12. Lonesome Town

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David

Nos topamos con un redondo vestíbulo que me dio la impresión de que estábamos dentro de una torre. No veía ninguna ventana por la que los rayos del sol pudiesen ingresar. La iluminación del sitio constaba de un candelabro suspendido en el techo y unas cuantas antorchas en los muros.

A la izquierda, unas escaleras conducían a los pisos superiores, mientras que en el centro se encontraba un ascensor publicitario que me recordó a los que suelen verse en los centros comerciales. Sin embargo, este se caracterizaba por no anunciar ningún producto. En su lugar, mostraba un tétrico retrato de la misma chica que estaba esculpida en las estatuas del bosque. Y fue gracias a esa pintura que pude ver con detalle cómo era en realidad.

Se trataba de una sonriente joven blanca con un ancho rostro cuyas mejillas eran decoradas por unos lunares del tamaño de pequeñas pecas. Su largo y rizado cabello estaba tinturado con varios tonos de purpura que se iban intensificando en las puntas.

Sus grandes ojos se veían muy tétricos con el delineado y el sombreado exagerado que se asemejaba a manchas de tinta. Además, esa puntiaguda nariz de bruja, combinada con esa expresión maléfica, me hacía dar escalofríos.

—¿Quién es esa? —Le pregunte a Amelie, tartamudeando ligeramente por el miedo que me causó la cara de esa mujer.

—Ella es Lucrecia Beach, la líder del Subterráneo. —Me respondió, oprimiendo el botón que servía para llamar al ascensor.

—¿La misma chica que le pega a tu amigo?

—Exacto. Digamos que es esa clase de persona que se desahoga haciendo sufrir a los que están bajo su control.

—¿Eso significa que mandaría una bomba a mi casa si me atrevo a insultarla?

—Quisiera no asustarte, pero lo que dices es algo que ella sería capaz de hacer.

—¿De verdad? Ay, ojalá mi camino jamás se cruce con el de ella. No quiero morir tan joven, aún hay muchas aventuras que tengo que vivir contigo y sueños que cumplir.

—Cálmate, estaremos paseando en un sector desolado que ni de coña ella visitaría. Por cierto, deja de ser así de dramático, es un poco estresante.

—Perdóname. Mejor cambiemos de tema, hablar de esa mujer me pone paranoico. —Dije, tomando un satisfactorio suspiro. —¿Qué tal si me especificas a dónde iremos?

—Al Subterráneo. —Me contestó con un tono obvio.

—Sí, pero me refiero a que me cuentes el nombre especifico de la zona.

—Ah, por supuesto, sí que soy mega despistada. —Añadió riendo. —Caminaremos por el Bosque de Lumifungis. Es una de las localizaciones más solitarias del Subterráneo, pero sus hongos luminosos lo vuelven un sitio encantador y perfecto para charlar contigo.

—Guau, suena como un sitio mágico sacado de los cuentos de hadas.

Repentinamente, las puertas del ascensor se dividieron y revelaron una estrecha habitación en su interior.

—Ya veras lo mucho que te asombraras cuando estemos allí. Vamos, no perdamos más tiempo y bajemos de una vez.

Entre corriendo al elevador con una gran ilusión por las misteriosas aventuras que viviría en ese sombrío mundo. Pero mi impaciencia me hizo olvidar ser un caballero y cederle el paso a Amelie para que pasara primero.

Me imagine que se ofendería por mi mala educación, pero paso todo lo contrario. Ella solo torció la mirada y esbozó una sonrisa con sus labios en cuanto se acomodó con elegancia frente a mí. Se me hizo raro que no se molestara en absoluto, pero no le di mucha importancia porque prefería verla contenta.

David y AmelieWhere stories live. Discover now