Capítulo 10: Un nuevo comienzo.

363 59 28
                                    

Alguien le besaba en el cuello, detrás de la oreja. Intentaba resistirse para evitar que continuara, pero le sujetaban la barbilla. No pudo evitar reírse cuando la barba de Paulo le hizo cosquillas en la piel. Ese hombre, cada vez la fascinaba más. No podía mantener las manos alejadas de su cuerpo y a ella, no le disgustaba.

—¡Paulo! ¡Me has despertado!

—¡Mejor! Así puedo engañarte más fácilmente.

—¡Para...! No pretenderás que lo hagamos otra vez...

—Es el mejor momento. Estoy descansado y dispuesto a mostrarle la segunda lección a mi esposa.

—Van a entrar y nos van a pillar —susurró Irene pensando en sus hijos.

Intentaba mostrarse reacia pero las caricias de Paulo, la seducían porque jamás le habían hecho el amor con tanta asiduidad. Cada vez que Paulo la había tocado, había alcanzado el placer. Era fácil volverse adicta al cuerpo de su esposo.

—Será rápido —le aseguró Paulo.

—Todo lo haces rápido —se rió Irene.

—Eso ha sido un golpe bajo. Te arrepentirás de tus palabras...

—¡No, por favor! —dijo riéndose—. No creo que pueda aguantar tanto.

Irene se quedó sin respiración cuando Paulo se puso encima de ella, cubriéndola con su cuerpo.

—¿Cuándo te has quitado la ropa? —preguntó mirándolo a los ojos.

—Cuando me he despertado deseándote...

Paulo bajó sus labios y besó a Irene mientras le subía lentamente la túnica. Sentía un deseo insaciable de ella. Había respetado su convalecencia pero encontrándose mejor, nada les impedía disfrutar, excepto un grupo de niños.

—Hoy será rápido pero te prometo que esta noche, suplicaras.

En ese instante, Paulo se introdujo en ella, moviéndose despacio mientras la besaba y le decía mostrándose serio:

—Segunda lección: por las mañanas, también podemos hacerlo.

Entregándose al placer, Irene no pudo discutirle esa cuestión.


—¿Te ayudo a vestirte?

—Solo pásame la túnica. Puedo sola.

—Toma —dijo Paulo mirando hacia la puerta—. ¡Vístete rápido! Estoy escuchando pasos, van a entrar...

Haciéndole caso, Irene se metió por la cabeza la túnica y solo tuvo el tiempo suficiente de bajársela antes de que una tromba de gente apareciese por la puerta. Livia junto a sus hijos y los sobrinos de Paulo, entraron en tropel.

—¡Tío, tío...! ¡Ya está el desayuno! —dijo el pequeño Metellus.

—¡Qué bien! Me he levantado con hambre —dijo Paulo de forma pícara centrando la mirada en su mujer.

A Irene se le encendieron las mejillas al entender el doble sentido de Paulo.

—Buenos días... —dijo Livia acercando la pequeña a su madre—. Preguntaba por ti, no he podido retenerlos más.

—No te preocupes, ya estábamos despiertos.

—¡Venga, muchachos! Vayamos a la cocina —ordenó Paulo mientras se dirigía hacia Irene—. Ven, te llevaré.

—No hace falta, yo puedo. Ayer pude andar.

—Entonces, dame a Lucía. No quiero que te extralimites todavía.

MÁS ALLÁ DEL CORAZÓN © 5 SAGA CIUDADES ROMANAS #PGP2024Where stories live. Discover now