23. Escape From The City

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David

Pensé que en esa tranquila mañana en la plaza del Pueblo Angelical solo reinaría la felicidad en nosotros. Sin embargo, Amelie me apenó con la deprimente historia de una niña que conoció en la calle.

Me dijo que se llamaba Samantha y su situación me pareció tan triste que no pude disfrutar de mi comida. Aunque sí me conmovió saber que Amelie le brindó dinero y un desayuno para que su supervivencia se le facilitara.

La cuestión era que Amelie deseaba realizar un cambio rotundo en su vida de algún modo. De hecho, se la paso el resto de la tarde pensando en soluciones para brindarle felicidad a los días de esa niña abandonada.

Yo escuchaba sus ideas con interés, pero todas me parecían imposibles de ejecutar. Además, existía una gran posibilidad de que Samantha estuviera trabajando para un hombre maleante. De esos que cargan armas en sus bolsillos y nos dispararían si nos atreviéramos a llevarnos a uno de sus esclavos.

¡Ay! Amelie tiene un gran corazón, pero espero que su bondad no me cueste la vida. Esto lo digo porque en la madrugada de hoy salió sin mi consentimiento para alistar unos preparativos. Me di cuenta por el ruido que hizo vistiéndose y cerrando la puerta de la habitación. Como estaba medio dormido, creí que fue parte de un sueño, pero no verla en su cama me hizo recalcar que sí paso.

Regresó como a las nueve de la mañana con dos pares de patines y su respectivo equipamiento de seguridad. Asimismo, trajo una larga soga colorida y una pistola roja con la pegatina de un rayo. Intente relacionar uno de sus cuantos planes con esa particular selección de herramientas, pero acabe concluyendo que se trataba de uno de última hora del que jamás me entere.

—¡Levántate porque nos vamos a rescatar a Samantha! —Me exigió, quitándome las sábanas de encima.

—¿Por qué saliste sin avisar, Amelie? Pudo ser peligroso para ti. —Le Dije angustiado.

—Pudo serlo, pero no me paso nada. —Se defendió, sacudiendo mi cuerpo para que abandonara la cama. —Ahora vístete que no tenemos mucho tiempo. Responderé tus dudas en el camino, ¿está claro?

—Está bien, está bien, tu mandas.

Me levante con un montón de pereza y busque mi maletín para sacar la ropa que usaría. No obstante, en su lugar, solo halle uno de mis conjuntos.

—Ah, sí, no te preocupes, nuestro equipaje está en buenas manos. Lo volverás a ver cuándo terminemos el rescate.

—Vale... —Susurre, entrando al baño con las prendas en mis manos.

No es muy relajante ducharse cuando la chica más preciosa del universo se la pasa golpeando la puerta del baño constantemente. Amelie no paraba de gritar mi nombre para que me apresurara. En cierta parte, la entendía; no soportaba que Samantha pasara otro minuto en ese cruel ambiente. Y la verdad es que yo también estaba a favor de ayudarla. Lo que me preocupaba involucraba el cómo lo haríamos exactamente, pero supongo que pronto lo descubriría.

Luego de bañarme y vestirme con la espalda un poco mojada, cuya sensación detesto completamente, salimos del hotel con nuestros morrales y volvimos a la plaza en un taxi. Finalmente, nos sentamos en una banca con nuestro equipamiento en mano y Amelie se dispuso a explicarme lo que haríamos.

—¿Sabes de patinaje? —Me preguntó, en cuanto sacaba unos patines celestes de su mochila.

—Uh... sinceramente, nunca lo he intentado y no es que sea un tipo al que se le facilite mantener el equilibrio. —Le respondí nervioso.

—Lo suponía. —Suspiró, haciendo un puchero. —Qué bueno que también compre ruedas de entrenamiento para estos casos. —Añadió, insertando las ruedas adicionales en los costados de los patines. —¡Listo! Ahora no te caerás. ¿Por qué no los pruebas?

David y AmelieWhere stories live. Discover now