Capítulo 13: La competencia.

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—Paulo, me gustaría visitar la factoría esta mañana.

Observando a su esposa, Paulo le sostuvo la mirada y por la cara que puso, Irene comprobó que no le agradaba la noticia.

—Ayer escuché lo que mi hermana te propuso, pero ¿lo ves conveniente? —le preguntó Paulo que untaba aceite en la rebanada del pan con aceitunas.

—¿Por qué tendría que verlo mal? —preguntó Irene extrañada.

—Por los niños —respondió Paulo escuetamente.

Irene le daba de comer a la pequeña Lucía mientras el pequeño, comía solo. Esa mañana se habían despertado tarde tras la fiesta de la noche anterior.

—¿Qué te propuso Helena? —le preguntó Livia interesada.

—Le pregunté por su trabajo en la Casa de Livio y me explicó lo que hacía. Me pareció tan interesante que me propuso enseñarme. De hecho, Julia me ofreció trabajar en la factoría.

Paulo que había mantenido la vista baja sobre el pan, la levantó en ese instante.

—¡No tienes por qué trabajar Irene!

—Pero si no he aceptado nada, solo quiero ver lo que hacen. Solo me ha llamado la atención.

—Esas mujeres han trabajado toda la vida —respondió Paulo.

—Eso no es cierto...

—¡Claro que lo es! Mi hermana Helena y Julia trabajan sin descanso —le cortó Paulo contrariado—. Las únicas que no han trabajado en su vida han sido las nobles y ricas patricias rodeadas de esclavos todo el día, mientras se lo hacían todo.

Paulo se arrepintió del comentario en cuanto salió por su boca. El rostro de Irene se demudó mientras Livia miraba a ambos con preocupación.

—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Irene.

—¡Olvídalo! Siento lo que he dicho... —dijo Paulo tras dejar el pan encima de la mesa mientras se le quitaban las ganas de comer.

Cruzándose de brazos y apoyándose sobre el mueble, le sostuvo la mirada a Irene, sabiendo que era imperdonable que se hubiese expresado de tal forma.

—No te culpo de nada, Irene.

—No, pero lo piensas. ¡Que es peor! —exclamó Irene haciendo el intento de levantarse de la mesa—. ¿Por qué ves tan mal que sea una patricia? ¡Cómo si yo hubiese tenido la culpa de que mi padre fuese un senador!

—¡No te vayas! —dijo Paulo aferrándole la muñeca cuando vio que abandonaba la mesa—. Los niños no han terminado de comer.

Irene miró hacia los pequeños y cuando comprobó sus caritas preocupadas, volvió a sentarse.

—A ver explícame qué quieres hacer —le exigió Paulo, intentando tener paciencia con su esposa.

—Solo quiero ver lo que hacen en la fábrica.

—Pero vas a trabajar...

—No, solo voy a conocer lo que hace tu hermana y Julia. Si ves bien que ellas trabajen no sé porqué te enfadas conmigo.

—Porque tú eres mi esposa y no quiero que estés penando. Puedo mantener a mi familia perfectamente.

—¡Si nadie piensa que no lo puedas hacer! —aclaró Irene—. Solo es que jamás he podido hacer nada por mí misma. Y creo que debe ser una gran satisfacción ganar tu propio dinero.

—Cuando eres un esclavo y tienes que trabajar desde que sale el sol hasta que te acuestas y así, un día tras otro, sin que te paguen mientras ves con tus propios ojos como los demás viven de tu sudor y de tu sacrificio, no es tan satisfactorio.

MÁS ALLÁ DEL CORAZÓN © 5 SAGA CIUDADES ROMANAS #PGP2024Onde histórias criam vida. Descubra agora