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Reconocí la herida en el labio de Dara tan pronto la vi entrar por la puerta

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Reconocí la herida en el labio de Dara tan pronto la vi entrar por la puerta. Era la misma que yo había tenido varias veces, cuando hacía enojar a Alondra o simplemente la pillaba de mal humor. Oly se dio cuenta de que se trataba de algo serio cuando me vio palidecer; podía sentir como había perdido el color por completo, pero mi pulso se relajó un poco cuando vi la determinación en los ojos de Dara.

Tenía los ojos húmedos cuando la abracé, pero aunque quería disculparme por mi reacción, estaba tratando de hacerlo menos, así que sólo me quedé allí un momento, con mis brazos alrededor de su cuerpo delicado y su rostro hundido en mi pecho. Cuando se separó de mí, tenía en la mirada la misma rabia que yo sentía por dentro, pero en vez de lágrimas, tenía los ojos brillantes de indignación. Me habría gustado tener esa misma expresión, pero todavía me sentía muy lejos de eso. Por mucho que mi terapeuta insistiera en que no tenía nada que ver, la sensación de que todo era un poco mi culpa no se me quitaba por completo.

—Estoy bien —aseguró. No lo estaba, pero había aprendido rápidamente que no le gustaba mostrar ningún signo de debilidad.

Se sentó a mi lado en la mesa y Oly deslizó su café en su dirección. Dara lo bebió sin decir nada, prácticamente de un solo sorbo a pesar de que él no usaba azúcar y todavía salía vapor desde la taza. Me pregunté si acaso no le dolería la herida con el líquido caliente y si, de ser así, estaba intentando mitigar la vergüenza que sentía con esa incomodidad. Le apreté la mano cuando juzgué que se le estaba yendo la mano; entendía perfectamente el sentimiento, pero no podía hacerme la tonta así como así.

—Está bien si no lo estas —dije al final, y ella resopló.

—Tan solo he estado pensando y creo que no hay forma de denunciarla.

—Es decir sí la hay... —aportó Oly con lo que me había dicho mil veces antes—, pero claro, la verdad no haría ninguna diferencia.

—¿Y sus padres? —preguntó Dara.

—No les importa —respondió Oly por mí, conocía mis razones de memoria. Dara asintió, comprendiendo más de lo que admitía.

Nos quedamos en silencio un rato, en el que Dara se terminó el café de Oly mientras yo hacía esfuerzos por apurar el mío, que ya estaba tibio y asqueroso. No quería mirarla, pero mis ojos se iban a la herida en su boca me gustara o no. La tomé de la mano y se la apreté fuerte, vi como sus hombros se relajaron al contacto y me sentí algo mejor; al menos podía aliviarla un poco.

—No puedo creer que tengamos que quedarnos con los brazos cruzados —se quejó y Oly asintió.

Yo estaba comenzando a sentirme cada vez más lejana a la situación, aflojé mis dedos alrededor de la mano de Dara y al parecer esto hizo que saltaran sus alarmas. Hizo amago de sujetarme, creyendo que me estaba desmayando de nuevo, pero no tenía que ver con eso. Simplemente me sentía demasiado débil como para hacer nada, no quería estar más allí.

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