seis.

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—Mi nuevo hogar —dije al abrir la puerta de mi cuarto.

Él pasó y analizó el cuarto.

—Por lo menos, está bonito —se sentó en la cama—. Ven, vamos a hablar.

Extendió su mano hacia mí, la tomé y me jalo a la cama hacia él. Me senté a su lado.

—Mar, estoy muy arrepentido, estaba muy borracho pero yo juro que...

Cambie mi mirada hacia un punto fijo en la pared.

—Cuando nos conocimos, yo era el primer lugar en tu lista —lo interrumpí—. Después fue la música y no tuve problema, en todo te apoyé.

Él esperó a que siguiera hablando.

—Empezaste a ganar fama y con ello me desplacé un lugar más porque la gente que conociste en eso ocupó un lugar arriba.

Relamí mis labios.

—Tampoco tuve problema —advertí—. El problema fue que así se han añadido tantas cosas a la lista que no sé en qué lugar estoy.

Lo miré.

—Pero sí sé que estoy en los últimos números.

Gabriel negó, viéndome.

—No es así, amor —tomó mi mano—. Hay una sola cosa que más me importa y por quien hago todo esto y esa eres tú.

Se acercó a mí y limpió mi mejilla.

—¿Crees que yo no sentía mal que no pudiéramos pagar la renta hace un año? —me preguntó—. O que te tenías que endeudar para pagar los muebles.

Negué sonriendo al recordar.

—Yo quiero hacer todo para no volver a pasar nada así —dio un beso en mi mejilla—. Mejor dicho, que tú no vuelvas a pasar nada así.

—Para mí nunca fue un problema —contesté—. A mí jamás me importó vivir eso, lo recuerdo feliz.

Él me sonrió.

—Yo no quiero ser tu absoluta prioridad, a mí también me encanta verte así, famoso y con muchas personas siguiéndote.

Puse mi mano sobre la suya.

—Pero no te olvides de mí —le pedí suplicante.

Me abrazó y me pegó a su pecho.

—No, mi amor —dio un beso en mi frente—. Perdóname por hacerte pensar que alguna vez fue así.

Hice un puchero intentando contener mis ganas de llorar.

—Es que te extraño mucho —dije aún en su pecho—. Siento que mi novio se fue.

—Aquí sigo, chula —susurró—. ¿Cómo crees que yo te voy a dejar ir? Yo ya no me veo sin ti.

Me recosté completamente en su pecho.

—Todos quienes me conocen saben por quién hago todo esto, me la paso hablando de eso —continuó—. Y esa eres tú.

Duramos unos segundos en silencio y en la misma posición.

—¿Me perdonas? —asentí—. No me interesa seguir en nada de esto sin ti.

—Pero a la próxima me regreso a Culiacán y no vuelves a saber de mí —lo escuché reír—. Hablo en serio, Gabriel.

—Jamás nos habíamos peleado así.

—Todo por tu culpa —pegue en su pecho.

—Esto es lo que vamos a hacer: vamos a llegar a casa, te vamos a bañar y a hacer un café, y voy a leer tu documento completo.

Sonreí y lo miré.

—¿En serio? —asintió.

—Vámonos a nuestra casa —remarcó en la palabra "nuestra".

—Okay —dije alardeando.

—No vuelvas a decir que no es tu casa, eh —puso un dedo en mi mandíbula—. Es más tuya que mía, chula, es toda para ti.

Di un beso en su boca.

—Ya no me hagas enojar —pedí.

—Lo tomaste como excusa para venir a tomar, chula —me dijo divertido—. Vámonos, no me gusta tenerte aquí.

fendi;gabito ballesterosWhere stories live. Discover now