Capítulo 9

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Un día frío de invierno, yo me encontraba en mi habitación agobiada. Los exámenes se acercaban, y yo, no me concentraba. No sabía por qué razón no era capaz de estudiar, bueno, tal vez sí. La respuesta: Tom.

No podía parar de pensar en él, ¿por qué? Lo odiaba con toda mi alma, pero realmente sentía que me atraía. Incluso a pesar de que me seguía tratando de tonta, él seguía en mis pensamientos.

Había vuelto a tener el sueño de la princesa besando al príncipe, lo cual me parecía una cursilada, pero había cambiado. Matt, ya no estaba en el sueño, ahora el príncipe era Ed. Ya no estábamos en un escenario ni llevábamos aquellas ridículas ropas. Estábamos en una habitación, en mi habitación, y Ed empezaba a besarme, a acariciarme... pero luego no estaba. Otra vez estaba Tom enfrente de mí. Y se acabó el sueño.

Me sentía culpable por no pensar tanto en Matt, seguramente él se acordaba se mí a diario.

Ah, no os lo había dicho, pero dos semanas después de comprarle el teléfono a Tom, él se acercó a mí y me dijo: Se me ha caído el móvil en el váter.
Me reí muchísimo. Era realmente gracioso, lo que le había pasado, quiero decir. Me dijo que esta vez, no tendría que pagar yo el móvil, gracias a Dios, porque solo faltaría que me lo hiciera pagar sin tener la culpa. Vicky me dijo ese día: Si hubiese sido otra, le habría hecho pagarlo, pero por ser , no. No entendí eso. ¿Por ser yo? ¿Por caerle tan mal?
Ahora, ya se había comprado otro teléfono.

A parte de no soportar a Tom, no soportaba su mirada. Esos ojos azules, ojazos más bien, me miraban siempre, eran miradas de desprecio, odio. No entendía por qué me despreciaba tanto, solo me había chocado con él, y me había cogido manía desde ese día, supongo que yo también a él. Otra cosa que no soportaba de él, era su sonrisa, como ya sabéis. No me gustaba no porque fuese irritante o algo de eso, sino porque odiaba esa dentadura blanca y perfecta, que asomaba en su boca cada vez que sonreía. Simplemente por eso no me gustaba, por ser irresistible. Ya me era imposible sacar esos pensamientos de mi cabeza.

Hoy, me sentía muy mal, y después de varios intentos fallidos para estudiar, decidí llamar a mi madre.

-¡Anaís! ¿Qué tal, pequeña? -exclamó mi madre cuando cogió el teléfono.

-Muy bien, mamá. Algo agobiada con los exámenes.

-Bueno, eso es normal, cariño.

-Ya, lo sé. ¿Ha ido Matt a veros algo? -dije, pero mamá no contestó. -¿Mamá?

-No, no ha venido. Ni siquiera el primer día, te llevó al aeropuerto y no volvió.

-¿Cómo? El primer día me dijo que estaba en casa. Te preguntó si querías hablar conmigo, y estabas ocupada.

-Anaís, eso no pasó. Creo que vas a tener que hablar con él -noté un tono triste en su voz.

-Oh, ya lo creo. Ahora mismo lo llamo -dije, y marqué rápidamente el número de Matt.

Yo estaba sentada en el borde de la cama, sacudiendo la rodilla derecha rápidamente, (nervios) hasta que Matt contestó a la tercera llamada.

-Anaís, ahora no puedo hablar, te llamo más tarde -dijo de una manera extraña.

-Matt, ¿estás corriendo?

-¿Corriendo? Eh...si.

-No te creo.

-¿Cómo?

-Matt, cuéntame que has estado haciendo todos los días que me dijiste que estabas en casa de mis padres. Y no te molestes en decirme que estuviste con ellos, acabo de hablar con mi madre.

-Es que me sentía tan mal, que no podía estar con gente que me recordara a ti.

-Matt, me estás mintiendo. Te conozco desde hace tiempo. Dime quién está contigo.

-Nadie, te lo juro.

-¡Joder, Matt! ¡Dime la verdad de una puñetera vez! -dije realmente enfadada.

-Lo siento, tengo que colgar.

-No te atrevas a... -paré de hablar porque él ya había colgado.

Gilipollas, me está poniendo los cuernos, ¡me está poniendo los cuernos! Me dije, pero tampoco tenía muchas pruebas. Lo tendría que llamar algún día sin que se esperara que fuese yo.

Después de cinco minutos, Calavera entró en la habitación. Le conté todo lo sucedido.

-Ese te está engañando, sin duda -dijo Calavera mirándose las uñas.

-Sí, pero no estoy segura del todo. Tengo que conseguir que lo admita.

-Menudo imbécil -contestó ella negando con la cabeza.

-Necesito relajarme -dije de repente. -Estoy agobiada y estresada. Quiero relax.

-Yo sé de un sitio.

-¿Qué sitio, Calavera?

-Una playa. No hay mar, lógicamente, pero hay un lago. Es muy bonito. A mí me gusta, ya puedes imaginarte lo bello que es cuando me gusta a mí, porque a mí las cosas bonitas no me gustan -dijo ella. Me daba miedo cuando me hablaba tan seria. Era una buena chica, de verdad.

Calavera me contó que ese sitio estaba a tres horas de la universidad, pero valdría la pena ir, solo para relajarse.

Hicimos el trayecto en taxi, y cuando llegamos y nos bajamos del coche, me quedé fascinada.

Era un lugar precioso. No había gente allí, teníamos todo eso para nosotras. Había un pequeño lago que estaba rodeado completamente de arena, fina y blanca. El agua era cristalina, se podía ver perfectamente el fondo. Era algo maravilloso. Me sentí genial. Había tiempo que no experimentaba algo tan hermoso.

Estuvimos una hora andando por la orilla, rodeando el lago, de vez en cuando, mojando los pies. Fue una sensación única.

Me acordé de Matt. El año pasado, por mi cumpleaños, habíamos pasado las vacaciones en España. La última noche, la pasamos en la playa. Aún me río cada vez que lo recuerdo. Es algo que me será difícil olvidar.

Llegamos muy tarde a la universidad, por lo que me fui a la cama directamente. Vicky estaba en la habitación cuando llegué. Me pregunté si habría tenido algún problema con Ed, pero no le di demasiada importancia.

Mañana, intentaría estudiar, sin interrupciones y... sin acordarme de Tom...

Ese algo llamado amor ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora