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—¿En qué piensas tanto?

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—¿En qué piensas tanto?

Olly me había estado preguntando lo mismo todo el día, cada vez que Ame y Coco salían del salón principal de Cortopunzante y nos quedábamos solos. Creía que no me daba cuenta de la insistencia, pero era mucha incluso para él, que solía ser más nervioso que la mayoría.

—¿En qué quieres que esté pensando, Olly?

Negó con la cabeza, cansado.

—En cualquier cosa menos en lo que tienes en la cabeza ahora mismo.

—¿Y qué tengo en la cabeza ahora mismo?

—Olvídalo.

—No, en serio, ¿en qué se supone que estoy pensando?

—Ibbie, te conozco, y sólo te pones a la defensiva cuando te sientes acorralada, y sólo te sientes acorralada cuando te acuerdas de Alo-

—Ya, ya, tú ganas. Estoy pensando en ella.

Se levantó de su banco tras la batería y fue a sentarse en el suelo junto a mí. El ensayo estaba siendo un desastre y, aunque nadie me decía nada, todos sabíamos que era por mi culpa. Estaba desconcentrada, y además tenía la garganta apretada por el frío que había tomado hacía algunos días cuando fui a visitar a Dara. Lo pasamos muy bien, pero aunque habíamos intercambiado algunos mensajes desde entonces, las cosas se sentían algo extrañas. No quería preocuparme mucho por eso, porque en realidad tenía varias falencias en cuanto a hacer amigas y me aterraba pensar que estaba haciéndolo mal otra vez. E incluso más que eso, pensar en Dara me llevaba automáticamente a pensar en Alondra, y odiaba la conexión que mi cerebro estaba haciendo entre las dos.

—¿Necesitas hablar?

Olly no era muy dado al contacto físico, así que su mano sobre mi antebrazo me demostró que estaba muy preocupado. Quizás estaba actuando más rara de lo que había pensado.

—Estoy harta de hablar de ella —me quejé—. Las cosas estaban bien, la terapia iba bien, ¿por qué tenía que volver a arruinarlo todo?

Se me habían humedecido los ojos mientras hablaba, así que me los limpié antes de que las lágrimas cayeran por completo y me humillaran más.

—Con lo que me costó sacarla de mi vida —seguí—, lo difícil que fue aceptar lo que pasó, todo lo que me obligó a hacer, los golpes, el toqueteo en lugares públicos...

—Ibbie —Olly me rodeó con el brazo, apegándose más a mí. Yo había empezado a temblar, así que me obligué a detenerme antes de que Ame y Coco volvieran; estaban perdiendo la paciencia conmigo, y aunque tenía una buena voz, nadie era irremplazable.

—Perdón, debes estar cansado de que siempre hable de lo mismo.

—No seas tonta —me reprendió—. Puedes hablar todo lo que quieras, de hecho, creo que incluso deberías hablarlo más.

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