-Arriba linda, no querrás ir desarreglada.-dijo una dulce voz quitándome el acolchado que cubría mi cuerpo. Me enredé en las sabanas.- Vamos, tenemos muchas cosas por hacer.-dijo la misma voz.

-¿Todavía duerme?-preguntó una mujer, que al parecer, venía entrando.

-¿Ella es Britney Jarrel?-dijo otra de voz más fina.

-Si, es ella y si, aún no se levanta.-dijo la misma que me había despojado de lo que me hacía sentir cómoda y tibia.

-Vamos, arriba.-dijo una de las voces en tono imperativo.- Simple Britney, abre los ojos, sabemos que nos escuchas.-dijo.

Finalmente, me rendí.

-Ya, déjenme en paz.-volteé la almohada y seguí durmiendo.

-No, no vamos a dejarte en paz porque son las doce y media de la mañana y tienes turno en la peluquería a la una y diez.-dijo una voz enojada.

Me senté en la cama y estiré mis brazos. Pronto, abrí mis ojos. Tres mujeres me miraban intensamente y esperaban que me levantara.

-No me vean de esa manera.-dije. Las tres voltearon a la vez y se dedicaron a mirar la pared.- ¿Qué hacen?

-Privacidad.-dijo una de ellas.

-Okey.-dije entendiendo que padecían de algún problema mental.- ¿Puedo darme una ducha?-pregunté.

-Claro que si. Iremos a preparar su desayuno.-dijo una de ellas y codeó a las demás para salir con rapidez del cuatro.- No se demore mucho.-gritó desde afuera.

Hice una mueca torcida y me puse de pie. Iba a obedecer. Tomé una toalla y entré a la ducha. Tan pronto como estuve lista, me coloque la ropa y bajé mientras me revolvía el cabello. Las tres me miraron y luego desviaron la mirada. Eran raras.

-He aquí, su jugo de naranja y su manzana.

-¿Por qué debo desayunar esta escasez?-pregunté enarcando una ceja.

-Porque debe desayunar liviano.-sonrió una.

-Oh, claro, es que puedo engordar en tan solo seis horas.

-Eso es muy poco tiempo y en veinte minutos debemos estar en la peluquería. Por favor, apúrese.-dijo una impaciente castaña a mi lado.

Comencé a desayunar lo poco que me habían servido. Y como era de esperarse, cinco minutos después acabe, debido a que no tenía mucho que comer o tomar.

-Ya, vamos.-dijo con emoción la castaña.

Las cuatro, juntas, subimos a un automóvil negro que estaba aparcado al frente de la casa. En menos de quince minutos llegamos a la peluquería, que para mi asombro, no había casi nadie.

-Discúlpenos, sentimos llegar tarde.-dijo una de ellas.

-No hay problema, ¿Cuál es la novia?-preguntó la mujer con múltiples broches en el cabello.

-Yo.-dije levantando mi mano levemente.


Antes de poder seguir hablando, la mujer de broches, me llevó hasta donde se suponía, lavarían mi cabello. Y aunque insistí varias veces con que me acababa de duchar y no necesitaba lavar mi cabello nuevamente, ella lo lavó como si fuera más delicado que la porcelana.

-¿Te peino a mi manera?-preguntó.

-No, tiene que ser un buen peinado que quede para el vestido que ha elegido ella.-opinó una de mis "damas de compañía", mientras leía una revista de moda.

-Descríbanme el vestido, por favor.-dijo con felicidad la pelirroja mientras secaba mi cabello con un enorme secador.

La chica que se hacía llamar "Louise", describió mi vestido a la perfección. Lo cierto era que me sonaba extraño porque ella nunca lo había visto, o eso creía yo hasta hace diez segundos.

Luego de que la pelirroja con distribuidas pecas por el rostro terminara de secar y planchar mi cabello, me llevaron a una especie de salón de belleza.

-Vamos a hacer un maquillaje algo sutil y delicado, solo resaltaremos las partes más bellas de tu rostro.

-Es bella.-opinó una de las chicas del salón de belleza.- Vas a tener que resaltar todo.-sonrió luego. Le devolví el gesto.

-Gracias.

-No hay de que, linda.-me dijo y volteó para abrir algunos cajones y sacar algunas cremas.

-Ahora, solo déjate llevar por la magia del maquillaje que solo Bárbara y yo, sabemos hacer.-sonrió.

Me indicaron que cerrara los ojos y no me dejaron verme en el espejo hasta que el maquillaje hubiera estado finalizado. Bárbara, colocó todo tipo de cremas sobre mi rostro, limó mis uñas (pies y manos) y luego comenzó con el esmaltado de estas. Cuando terminó con eso, ambas, comenzaron con el maquillaje de mi rostro.
Pinceladas por aquí, pinceladas por allá.

-Lista.-dijo luego de media hora.

-¿Puedo abrir los ojos?-pregunté.- Me estoy por quedar dormida.-añadí y ellas rieron al unísono.

-Ábrelos y obsérvate.-dijo Bárbara.

Abrí mis ojos y vi a una Britney completamente distinta a mí. Ella llevaba el cabello lacio por debajo de los hombros, los ojos sombreados casi naturalmente, los labios resaltaban un poco más y las mejillas rosadas daban un tono de sutileza al maquillaje.

-¿No te gusta?-preguntó la otra al ver que me analizaba mucho.

-Oh, claro que si.-dije sonriente.

Luego, terminaron con mi peinado. No más que dos trenzas cocidas a los costados que se enganchaban detrás de la nuca y levantaban el cabello formando una pequeña cascada. Lo que restaba de este, era lacio y brillante.

-Listas para ir a casa y que te vistas.-dijo Louise poniéndose de pie.

Estaba molesta con esas tres chicas que me habían perseguido toda la mañana y la tarde. Me atendían demasiado y para mi gusto, eran cargosas. Las cuatro juntas nos subimos de vuelta al auto negro y partimos hacía la casa.

-Debemos entrar por la puerta trasera.-dijo una de ellas.- Dereck dijo que a esta hora habría gente en la casa.-nos comentó. Las demás escucharon atentas.

-Habrá música para cuando lleguemos.-dijo Louise.

-Oh, genial.-agregó la otra.- ¿Estas nerviosa Britney?-preguntó tomando mis dos manos. Las aparté de ella.

-Claro que si.-dije sonando lo más convencida posible, pero luego me di cuenta, que si estaba nerviosa.- Voy a casarme, ¿tú que crees?

-Tienes suerte.-dijo Louise cruzándose de brazos.- Dereck es perfectamente perfecto.

Mentalmente, coincidí con ella.

-Es todo, tiene dinero.-añadió otra.

-¿Tu nombre?-le pregunté.

-Macy.-me dijo. Asentí.

-El dinero no lo es todo, Macy.-le dije. Louise y la otra rieron.- ¿Tú? ¿Cómo te llamas?-le pregunté a la restante.

-Lucy.-me dijo.

-Nombre de perro.-agregaron Louise y Macy al unísono.

-Oye.-dijo Lucy ofendida. Reí.

-Ya, basta. Es un lindo nombre.-le dije. Sonrió.


Cuando el auto aparcó frente a la casa, la música resonó en nuestros oídos. Lucy, Macy y Louise se emocionaron y bajaron rápido del auto.

-No debe verte nadie.-dijo Macy. Asentí.- Vamos por detrás.-añadió.

Corrimos por el jardín, hasta llegar a la puerta trasera y allí entramos a la casa. Lucy inspeccionó el comedor y cuando estuvimos seguras de que no había nadie que pudiera verme, corrimos escaleras arriba.

-¿Dónde está Dereck?-pregunté cuando nos encerrábamos en la habitación de mi casi esposo.

-No está aquí, ya lo veras, no seas ansiosa.-dijo Louise golpeando mi hombro.

-Okey, solo quería saber.

-Creo que mencionó algo de que se vestiría en el apartamento de Ryan.-gritó Macy desde el vestidor.

-¿Desde cuándo conocen a Dereck?-pregunté.

-De la universidad.-respondió Lucy y abrió la caja de mis tacones.

-Nos pidió ayuda y aceptamos.-sonrió Louise.

Macy entró nuevamente a la habitación, con mi vestido en manos. Lo admiré, no me arrepentía de haber gastado semejante cantidad de dinero en ese hermoso vestido, aunque el dinero, era de Dereck.

-Buena elección Britney.-dijo Louise sentándose en la cama.

-Gracias.-me senté a su lado.

-Bueno, vamos a ayudarte con el vestido y los tacones. No puedes despeinarte.-dijo Macy. Asentí.

-Ponte de pie.-me ordenó Lucy.

Me quedé en ropa interior frente a ellas, después de todo, eran mujeres y no había nada que ellas no hubieran visto jamás, pero la vergüenza no me abandonó hasta que estuve con el vestido puesto.

-Ajusta allí atrás.-le dijo Louise a Macy mientras ella chequeaba que mi cabello estuviera sano y salvo.- Genial.-sonrió.

Lucy corrió a su bolso y sacó un pequeño frasco de perfume con forma de manzana.

-Es especial y delicioso.-sonrió con emoción.- Se que te dará suerte.-dijo antes de presionarlo y las gotas chocaron en mi cuello.

-Estas hermosa Britney.-dijo Louise.

-Gracias.

-Faltan los tacones y pronto podré decir que estas lista.-dijo Macy. Lucy sonrió.

Me senté en la cama y cómodamente me coloqué ambos tacones. Eran de gran altura, pero no perdían comodidad.

-Ahora si, lista.-sonrió Macy.

-Hagamos una foto.-dijo Louise revolviendo su bolso.- Aquí.-sonrió y sacó la cámara de fotos.

Corrió y colocó la cámara sobre un estante del armario, puso el temporizador y volvió a correr hacía nosotras.

-1, 2 ,3.-gritó Lucy y el flash salió disparado.

-Está muy linda.-dijo Louise tomando la cámara entre sus manos.

-¿Se puede?-dijo una voz desde afuera de la habitación. Era una mujer.

-Si, adelante.-dijo Macy acomodando las cajas y las cosas que habíamos desordenado.

-Oh, Britney, estás hermosa.-dijo una tierna voz maternal.

-Oh, mi Dios.-me tapé la boca con ambas manos.- Rosalie, hacía tanto que no te veía.-casi grité antes de correr a abrazarla.

Me tomó sutilmente entre sus brazos y sonrió. Estaba más corpulenta y tenía un corte distinto. Me separé de ella y le sonreí.

-Estas... muy, muy linda.-le dije. Sonrió y examinó mi vestido.

-Si te digo que estás linda, me quedo corta.-me halagó.

-Gracias.

-No hay de que, pequeña.-dijo acomodando su maquillaje.- Dereck me ha pedido que venga por ti, dice que puedes bajar cuando quieras pero que no tardes.-sonrió con emoción.

-Okey, ya enseguida bajo.-dije y puse mi mano sobre su hombro.- Te eché mucho de menos.-expresé con mi más sincero sentimiento.

-Y yo a ti.-me dijo y volteó para retirarse.- Nos vemos en unos minutos, iré a buscar un buen lugar para ver el beso más de cerca.-dijo y sonrió.

La vi salir de la habitación y volteé a ver a las tres chicas que me sonreían.

-Y bueno, ya debes bajar.-dijo Macy.- Y nosotras, debemos correr a vestirnos para, por lo menos, verte entrar al camino de flores.-sonrió.

-Claro que si.-la secundó Louise.- Vamos, Lucy, camina. Y las tres, salieron de la habitación sin decir más nada.


Me quedé sola, sin compañía. Ya no había escapatoria, era bajar, poner mi mejor cara y decir "si, acepto". De seguro Dereck estaba hermoso, más de lo habitual. Sonreí y me senté en la cama. Estaba más que nerviosa e iba a llorar si no me contenía un poco.

Era hora de bajar y estaba convencida de que si quería dar el "si", casarme con él, pero no a esta altura de mi vida, no con diecisiete años, no con obligación, si no, más adelante, con mayor edad y porque ambos quisiéramos.

El reloj de la mesa de luz, marcó las siete, ya era hora de estar abajo. De seguro, todos sentados, esperando a la novia. No podía no aparecerme. Tomé valor y me puse de pie. Giré el picaporte y caminé haciendo sonar mis tacones por todo el pasillo. Llegué a la escalera y miré los escalones que debería bajar para llegar a la puerta del jardín y así, estar en la boda. Tomé el barandal de la escalera y comencé a bajar.

SUBASTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora