En el reino de los gnomos

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Alicia

Estaba tembalndo de miedo, tengo mucho pánico si se trata de lugares altos. El abrazo de Derek me calmó un poco aunque no lo suficiente. Es entonces cuando recuerdo haber visto unas enredaderas gruesas y resistentes (al menos lo parecían) en el tronco del árbol mientras escalábamos. Podríamos utilizarlas como cuerdas improvisadas para bajar. Se lo comenté a los demás.

- ¿Y si no aguantan nuestro peso? -preguntó Emma con la voz temblorosa-

Alex intentó tirar de las enredaderas.

- Parecen bastante resistentes -dijo- si os da miedo, bajaré yo primero.

Jacob se acercó a las enredaderas y las tiró fuertemente para abajo. Las enredaderas no se movieron ni un centímetro.

- Bien, son resistentes.

Vi a Jacob bajar con Emma. La sostenía con un brazo, de la cintura y con el otro se agarraba de las enredaderas. Me reí y bajé así también con Derek (yo no bajo sola ni de coña). 

Al pisar la tierra, las vistas eran maravillosas: los árboles eran todos de un color anaranjado y marrón, las casas eran setas y cabañas enanas y los ríos contenían agua cristalina. Avanzamos, emocionados y vimos un gran puente. A medida que avanzábamos por él, notaba una sensación extraña. Era como si todo el mundo estuviese encogiendo. 

-¿Soy yo o estámos encogiendo? -pregunté-

- Este puente encoge a la gente al tamaño de un gnomo para que los enemigos no puedan aplastar el reino -me contestó Alcachof-

- Ingenioso -soltó Jacob de repente-

Al cruzar hasta el final, el puente desapareció. Miré a mi alrededor. Habían gnomos por todas partes, cantando, bailando y tocando instrumentos musicales por la calle. 

- Estamos en el centro de Gnomolandia, en la capital, Caelum.

Había una gran fuente a unos pocos metros de nosotros, que desprendía agua reluciente. Las calles olían de maravilla a carne y bellotas fritas. El suelo era de piedra y el sol iluminaba las calles relucientes. Nos quedamos boquiabiertos observando las maravillosas vistas. 

- Ojalá quedarnos aquí por mucho tiempo -dije con los ojos brillando de la emoción-

- Ya pero Dan nos necesita -dijo Derek-

- Yo creo que ya no mucho -se rió Emma-

- Esto no es una broma Emma -contestó de la forma más seca posible-

- Ni hacer una broma puede - dijo Jacob rodando los ojos-

- ¿Te estoy hablando a ti acaso?- dijo Derek irritado-

- Mira cabronazo, a mi no me hables así, puedo irme con Alex en cualquier momento y dejaros solos a vuestra cuenta así que cierra el pico - dijo Jacob alzando la voz-

- No pasa nada Jacob, déjalo estar -dijo Emma intentando tranquilizarlo mientras le acariciaba el brazo-

En un abrir y cerrar de ojos, Jacob y Derek estaban en el suelo pegándose violentamente. Algunos de los gnomos presentes lo notaron y los separaron inmediatamente.

- ¿Acaso no conoceis la regla de no pelearse en días de fiesta? -gritó uno-

- Lo siento no volverá a pasar - dijo Alex avergonzado-

Ambos estaban heridos. A Jacob le sangraba el labio y a Derek se le puso morado el ojo. Cogimos unos trapos y los mojamos con agua fría. Yo se lo puse a Derek y Emma a Jacob. Alex estaba enfurecido echándole la bronca a Jacob por armar tanto escándalo apenas llegar. Vi a Emma besándole la frente a Jacob y sonreí internamente.

- ¿Cómo podéis ser tan inmaduros? -dije mientras le echaba más agua al trapo-

Derek me miró por un instante sin decir nada y volvió a fijar la vista en la nada. Solté un resoplido de "dios dame paciencia" y fui a ver como se encontraba Jacob.

De pronto oímos unos ruidos dirigiéndose rápidamente hacia nosotros. Eran como las patas de los caballos. Un pito se oyó muy cerca de nosotros.

- Policía de Caelum, quédense quietos -gritó un gnomo de aspecto gracioso-

Miramos con incredibilidad a los policias. ¿Nos dicen a nosotros? 

- Estáis detenidos por infrigir la ley número 463 de la constitución gnómica -dijo otro poniéndonos esposas-

- ¿Qué? No puede encarcelarnos, por favor, necesitamos llegar a Verdehumo -exclamó Alex-

- Sí, si que puedo, y no me importa hacia donde os dirigais y porque.

Estábamos encarcelados en una carroza de prisioneros. Mierda. El tiempo iba en nuestra contra. Veía como la carroza  avanzaba rápidamente hacia un castillo. Salimos de la carroza, con cuerdas envueltas en nuestras manos y con la cabeza abajo. Avanzamos hacia dos tronos de plata. 

- Su majestad, estos visitantes han incumplido la norma 463 de la constitución gnómica, ¿Tengo permiso para encarcelarlos?

- ¡Harold! ¡Pero que falta de respeto! Si son los humanos de la profecía -chilló una gnoma-

Tenía una corona reluciente de oro en su cabeza, su pelo estaba recogido en un moño alto y vestía de una forma muy elegante. 

¿La profecía? ¿De que habla? Harold nos quitó las esposas rápidamente y se disculpó (demasiadas veces).

- ¿Qué profecía? -preguntó Emma confusa-

- Os explicare queridos, seguidme -dijo la reina gnoma levantándose de su trono con una sonrisa amable-

La seguimos hasta un gran comedor lleno de deliciosos manjares. Habían unos ventanales enormes, con vistas a todo el pueblo. Habían flores rojas y una gran mesa de cristal (con asientos de cristal también). Nos sentamos y comenzamos a devorar la comida (a mí especialmente me encantaron las almendras y el queso).

- La profecía dice así, -comenzó a relatar la reina-  En una antigua profecía, se predijo que tres humanos de corazón puro, un intrépido pirata y un valiente explorador se unirían para enfrentar la oscuridad creada por un rey corrupto. Este rey desencadenaría la tercera guerra mágica, sumiendo al mundo en caos y desesperación. Sin embargo, estos cinco individuos, guiados por el destino, unirían sus fuerzas para detener al tirano y restaurar la paz. Su valentía y determinación serían la luz que disiparía las sombras, salvando así al mundo de la destrucción inminente.

Me quedé mirándo a Emma fijamente, que estaba tan rayada como yo. ¿Como podemos nosotros salvar el mundo? Si yo no se ni restar ¿Se supone que debo salvar el mundo? 

El bosque de los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora