Capítulo 14: Crisis.

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Llevada por la furia, podía comprender que descargara sobre él su enfado, pero lo que no podía tolerar, era su comportamiento durante la cena. Sólo había tenido ojos para el tal Vitorino. Se habían dedicado a hablar de sus años en Roma, excluyendo a todo el mundo y lo peor de todo, es que habían conversado sobre temas que él desconocía y en los que no podía participar. En esos instantes, se había dado cuenta de su extraordinaria y rica educación. No era capaz de mantener una conversación civilizada con su esposa sobre poesía, política o derecho. Y lo peor de todo, es que le molestaba que ella lo hiciera con otro que no fuese él.

Intentando calmarse, salió fuera de casa y se sentó en la orilla de la playa. Necesitaba reflexionar sobre lo ocurrido y pensar qué camino tomar. Cuando se casó con ella, no pensó en que tendría que lidiar con estos problemas. Toda la vida había sido un hombre libre, sin ataduras y ahora, pretendía imponérselas a Irene cuando era evidente que estaba deseando hallar la libertad que nunca había tenido. Como solía decir su madre, eran como el aceite y el agua, no destinados a mezclarse. ¿Debía dejar que siguiera su propio camino? Si la quería, no podía ser el causante de su desgracia.

Paulo se sentía hundido porque se estaba dando cuenta que amaba a Irene más de lo que pensaba y que él, no era el hombre que ella necesitaba.

Cuando se hartó de llorar, se quedó dormida esperando inútilmente a que Paulo regresara al cubículo. Sin embargo, no apareció en toda la noche. Así que sin saber dónde había dormido, se levantó. Era su primer día de trabajo y debía irse a la factoría.

Vistiéndose, arregló la alcoba y salió casi a hurtadillas temiendo encontrarse con él. Abriendo despacio el cubículo de su hermana, entró sin hacer ruido.

—Livia... —susurró Irene.

—¿Qué pasa? —preguntó Livia soliviantada.

—Tengo que irme a la factoría. ¿Te quedas con los pequeños?

—¡Claro! ¿Qué pasó anoche? Te escuché discutir con Paulo... —dijo Livia observando el rostro de su hermana—. ¡Has estado llorando!

—¡Si, se enfadó porque le dije que había hecho el ridículo!

—¿El ridículo...? —preguntó Livia incorporándose, sentándose en el lecho.

—Insultó a Vitorino. No quiere que venga a casa...

—¿Por qué? —preguntó Livia anonadada.

—No lo sé... —respondió Irene—. Pero quedamos fatal delante de él. ¡No quiero imaginar lo que debe estar pensando de nosotros!

—No le des tanta importancia, Irene. Sabes que Paulo es una buena persona, sus motivos tendrá. Tienes que adaptarte a tu nueva vida.

—Lo sé, pero no entiendo por qué tuvo que comportarse tan mal.

—¿Dónde está? —preguntó Livia.

—No lo sé. No sé dónde ha dormido.

Livia miró con lástima a su hermana.

—No te preocupes, se le pasará...

—¡Me enfadé tanto que le pegué! —dijo Irene empezando a llorar, ante la mirada asombrada de su hermana.

—¿Le pegaste? ¡Pero Irene...! ¿Cómo hiciste eso?

—No pude controlarme y cuando quise darme cuenta, le había dado un bofetón.

—No debiste hacerlo.

—Lo sé... —respondió mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

—¡Anda no llores más! Verás cómo pronto os olvidáis de esto.

—¿Y si no me perdona?

—¡Qué tonta eres! Ese hombre está loco por ti. Se nota a la legua.

MÁS ALLÁ DEL CORAZÓN © 5 SAGA CIUDADES ROMANAS #PGP2024Where stories live. Discover now