo observara riera por su total autocomplacencia.

MinHo recordó la primera vez que vio a TaeMin.

Había sido el último año de colegio antes de ir al instituto. El pequeño chico rubio, llevaba una falda de volantes rosa y botas de combate negras desgastadas. Tenía el pelo corto, pero el flequillo largo, adornado con sujetadores con la silueta de pájaros azules manteniendo su cara libre de cabello. MinHo pensó que los ojos de TaeMin eran lo más hermoso que él había visto .



Nunca había sabido cuanto amaba los ojos almendrados de TaeMin. Pensó que TaeMin era la cosa más hermosa que había visto en toda su vida.

Entonces frunció el ceño. Naturalmente.
En vez de tener miedo, TaeMin se rio de él y le gastó bromas sobre la forma de su cara.
Se le encomendó enseñarle al nuevo chico la escuela. Así que boquiabierto por la belleza del nuevo chico, apenas fue capaz de decir una palabra. MinHo cubrió su nerviosismo con fanfarronería y gruñó las respuestas a la alegre charla de TaeMin. 
Llevó los libros del niño para liberarlo del peso, y cuando a TaeMin le asignaron un casillero más alto que estaba fuera de su alcance, inmediatamente MinHo le cambió la suya.

Yunho ya era popular, incluso en aquel entonces. Les sonrió, celoso de que en vez de elegirlo a él, eligieran a MinHo para mostrarle al hermoso chico el instituto. Se rio y dijo que eligieron a MinHo porque conocía mejor la escuela que nadie, porque había estado allí más tiempo. Estaba insinuando el hecho de que MinHo llevaba un año de retraso.

TaeMin parpadeó cuando MinHo se sonrojó por la furiosa humillación.

—Mi madre estaba enferma y yo… —comenzó a explicar y después se detuvo. Él no le debía a nadie ninguna explicación, TaeMin  masticó silenciosamente un trozo de chicle de fresa. Eso olía dulce. MinHo se preguntó cómo sería besarlo. Sus regordetes labios rosados brillaban hipnóticamente con el brillo de labios que se había aplicado antes. MinHo apenas podía mantener su mirada en la pared, ya que sus ojos se dirigían al rebelde cabello rubio de TaeMin.

—¿Sabías que Isaac Newton y Albert Einstein fueron con retraso en el colegio? —dijo conversacionalmente, mientras sacaba su chicle entre sus dientes blancos y perfectos. Ahí no había una pizca de compasión en sus hermosos ojos, solo había curiosidad e interés.
Ese fue el momento en que MinHo se enamoró de él, porque TaeMin no era solo una cara bonita, también era amable.
Los primeros días los pasaron juntos, ya que TaeMin al único que conocía era a MinHo, pero poco a poco se fueron distanciando.

Esto era el instituto y por tanto, era como una picadora de carne, que tenía su forma de clasificar a las personas según el tipo y las conformaba en grupos más o menos homogéneos.

MinHo era del tipo que pertenecía al grupo de solitarios, de los que meditaban en algún lugar bajo las gradas y experimentaban con algún cigarrillo.

TaeMin era del tipo que pertenecía al grupo exclusivo de los que había que adorar, tendría su propio círculo de fieles. 

La sexualidad del rubio no importaba, ni su inclinación a vestirse con ropa de chica. Él usaba ambos rasgos con tanto orgullo y buen humor y radiaba absoluta seguridad en sí mismo, que hacía que todos pudieran ver que su masculinidad no disminuía de ninguna de las maneras por su feminidad. Él tenía ambos lados de la moneda y eran iguales, porque se aceptó como era, y todos los demás también lo aceptaron. 
Era una de esas personas intrínsecamente populares que atraían a otras personas como imanes, porque hacían que otras personas se sintieran bien consigo mismas.

TaeMin intentaba las cosas con MinHo, MinHo sabía que era así. Cuando a TaeMin le daban algún tipo de elección sobre elegir compañeros de laboratorio, o hacer proyectos en grupo, o equipos en educación física, MinHo sabía que TaeMin iría a buscarlo. Él no sabía exactamente como manejar ese tipo de afecto y por lo tanto le devolvía esa elección de la única manera que sabía hacer, metiéndole clandestinamente flores en el casillero de TaeMin, regalándole dulces y dejándole poemas de amor arrancados de las hojas de libros de la biblioteca.

Los dos jóvenes no se movían en los mismos círculos de ninguna de las maneras, y eran lo contrario de lo que dos personas podrían serlo, pero había un tipo de gravedad que los mantenía orbitando uno alrededor del otro.



MinHo todavía recordaba cómo el día que entró en el equipo de fútbol americano, fue el mismo día que TaeMin tuvo las pruebas para ser animador. Había pensado que podría ser que TaeMin quisiera ser animador, solo por él. Recordó haber sido golpeado en la cabeza por un pase de Yunho porque estaba demasiado ocupado mirando las piernas de TaeMin, lisas, pálidas y esbeltas bajo su uniforme de falda corta mientras prestaba atención al campo.
Recordó que ese fue el día en que todo cambió, porque ese fue el día en que Yunho también puso su mirada en TaeMin. 

El otro chico había caído rendido a sus pies. Yunho era el tipo de persona popular que simplemente creía que por ser popular, todos los demás podían irse directamente al diablo. Caminaba por el instituto como si fuera el Rey y todos los demás eran sus campesinos que debían su existencia por y para servirlo y divertirlo. Lo curioso, era que todos lo creían. Era una serpiente hermosa y mortalmente peligrosa en un justo equilibrio, era como si para proteger a sus seguidores fuera capaz de tragárselos completamente. La única persona a la que trataba con cualquier tipo de previsibilidad era TaeMin.
Yunho adoraba el chico más pequeño con todas sus fuerzas.
Yunho era todo lo que MinHo no era.
Era guapo y recatado, sin todas las astillas y bordes ásperos para que su piel fuera tan delicada como la de TaeMin. 

Yunho decía siempre lo correcto, siempre usaba las cosas correctas, siempre hacía lo correcto; como dar a un ramo de rosas rojas en medio de la cafetería, en lugar de esconder puñados de margaritas Gerberas, recién brotadas de la tierra, en su taquilla. 
Era amable y bien hablado, y rico, obscenamente rico. En el último año, todos tenían una plaza de aparcamiento. 
Mientras la mayoría usaba los coches viejos de sus padres, Yunho tenía un porche rojo cereza. MinHo alquiló su lugar vacío a un estudiante de primer año y usaba el dinero para comprar whisky barato, que apenas conseguía ahogar su enfado cuando Yunho se llevaba a TaeMin a casa en su Porsche.
Yunho se lo llevaba a citas, cenas y bailes y en poco tiempo la gente habló sobre la pareja, de esa manera tan desagradable, donde dos nombres se vuelven uno; “YuMin” y hacía que MinHo apretara los dientes.

En su último año, eran la realeza indiscutible del instituto y aunque la corte del rey y la reina del baile eran elegidos en ceremonia, era perfectamente obvio para todos, que se postulaban al Rey y a la Reina del baile de ese año.

TaeMin era él primer Reina de la graduación que la pequeña ciudad había tenido y ninguna persona tenía un problema con eso. 

Todos amaban a TaeMin, pero nadie lo amaba más que MinHo.

En el partido de apertura, MinHo no quería nada más que dejar al equipo contrario aplastar al snob del quarterback, pero no quería soportar fallar intencionalmente bajo la mirada de TaeMin. Así que ganó el partido y, como siempre, Yunho se llevó todo el crédito. 

Yunho se coronó como Rey de la Graduación y TaeMin, su reina, mientras MinHo los miraba y planificaba su próximo movimiento.

Si TaeMin quería salir con el idiota de clase,que era Yunho, estaba bien, pero sería condenado si le permitía hacerlo. 
TaeMin iba  a perder su virginidad con alguien que al día siguiente se reiría en el vestuario con un grupo de deportistas tontos, lo trataría como si fuera una conquista común… en lugar de tratarlo como el chico más inteligente, divertido, amable y hermoso que jamás hayan visto por los pasillos del instituto.

Yunho ni si quiera merecía besar el suelo por el que caminaban las perfectas piernas de TaeMin. 

MinHo decidió que TaeMin merecía tener su primera vez con alguien que lo adorara, alguien a quien le gustara su risa, sus suspiros y hasta la manera en que su rebelde cabello se erizara justo antes de llover, o la forma en que actuaba cuando había comido mucho dulce o como sus pestañas oscuras se cierran sobre sus mejillas mientras se duerme en la clase de ciencias y MinHo lo esconde del profesor con sus anchos hombros para que no reciba una amonestación.

TaeMin merece tener su primera vez con alguien que lo ame. Y si incluso el no ve esto, MinHo si puede verlo.

TaeMin le agradecería algún día lo que estaba a punto de hacer. MinHo estaba seguro de eso.

STRINGS •2min• Where stories live. Discover now