Recuerdos II

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Por mucho tiempo me empeñé en buscar a Lina porque sabía que el asunto de la venganza de mi padre era difícil porque él tenía mucho poder.

Sin embargo, no la hallaba. Al contrario, terminé hallando a quien no estaba buscando. ¿Qué hacía él usando corbata y vestido como un hombre trabajador? Lo vi abandonar una casa, sin sus hombres, y de inmediato me pregunté qué demonios hacía allí.

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Aquella noche él me dijo que nos iríamos, de repente ya no viviríamos en aquella casa y me hizo hacer algunas maletas. Le obedecí sin reproche alguno, ya que minutos antes de decirme eso, me había golpeado por un error.

Tenía ya 25 años, más de 10 viviendo un infierno junto a él. A ella jamás la había visto antes hasta aquella madrugada.

Él solía irse muy temprano, así que a eso de las 4:45 am estaba dentro de la ducha mientras yo estaba haciendo las maletas.

—¡Santo cielo! —exclamé al verla en mi habitación, sin comprender cómo entró.

—Silencio —me dijo en un susurro—, silencio.

Desde el principio supe que no me estaba buscando a mí, pero sentía miedo por mis hijos, ya que la forma de dejar a la vista solo su mirada ya me causaba bastante miedo. Supuse que ella quizás no sabía que estaban allí, así que ni siquiera los mencioné, solo me quede allí inmóvil.

Cuando ella se sentó sobre la cama arrugó sin querer una camisa que yo había planchado.

—¿Quién es usted? —le pregunté susurrando.

—Me llamo Génesis —me respondió mientras cargaba un arma.

Después de decirme eso se puso de pie y en cuanto atravesó la puerta sentí miedo de que le hiciera algo a mis hijos. Así que me puse de pie y la sujete.

—Por favor, no le haga daño a mis hijos —le supliqué.

—¿Tienes miedo de que yo les haga daño, pero permites que el sí lo haga?

Antes de que pudiera contestarle, ambas lo escuchamos gritarme.

—¡Julia! ¿Por qué está arrugada mi camisa? ¿Ni siquiera eso puedes hacer bien?

Después de eso escuchamos un golpe, era obvio que estaba enojado conmigo. Bien, tenía miedo y sí, estaba acostumbrada a la sumisión... me acerqué a la puerta de nuevo y lo que pasó después fue que tenía una mano en mi cuello y estaba contra el marco de la puerta. Me había dado un golpe con el marco de la puerta, me dejó una enorme herida abierta que empezó a sangrar.

Admito toda mi cobardía, pero sentía que me ahogaría en cualquier momento y en ese momento solo pensé en desviar la atención.

—¡Hija de puta! —me soltó de inmediato para acercarse a ella. Me observó con un odio.

Pero se detuvo en seco cuando vio el arma, pero parecía no tenerle miedo, más bien la miraba como si fuese una inútil.

—¿Y qué harás? —le preguntó con una risa sarcástica— Eres igual a tu madre, además de una zorra.

—Adentro —le ordenó ella.

Él seguía sonriendo mientras retrocedía, me jaló del cabello y me acercó a él como si yo fuese un escudo.

—¿Te estás escondiendo detrás de una mujer? —preguntó ella mientras sostenía el arma.

Tenía un dolor considerable de cabeza y tenía miedo, porque sabía que ante cualquier cosa, probablemente yo terminaría muerta.

Gray Eyes (chicaxchica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora