2. No Rain

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David

Me encontraba frente a la puerta de mi casa con las bolsas de compras en el piso, sacando las llaves de mi bolsillo e insertándolas en sus respectivas cerraduras. En breve, una buena canción de pop empezó a sonar en mis audífonos, dándome la motivación de girar las llaves a ese pegajoso ritmo para abrir la puerta. ¿Qué puedo decir? Es mi cumpleaños y hay que gozarlo hasta en las acciones más simples.

Esa caminata fue una excelente forma de empezar mi mañana cumpleañera con el pie derecho. Si no hubiese tenido que comprar las decoraciones de la fiesta, me habría quedado descansando en el parque. Pero como soy un muchacho con responsabilidades, tuve que darle una visita a la papelería de mi barrio. No quería que mi sala se mantuviera igual que todos los días, debía invertir en ese toque festivo que merecía.

Fue por eso que no me conforme con el primer paquete de globos que halle, sino que busque aún más cosas que se vieran llamativas. La chica que atendía el local, fue muy amable y me mostro un montón de productos que cumplían con lo que necesitaba para animar el ambiente de mi humilde residencia.

Acabe comprando más de lo que esperaba, aparte de los globos, me lleve un cartel con el mensaje de feliz cumpleaños escrito con un colorido diseño, un empaque lleno de caramelos surtidos, y un mantel para la mesa en la que iría el pastel. A mi billetera le dolió muchísimo adquirir esa cantidad de cosas, y creo que debió estar agonizando todo el camino de vuelta. Pobrecita, si el reloj cucú no la mato, estas compras terminaron su asesinato.

Aunque sí que vine un poco sudado por el caluroso día que hacia afuera. Entonces tuve que dejar las decoraciones en la sala e irme a dar una ducha. En esta ocasión decidí echarme agua fría para mantenerme atento y energético el resto de la tarde. Puede que funcionara, pero fue un procedimiento atormentador para mí; no soy muy fanático de las bajas temperaturas. 

Después me puse la vestimenta de quince años que escogí, la cual llame: Vestimenta acuática. No, no era ningún traje de baño, más bien, le puse ese nombre por el hecho de que todas las prendas eran de color azul. Incluía una camisa de cuadros genérica con una chaqueta impermeable encima que llevaba capucha. Por otro lado, de cintura para abajo, la pinta se complementaba con un pantalón vaquero y unos zapatos casuales.

Con mirarme al espejo, supe que me veía fiel a mí mismo, sin nada que me volviera irreconocible para mis amigos. Pasé la peinilla por mi oscuro y castaño cabello para hacerme un peinado hacia un lado que equilibraba lo casual y moderno, tal como me gustaba. También, me eche un poco de perfume y asentí con firmeza cuando supe que estaba listo.

Antes de ponerme a organizar la sala, fui a la cocina a prepararme el almuerzo. Busque los implementos que necesitaba y me hice un arroz con pollo acompañado con una porción de papas fritas. Pude haber disfrutado de mi alimento como cualquier otra tarde, de no haber sido por un evento inesperado.

Resulta que mi madre volvió a la casa y grito a cuatro vientos en donde estaba. Yo le respondí lo más alto que pude, evitando sonar grosero para que no se ofendiera, y ella entro como una bala a la cocina cargando una bolsa de regalo.

Si bien me gustó que se remidiera yendo a comprar un detalle para mí, no comprendía como vino durante lo que se suponía que era horario de trabajo. Normalmente, ella omite cualquier acción que involucre perder minutos en su oficina. Por lo tanto, aunque estuviera feliz de verla, me preocupaba lo que haría su exigente jefe cuando noté su ausencia.

Se veía exhausta, pero eso no era ninguna sorpresa, siempre andaba con el tiempo preciso para todos sus labores. Admiraba como, a pesar de todo, sonreía mostrándome su perfecta dentadura. Inclusive me miraba con esos ojos de caramelo que había heredado de ella.

David y AmelieWhere stories live. Discover now