12

63 12 4
                                    

Bitácora de Sam el guapo. Dia… Mayo. Hora… la de siempre.

Estoy escribiendo esto con algo de prisa. Me dejaron toneladas, serros, montañas de tarea y planeo hacerla toda antes del fin de semana porque… ¡Adivina! Tengo una cita con Dorotea. ¿PUEDES CREERLO?

Bueno, claro que sí, porque ya lo viviste. Eres mi yo del futuro.

Pues para que te acuerdes mejor te lo cuento. Resulta que fui (estaba muy nervioso By the way) y la saludé y le pregunté si quería hablar un rato durante el almuerzo y me dijo que sí.

Y yo estaba como todo rojo. 

N.P.S. O sea, ¡No Puede Ser! (Eso lo dijo ella durante la conversación que tuvimos). Y hablamos de muchas cosas. Resulta que le gusta mucho mirar anime viejo de chicas mágicas. Me recomendó un programa que se llama madoka mágica. Obvio que lo voy a ver para poder hablar con ella de eso, aunque  no me gusta la idea de que este todo en subtitulos.

En fin, ella es más bonita en persona que de lejos. Creo que pronto estaré listo para el siguiente paso de mi plan de 5 puntos.

Primer paso: conocerla.

Segundo paso: enamorarla.

Tercer paso: mi primer beso.

Cuarto paso: tomarla de la mano.

Quinto paso: crecer, casarnos y tener hijos.

¡Plan perfecto! 

Mmm…

Aunque creo que puedo intercambiar el paso 3 con el 4.

¡Deseame suerte!

—-

Bitácora de Sam, 20 de mayo.

¡Hoy fue una locura!

Estaba yo tan tranquilo haciendo tarea cuando escuché gritos venir de abajo. Era Mario, y ese grito era de frustración.

Me asomé a su habitación a ver qué le pasaba. Tenía un montón de papeles en las manos y otros regados por el suelo. Eran cartas de universidad. Puedo recoger los sobres porque todos tenían sellos y escudos de esos lugares que él tanto quería visitar.

—¿Qué pasa?

—Nada. Estoy bien…

Tenía ojos tristes. Se veía triste. Estaba triste… No lloraba, porque era muy mayor para eso y no era una chica. Pero si le estuviera permitido, seguro que lloraría.

—¿Seguro? —insistí. Que no se diga que no lo intenté—. Puedes decirme si te hace sentir mejor.

—Nada me hará sentir mejor, Sam. Todo para lo que trabajé se fue.

—¿De qué hablas?

—No quedé en ninguna universidad. Ninguna de las que yo quería. No tendré beca deportiva por béisbol y… demonios, ni siquiera me gustaba.

—Oh… o sea que te quedarás en casa con nosotros.

—Tal vez… o tal vez vaya a una pública en otra parte, pero no hay muchas universidades que enseñen lo que quiero aprender. Así que acabaré estudiado algo que no me gusta y… voy a tener que trabajar a medio tiempo porque mamá no va a poder pagarlo.

Sonaba complicado, torcido y malvado. Como si la vida fuera más injusta que de costumbre. Parece que cuando creces, las cosas se hacen otro poco más injustas cada año.

—Lo siento —dije, porque no sabía otra cosa que pudiera decir—. ¿Cómo te hago sentir mejor?

Era estúpido preguntarlo. Esto era como cuando se te muere un perro, supongo, no puedes HACER que alguien se sienta bien cuando su mascota muere. Porque su mascota murió y quizás esa persona no se sienta bien en mucho, mucho tiempo. 

En este caso no fue una mascota, pero si un futuro. Mario estaba triste porque un posible futuro había muerto definitivamente. 

—¿Puedes dejarme solo? Necesito estar solo.

—¿Seguro?

No me contestó, pero me fui. 

Mario pasó encerrado el resto del día.

BITACORA DE SAMMY: RELATO DE MAGIA Y PAÑALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora