catorce.

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La noche en el antro marcó el inicio de todo. Gabriel, como había dicho, comenzó a viajar demasiado. Si lo veía tres veces a la semana era mucho.

—¡Ni siquiera me has llamado! —me quejé por teléfono—. Tenemos días sin hablar.

—No seas exagerada, Maressa —contestó del otro lado de la línea—. Pues, ¿qué crees que hago? He estado muy ocupado.

—Pues no paran de salirme videos de ustedes tomando y de fiesta —me quejé—. ¿No puedes dejar de tomar para siquiera mandarme algún mensaje?

—Sí, sí, sí —dijo harto—. Ya, yo tengo la culpa de todo, Mar, siempre.

Bufé frustrada.

—Sabes qué, llámame cuando en serio estés interesado en hablar.

Colgué. Desde que me llamó, contestó grosero, como si fuera una obligación. Después de estar días sin siquiera dirigirme un mensaje. Además, la semana antes de que se fuera, solo llegó a dormir.

Mi presentación estaba solo a 3 semanas y nuestro quinto aniversario era este fin de semana. No tenía idea si él lo recordaba.

—¿Pero podrán venir? —le pregunté a la mamá de Gabriel.

—Ahí estaremos, Mar —sonreí—. ¿Has podido hablar con Gabriel?

—Sí, él está bien —contesté—. No se preocupen, solo ha estado muy ocupado.

La familia de Gabito era mi única esperanza para no estar sola ese día.

Después de terminar mi llamada, continué escribiendo mis agradecimientos. A pesar de estar peleados, seguía siendo para el hombre de mi vida.

Comencé a llorar a la mitad porque lo extrañaba, ya quería volver a dormir en sus brazos y sentir sus besos en toda mi cara.

Prendí mi celular ilusionada de que ya me hubiera buscado pero no fue así.

Suspiré. No tenía tiempo para orgullo, hay que ser maduros.

"Te extraño 😢"
9:07 p.m.

Nerviosa apagué el celular y me dirigí a bañarme. Esperando ver respuesta al salir, pero no fue así. Por el contrario, había un "Visto" a las 9:12 p.m.

Bufé, mi celular comenzó a sonar y aunque por momentos tuve la esperanza de que fuera él, el nombre de Óscar apareció en la pantalla.

—¡Mar! —dijo cuando contesté—. ¿Estás en tu casa?

—Sí, ¿por?

—¿No quieres ir a cenar? —preguntó—. Estoy bien aburrido, a la verga.

Reí.

—Sí, vamos.

Al fin, necesitaba distraerme. Me apuré a arreglarme y una hora después estaba en el coche de Maydon.

—¿Y si mejor vamos por vino? —pregunté viendo las calles de la ciudad.

—¿Traes ganas de tomar o qué?

Asentí. Me miró por unos segundos y se desvió.

—Vamos, pues.

Óscar se detuvo en una tienda y compró dos botellas de vino.

—Órale para que te emborraches bien —me dio una botella.

—¿Completa para mí? —asintió.

—Eso querías, ¿no? —lo miré sonriendo—. Vamos a mi depa o a tu casa?

—Ay no, no quiero ir ahí, vamos al tuyo.

Así fue, llegamos a su departamento que por cierto, era enorme y comenzamos a tomar.

fendi;gabito ballesterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora