Capítulo 15: Separación.

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—¡Ya era hora que arreglarais vuestras diferencias!—dijo Livia contemplando a su hermana—. Eres otra cuando estás feliz.

—¿Tanto se me nota? —preguntó Irene resplandeciente.

—Porque no tengo un espejo aquí, pero tendrías que verte.

—Paulo se disculpó, todo fue porque se puso celoso. ¿Te lo puedes creer? Dice que me quiere.

Livia sentía una carga menos que soportar al comprobar la felicidad que irradiaba su hermana.

—¿Y tú le quieres a él? —preguntó Livia.

—Si, me he enamorado de Paulo.

—¡Es tan evidente! Me alegro por ti —declaró Livia.

Ambas hermanas, estaban en la cocina preparando la comida.

—¿Y dónde está Paulo?

—Se fue a la factoría para explicarles que hoy no iría.

—La verdad, es que no deberías ir nunca.

—¿Por qué dices eso? —le preguntó Irene—. ¡Ya estás igual que Paulo!

—¡Mírate cómo te ves! Estás agotada.

—Eso es porque no me entraba la comida. Se me cierra el estómago cuando estoy preocupada.

—¿Por una pelea, Irene? —le preguntó Livia—. ¿Cuántos días llevas sin comer en condiciones?

—No lo sé —contestó Irene intentando hacer memoria.

—Pues deberías saberlo.

—Si es que veo la comida y se me revuelve el estómago.

Livia, que tenía un cuchillo en la mano cortando las verduras, se detuvo y se le quedó mirando.

—¿Tienes el estómago revuelto?

—Si, ¿por qué?

—¿No estarás embarazada? —le preguntó Livia.

Irene se quedó extrañamente callada sin poder articular palabra.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste tu mes?

—No me acuerdo —dijo Irene sentándose en el banco. Las piernas le temblaban.

—¿Y cuándo te tiene que venir?

—No lo sé —volvió a responder Irene—. No la he tenido desde hace semanas.

—Intenta recordar —le pidió Livia.

—Para la fiesta de la diosa Isis, no la tenía.

—De eso, ya hace un mes largo, Irene.

Tapándose el rostro con las manos, Irene susurró:

—¡No puede ser!

—¿Qué es lo que no puede ser? —preguntó Paulo desde el arco de la puerta.

Ambas hermanas se le quedaron mirando, como si las hubiesen pillado hablando de algo indebido.

—¡Nada! Mi hermana que no quiere que trabaje.

Paulo se acercó hasta su mujer y bajando el rostro, la besó delante de su hermana.

—Y yo coincido con ella. Sabes que no quiero que te excedas. No lo necesitamos.

—Apenas llevo unos días, no puedo decir que me voy.

—¡Claro que puedes! Puedo hablar con Julia y explicárselo —dijo Paulo esperanzado.

MÁS ALLÁ DEL CORAZÓN © 5 SAGA CIUDADES ROMANAS #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora